Soy Lían de la fuente, hijo mayor de la familia más poderosa del país y, por lo tanto, el sucesor de mi padre en la empresa de la familiar.
Tengo 17 años, ya casi cumplo los 18, llevo una vida bastante desordenada según mi padre, pero que culpa tengo yo que las mujeres me busquen. En mi última escuela me metí en serios problemas, pues una de las fresas de mis excompañeras se hizo una novela conmigo y bueno yo tomé lo que ella me ofreció y ahora dice que yo la acosaba, en fin gracias a las influencias de Diego De La Fuente salí airoso de la situación; sin embargo, y como castigo el viejo me envió a una escuela de tercera donde hay algunos hijos de personas influyentes, aunque ninguno le llega a los talones a mi familia.
"Esto debe ser una broma, papá. No pienso pisar ese lugar". Manifesté cuando vi el exterior del instituto.
"¿A caso he pedido tu opinión? Tienes que madurar estas por cumplir los dieciocho y aún te comportas como un niño inmaduro, así nunca heredaras la presidencia de la empresa aprende de tu hermano Vladímir a pesar de ser dos años menor que tú es mucho más responsable". Esta vez mi padre se había pasado de la raya, el testamento del abuelo establecía que era el primogénito quien heredaría la presidencia y ese soy yo.
"¡Vladímir! Debe ser una broma. Mi hermano no es capaz de encontrar su nariz aunque se esté mirando al espejo". Estaba siendo sarcástico, aunque mi papá no lo tomó muy bien.
"Ya basta, baja del auto que vamos tarde a tu primer día de clases". Baje de mala gana y camine detrás del gran Diego De La Fuente, en días como hoy extrañaba mucho a mi mamá. Ella había fallecido hace un año en un accidente de auto dejándome solo con el ogro de mi padre.
Al parecer las clases habían empezado, pues no había un solo estudiante en los pasillos, estaba seguro de que este lugar sería una pesadilla para mí, aquí todo parecía tan perfecto.
Llegamos a la oficina del director: un hombre gordo y lambiscón. "Señor De La Fuente un placer tenerlo por aquí".
"Gracias señor Martínez, este es mi hijo Lían y desde hoy espero sea bien recibido en su institución".
"Por supuesto que sí, es un honor recibir al joven De La Fuente".
Siempre era lo mismo, a penas se enteraban quien era mi padre empezaban con la zalamería y eso me tenía harto. "¿Cuándo podré entrar a clases?", pregunté hastiado de la situación.
"Enseguida joven, vamos a su salón y espero se sienta como en casa y cualquier cosa que necesite puede acudir a mí que con gusto lo ayudaré".
"Gracias", dije fastidiado. Ya me imaginaba este suplicio todos los días.
Llegamos al aula y para variar las tontas chicas del curso me miraban y sonreían como si una hubieran visto a un hombre, el director me presento con el profesor y cabe decir que era un hombre bastante arrogante y con aires de superioridad.
No le di importancia a ese sujeto, ya que una joven llamo mi atención y no precisamente por hermosa, pues no era mi tipo, pero su actitud era diferente fue la única que no me miraba como con ganas de saltar sobre mí, de hecho ni siquiera me miro estaba tan enfocada en su cuaderno que no miraba a nadie.
"Siéntese al lado de Danna", dijo el profesor señalando a la muchacha que llamo mi atención.
Ella pareció volver a la realidad cuando la llamaron, sus ojos verdes me sorprendieron, aunque parecía muy joven para estar en este curso.
"Hola", la saludé cuando me senté a su lado.
Ella solo me miro, rodó los ojos y volvió a lo que hacía.
"Bien continuemos con la clase", el profesor parecía muy orgulloso al impartir su materia; sin embargo, para mí esto era una pesadilla. Antes no tenía la necesidad de estudiar, pues los profesores me regalaban las notas, pero al parecer con este no sería igual.
Al terminar la clase mis compañeros de clases se acercaron a mi muy animado. "¡Hola soy Catalina!", una joven rubia despampanante se acercó a mí muy amistosa.
"Hola, Lían un gusto conocerte", la miré de arriba abajo viendo lo espectacular que era. Danna se puso en pie rodando los ojos tropezó a la rubia despampanante y pretendió seguir su camino como si nada.
"¿Qué te pasa?, ahora además de fea eres ciega". Dijo Catalina agarrándose el brazo.
"Seré fea y ciega, pero al menos no soy una descerebrada ofrecida". Danna se dio la vuelta y salió del salón, su actitud me causo risa, era obvio que no se dejaba amedrentar tan fácilmente.
"Olvídala, las lucer siempre se portan igual". Comente poniéndome del lado de la rubia. Ni idiota que fuera para dejar pasar la oportunidad de tener algo con Catalina.
Me quede viendo si Danna me decía algo, pero ella continuo su caminó sin voltear a verme. En la entrada se reunió con otra joven que parecía provenir de buena familia, ella me parecía familiar. Pero bueno no quería perder mi tiempo con esas dos nerd.
"¿Qué hacen en este lugar para divertirse?", pregunté mirando a Catalina.
"Tenemos un receso y podemos ir a la cafetería", respondió muy coqueta.
"Vayamos entonces, quiero borrar al profesor de matemática de mi mente". Hice cara de fastidio al recordar a ese sujeto tan desagradable.
Salimos al pasillo y nos encontramos a la nerd hablando con el desagradable profesor, ella parecía muy animada con esa conversación, al terminar se dieron las manos y ella parecía agradecerle. "Es muy joven para estar en el mismo año que nosotros". Comente casualmente.
"¿Quién la nerd?", pregunto Catalina.
Asentí con la cabeza sin quitarle la mirada de encima.
"Ella es dos años menor que nosotros, supuestamente es muy inteligente, aunque desde mi punto de vista la están sobreestimando", respondió Catalina con desagrado.
"No tiene nada más que hacer en la vida que estudiar, con lo fea que es quien le prestaría atención". Dije riéndome, pero creo que lo dije en voz muy alta, ya que ella volteó a mirarme y por un segundo vi que mis palabras le habían afectado, aunque inmediatamente volvía a su postura rígida y despreocupada.
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