Capítulo 6

A la mañana siguiente, los padres de Nick llegaron antes de lo que él esperaba, interrumpiendo cualquier posibilidad de que pudiera reflexionar más. El sonido de la puerta al abrirse y de las voces familiares resonando por la casa lo hizo levantarse apresuradamente. Entraron en la cocina y, al percibir el olor a bebida y el estado de la sala aún desordenada por la fiesta, el sermón sería inevitable, ya que él hizo la fiesta sin avisar.

_ ¿Una fiesta Nicolas? ¿Mientras estábamos fuera? La voz firme del padre de Nick resonó, mientras que su madre solo lo miraba con desaprobación.

Nick intentó defenderse, pero sus argumentos fueron rápidamente silenciados.

_Vas a pasar el resto del fin de semana en casa, sin celular, sin amigos, sin nada. Y puedes olvidarte de salir por un buen tiempo. Decretó el padre.

Con un suspiro pesado, Nick subió a su habitación, sintiéndose aún más atrapado, no solo por las paredes de la casa, sino por sus propios sentimientos. Quería desesperadamente hablar con Rafaela, pero el castigo lo hacía todo aún más difícil.

Nick se tiró en la cama nuevamente sosteniendo la cámara fotográfica que a ella le había gustado escribiendo el nombre de ella en un lateral. El recuerdo de la noche anterior continuaba atormentándolo, y él sabía que no podía simplemente fingir que nada había sucedido. Por más que estuviera atrapado físicamente, necesitaba encontrar una manera de arreglar las cosas, y el resto del día pensó cómo hacerlo.

 El lunes, Nick se despertó con una determinación inusual. No podía dejar de pensar en Rafaela desde la noche de la fiesta.

“Hoy resuelvo esto”, pensó, mientras cogía su mochila y salía de casa apresurado. Tal vez Rafaela lo evitara pero él la buscaría, pues necesitaba conversar con ella y decirle que no estaba arrepentido obviando esconder la primera noche de ambos.

Mientras tanto, Rafaela ya estaba despierta hacía horas. Había pasado la noche en claro, pensando en lo que estaba por venir.

_ Buenos días princesa, ¿no vas a ir a clase hoy? Preguntó Carlos al ver a Rafaela en pijama.

_ Buenos días papá, no tengo ganas...

_¿Estás segura? Preguntó el padre, mientras organizaba unos documentos en la mesa.

_ Sí, papá. Mejor así. No quiero despedidas.

_ Entonces podemos adelantar nuestro viaje.

La decisión del padre de adelantar el viaje tomó a Rafaela desprevenida, pero ella no quiso discutir. Cuanto más rápido se fueran, mejor. Ella no sabía si tendría el coraje de encarar a Nick o a sus compañeros de clase nuevamente.

_ Bueno, entonces nos vamos, nuestra mudanza ya está lista de todos modos.

_¿Y no vas a avisarle a Ava?

_ Le voy a enviar un mensaje

Rafaela se quedó pensativa por un momento y, en silencio, cogió el celular. Ava era la única amiga a la que sentía que le debía una explicación. Con los dedos temblorosos, digitó:

"Ava, me estoy mudando hoy. Mi padre fue ascendido en el trabajo y nos vamos a vivir a otra ciudad. No voy a volver más a la escuela, ni quiero despedirme. Gracias por todo. Cuídate, y por favor, no le des mi número a nadie, solo quiero tener contacto contigo".

Después de enviar el mensaje, Rafaela apagó el teléfono sintiendo un peso enorme en el pecho. Dejó el celular a un lado y miró por la ventana, intentando grabar cada detalle de aquel lugar que, a pesar de todo, aún era su hogar.

Al llegar a la escuela, Nick entró en el salón y miró a su alrededor, con la mirada atenta e inquieta. Su corazón se aceleró al notar que el lugar donde Rafaela solía sentarse estaba vacío. Frunció el ceño y se giró hacia Ava, que estaba con el celular, un tanto molesta.

_¿Dónde está Rafaela? Preguntó Nick, intentando sonar casual, pero el tono de urgencia era evidente.

Ava lo miró sorprendida, como si no esperara aquella pregunta. Después de un momento, ella soltó un suspiro.

_ Rafa se fue… Dijo Ava molesta. Nick sintió como si el piso hubiera desaparecido bajo sus pies. _ Su cumpleaños fue el sábado y hoy iba a entregarle el regalo, pero ni siquiera vino a buscarlo

_ ¿Cumpleaños el sábado? ¿Y cómo así que se fue? Preguntó, más para sí mismo que para Ava.

Ava se encogió de hombros, con una expresión de tristeza.

_ Rafa se mudó por el trabajo de su padre, y no dijo nada porque no quiso despedirse de nadie. Solo envió un mensaje.

Nick no dijo nada. La frustración y el arrepentimiento se mezclaban dentro de él. Salió del salón de clases sin mirar atrás, ignorando los llamados del profesor.

Afuera, se sentó en el banco del patio y se pasó las manos por el cabello, sintiendo un peso en el pecho que no sabía explicar. Rafaela se había ido, y él ni siquiera tuvo la oportunidad de hablar con ella, de explicarle lo que realmente quería decir aquella noche.

_Se fue… Y no hice nada…

Nick no logró concentrarse en ninguna clase. Durante los recreos, continuaba mirando hacia la puerta del salón como si Rafaela pudiera llegar. Tal vez un último "adiós" o una señal de que aquello no era definitivo.

Al final de la mañana, no soportó más y fue directo a casa de Rafaela. Sabía que era una locura, pero no podía ignorar la sensación de que aún podría alcanzarla.

Al llegar, encontró la casa vacía. Las ventanas estaban cerradas, y la pequeña terraza parecía más fría y distante de lo que él jamás había visto recordaba.

_No, no es posible…

Nick dejó la mochila tirada en el suelo y subió los escalones de la terraza. Golpeó la puerta, pero nada. El sonido resonó en el silencio de la calle. Golpeó una vez más, con fuerza.

_¡Rafaela! Gritó, aún sabiendo que no obtendría respuesta.

Todo lo que podía oír era el sonido distante del viento soplando. Se sentó en el primer escalón, sintiendo una ola de impotencia apoderarse de él. Por primera vez, Nick percibió el peso del vacío que Rafaela había dejado.

Cogió el celular del bolsillo pero no tenía el número de ella que tampoco formaba parte del grupo de mensajes de la clase.

El celular permaneció inerte en sus manos.

Nick cerró los ojos y apoyó la cabeza en el marco de la puerta. Todo lo que lograba pensar era en la última vez que había estado con ella, aquella noche en su habitación. Recordó el olor de su cabello, el nerviosismo que él intentó disimular, y las palabras que no tuvo el coraje de decir.

_ Idiota, idiota idiota...

Se quedó ahí, parado por algunos minutos, hasta que finalmente se levantó, derrotado. Nick regresó a casa, sin prisa. La calle parecía más larga, el día más gris.

Aquella noche, acostado en la cama, Nick miró al techo de la habitación. Una parte de él aún esperaba que la partida de Rafaela fuera un sueño, que al día siguiente ella estaría sentada en su lugar en el salón de clases, poniendo los ojos en blanco ante sus provocaciones.

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