CAPÍTULO VIII

El tiempo transcurría y la relación entre Martina y Sebastián parecía estabilizarse en la superficie. Sin embargo, pequeñas grietas comenzaban a formarse en el fondo de su corazón. No quería admitirlo, pero había detalles que no podía ignorar. Sebastián se volvía cada vez más distante, frío en sus respuestas y cada vez más impaciente ante cualquier comentario de ella que pudiera interpretarse como un reclamo.

—No seas pesada, Martu. Te amo, pero no me gusta que estés todo el tiempo encima mío —le dijo una noche en la que ella simplemente le preguntó si quería hacer algo juntos el fin de semana.

Martina sintió un pinchazo en el pecho. Últimamente, las frases de Sebastián la hacían sentirse insuficiente, como si estuviera exigiendo más de lo que él estaba dispuesto a dar. Pero enseguida se reprendió a sí misma. "Tal vez tenga razón. No quiero ser una novia molesta", pensó, obligándose a sonreír y a cambiar de tema.

Por otro lado, Nora parecía más cercana que nunca. La llamaba más seguido, le enviaba mensajes constantemente y la invitaba a salir con más frecuencia. A simple vista, parecía que su amiga quería apoyarla en esos momentos en los que ella se sentía insegura con Sebastián. Pero había algo en su actitud que a Martina le resultaba difícil de explicar: un exceso de interés en los detalles de su relación, una sonrisa burlona cada vez que ella hablaba de sus problemas con Sebastián.

Una tarde, mientras tomaban un café en una confitería del centro, Martina no pudo evitar notar la forma en que Nora sonreía al ver un mensaje en su teléfono. La curiosidad la picó, pero no quiso parecer entrometida.

—¿Algo interesante? —preguntó con un tono casual.

Nora alzó la mirada con una sonrisa traviesa.

—Nada importante, solo un chico con el que estoy hablando —respondió, encogiéndose de hombros.

Martina se alegró por su amiga, aunque una punzada de inquietud se instaló en su pecho sin razón aparente. ¿Por qué tenía esa extraña sensación de que le ocultaban algo?

El fin de semana llegó y Sebastián, en lugar de pasar tiempo con Martina, le dijo que tenía que trabajar en un proyecto con sus amigos. Ella no quiso insistir, pero algo en su tono la hizo dudar.

Aquella noche, decidida a distraerse, Martina aceptó la invitación de su hermano mayor, Julián, para salir a cenar. Julián siempre había sido su mayor apoyo, alguien con quien podía ser completamente sincera. No pasó mucho tiempo antes de que él notara que algo no andaba bien.

—Martina, estás rara. ¿Todo bien con Sebastián? —preguntó con interés genuino.

Ella dudó antes de responder.

—Sí… creo que sí —susurró, removiendo la comida en su plato—. Es solo que siento que está un poco distante.

Julián arqueó una ceja.

—¿Te trata bien? —preguntó con seriedad.

Martina forzó una sonrisa.

—Sí, claro… es solo que a veces se enoja cuando le pregunto cosas o cuando quiero estar con él. Pero es normal, ¿no? Todos necesitamos nuestro espacio.

Su hermano no pareció convencido.

—El espacio está bien, Martu, pero hay una gran diferencia entre eso y hacerte sentir que sos un estorbo. Solo tené cuidado, ¿sí? —dijo, tocándole la mano con cariño.

Las palabras de Julián resonaron en su mente el resto de la noche. ¿Y si tenía razón? ¿Y si, en el fondo, ella se estaba engañando a sí misma? Pero cada vez que esas dudas aparecían, las disipaba con la única razón que había sostenido hasta ahora: amaba a Sebastián y él la amaba a ella.

Esa misma noche, mientras Martina intentaba dormir, su teléfono vibró con un mensaje de Sebastián.

"No me esperes mañana. Voy a estar ocupado todo el día".

Sintió una punzada de decepción, pero no respondió. Estaba cansada de ser ella quien siempre intentaba salvar la relación. Sin embargo, lo que no imaginaba era que Sebastián, lejos de estar ocupado con un proyecto, se encontraba en el departamento de Nora.

—¿Te dijo algo? —preguntó Nora mientras se servía una copa de vino.

—Nada importante. Le dije que estaría ocupado y ni siquiera insistió —respondió Sebastián, recostándose en el sofá con una sonrisa de suficiencia.

—Qué fácil es engañarla… —dijo Nora con una risa burlona, acercándose a él.

Sebastián la miró con deseo y la atrajo hacia él, besándola con intensidad. La traición no solo continuaba, sino que se hacía más descarada con cada día que pasaba.

Mientras tanto, Martina se quedó dormida con una sensación amarga en el pecho, sin saber que las señales estaban ahí, pero ella, por amor, seguía ignorándolas.

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