Rafaela se giró hacia Nicolas intentando mantener la compostura, pero era como si todos los recuerdos de la noche que pasaron juntos estuvieran a flor de piel. Sus ojos encontraron los de él, viendo sorpresa, nostalgia y una curiosidad intensa.
He cambiado... El tiempo hace eso con las personas… Dijo Rafaela. Tú también has cambiado…
Nicolas la observaba con atención. Rafaela había cambiado, sí, pero los rasgos que él recordaba estaban todos allí, enmarcados por una madurez y confianza que lo desarmaban.
_Sí, pero… algunos cambios sientan bien, y son difíciles de ignorar…
Rafaela desvió la mirada, sintiendo el calor invadir su rostro. Ella no sabía qué decir, pero antes de que la tensión aumentara, Francesca retornó con el ramo ya en un bonito florero.
_¡Listo! Estas flores quedarán preciosas en la sala. Dijo, ajena al clima cargado entre los dos. _Rafaela, ya que estás aquí, ¿por qué no te quedas a tomar un café? Hice pastel, cannoli, y la focaccia acaba de salir del horno, está calentita. Será un placer tener tu compañía. Invitó Francesca.
Rafaela dudó, sintiendo el peso de la mirada de Nicolas sobre ella, y él con una sonrisa, se apartó un poco, pero aún incapaz de desviar completamente la mirada de Rafaela. Ella, a su vez, sintió como si el suelo estuviera menos firme bajo sus pies, y todo lo que quería en ese momento era recuperar el control sobre sus emociones.
_No quiero molestar… Rafaela sonrió educadamente, intentando esconder el nerviosismo que comenzaba a apoderarse de ella.
_¡No digas eso, querida! Francesca insistió, sujetando la mano de Rafaela, con la típica ternura que hacía imposible rechazar cualquier petición. _La casa siempre está abierta para ti, y me encantaría que ustedes se conocieran mejor, y si no te gusta el café, podemos abrir una buena botella de vino tinto.
Rafaela no pudo decir que no.
_Bueno... en ese caso, acepto la invitación. Gracias, Francesca.
_¡Maravilloso! Francesca sonrió comenzando a organizar la mesa para tres.
Nicolas no pudo contener una sonrisa discreta. Él sabía que aquella podría ser la oportunidad de hablar con Rafaela sobre lo que había sucedido en el pasado.
Rafaela vio la mirada de Nicolas sobre ella, intensa y analítica, como si intentara descifrarla por completo. Aun así, ella mantuvo la sonrisa, determinada a no dejar que él percibiera el efecto que aún tenía sobre ella.
Rafaela siguió a la anfitriona hasta la sala, sintiendo la espalda arder bajo la mirada de Nicolas, que la acompañaba en silencio. La sonrisa educada que ella exhibía parecía cada vez más difícil de sostener, mientras su mente intentaba desesperadamente encontrar una forma de protegerse de las emociones que amenazaban con desbordarse.
Nicolas observaba cómo Rafaela interactuaba con su abuela. La gentileza en su voz, el brillo en su mirada, todo en ella parecía diferente, más refinado, pero aún había algo que permanecía intacto: la esencia que siempre lo había atraído de forma inexplicable, incluso cuando él la hacía rabiar.
Mientras Francesca ajustaba los últimos detalles en la mesa, Nicolas vio su oportunidad. Él se aproximó a Rafaela, que estaba de pie, observando la acogedora decoración del apartamento.
_Rafa… Nicolas la llamó, su voz sonó baja, casi ronca.
Ella se giró hacia él, sus ojos grandes y expresivos encontrando los de él una vez más. Él notó un leve temblor en sus manos.
_Nicolas… Rafaela respondió. _Creo que tienes algo que decirme, ¿verdad?
Nicolas arqueó las cejas, sorprendido por la asertividad de ella, pero al fin y al cabo, era Rafaela que siempre conseguía sorprenderlo, y siempre supo cómo desarmarlo, incluso sin mucho esfuerzo.
_Tengo muchas cosas que decir… Admitió Nicolas, con una sonrisa nerviosa. _Simplemente no sé por dónde empezar.
Rafaela cruzó los brazos, como si intentara crear una barrera entre ellos. Pero sus ojos la traicionaban.
_Tal vez sea mejor no empezar... Rafaela sugirió. _Al final, lo que pasó, pasó, ¿no?
Nicolas inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera estudiando cada palabra dicha por ella.
_¿Será? Él dio un paso al frente, reduciendo la distancia entre ellos. _Porque, sinceramente, yo no creo que haya pasado. Al menos no para mí.
Rafaela se quedó en silencio, con el corazón latiendo tan fuerte que temía que Nicolas pudiera oírlo. Antes de que pudiera responder, Francesca surgió nuevamente en la sala, interrumpiendo el momento con su alegría contagiante.
_¡Ustedes dos, siéntense! El café está servido, y nadie sale de aquí sin probar mis cannoli.
La invitación de Francesca trajo un alivio momentáneo para Rafaela, que rápidamente se sentó, intentando evitar la mirada de Nicolas. Pero, al sentir la silla a su lado ser ocupada por él, percibió que aquella conversación estaba lejos de terminar.
Durante el café, Francesca no ocultaba el orgullo al hablar sobre Rafaela queriendo despertar el interés de su nieto, sin saber que no era necesario. La conversación fluía animada, y Nicolas mantenía la postura reservada, atento a cada palabra pronunciada.
Rafaela es tan decidida, bambino. Elogiaba Francesca, sirviendo otro trozo de pastel para ellos. ¿Sabías, Nicolas, que ella tiene una empresa de eventos?
_¿En serio? Preguntó Nicolas casualmente, pero algo en su expresión sugería que estaba prestando más atención de la que dejaba entrever.
_¡Sí! Ella y su socia… Rafaela, ¿cuál es el nombre de tu amiga? Es tan simpática, pero siempre olvido cómo se llama. Preguntó Francesca.
_Se llama Ava.
_Sí, Ava. Ellas hacen un trabajo increíble. Organizan los eventos más importantes de la ciudad. Si has estado en un lugar bien decorado y bien planeado, es probable que haya sido obra de ellas.
Nicolas la miró recordando a Ava, la compañera de clase que era amiga de Rafaela. También recordó haber visto a Ava en el evento en el que había estado esa semana, coordinando discretamente al equipo. El recuerdo lo golpeó como un rayo: si Ava estaba allí, era posible que Rafaela también estuviera y que tal vez se hubieran cruzado.
La miró de reojo. Rafaela, sin embargo, parecía ajena a la conclusión a la que él había llegado.
_Parece que están haciendo un gran trabajo. Nicolas comentó intentando hacer que ella hablara con él.
_Hacemos lo que amamos, eso ayuda bastante. Dijo Rafaela sin mirarlo.
Nicolas asintió, pero su mente iba a mil por hora. La imagen de Rafaela pasando desapercibida entre la multitud, quizás observando todo desde lejos, lo dejó inquieto preguntándose cómo no había percibido su presencia, solo había sentido su aroma.
Francesca interrumpió sus pensamientos con otro comentario animado, pero Nicolas apenas la escuchaba. El café continuó, pero su mente estaba atrapada en la idea de que, incluso sin saberlo, Rafaela ya se había cruzado en su camino nuevamente. Y eso, de alguna manera, parecía mucho más que una coincidencia.
Cuando Rafaela pudo despedirse para irse, ya era de noche.
_Ha sido una tarde maravillosa, Francesca. Gracias por el café y la hospitalidad. Agradeció con una sonrisa cálida.
Francesca tomó sus manos con ternura.
_La puerta siempre está abierta para ti, querida. Espero que vuelvas más a menudo.
Rafaela sonrió, y sabía que necesitaba alejarse, antes de que las emociones la dominaran. Tomó su bolso y se dirigió a la puerta. Nicolas, que hasta entonces se había mantenido en silencio observando, se levantó repentinamente.
_Yo la acompaño hasta la puerta. Dijo más como una decisión que como un ofrecimiento.
Francesca sonrió, satisfecha notando el interés de su nieto.
_Qué amable de tu parte, Nicolas. Cuida bien de nuestra Rafaela.
Rafaela tragó saliva, pero no podía negarse sin parecer maleducada. Solo asintió, tratando de parecer indiferente.
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