Mientras Nicolás ayudaba a Francesca a terminar de poner la mesa, intentó disimular su curiosidad, pero algo en la forma en que su abuela hablaba de Rafaela lo intrigaba.
_Y esa tal Rafaela, nona... ¿Cuántos años tiene? ¿Cómo es? -preguntó, intrigado por el nombre.
Francesca, que estaba colocando la fuente sobre la mesa, lo miró.
_Es una joven muy bonita y educada, bambino. ¡Y tiene un corazón enorme! Siempre muy amable y atenta. Y en cuanto a la edad, no lo sé, pero parece más joven que tú.
Nicolás sonrió, pero seguía intrigado.
_Y ella... no sé, ¿tiene el pelo corto o largo?
Francesca se rió de la pregunta, al darse cuenta de que su nieto tal vez estaba más interesado de lo que quería admitir.
_Rafaela tiene el pelo largo, un castaño bonito que brilla con la luz. Y siempre va muy bien arreglada. ¿Por qué lo preguntas? ¿Te interesa? -preguntó Francesca, que recordó que su nieto solo había salido con mujeres de pelo corto.
Él apartó la mirada rápidamente, intentando parecer indiferente.
_Solo preguntaba, por nada en especial.
Francesca entrecerró los ojos, aún con una sonrisa, pero decidió no presionarlo.
_¡Anda! Olvidé darte tu regalo. -Francesca fue al salón y volvió con una caja que le entregó a Nicolás.
Nicolás dejó lo que estaba haciendo para abrir el regalo. Era una cámara antigua, una pieza vintage llegada directamente de Italia, con unos detalles impecables que lo fascinaron.
_¿Te ha gustado el regalo, bambino? -preguntó Francesca, volviendo al comedor.
_Me ha encantado, nona. ¡Es perfecta! -respondió Nicolás, girando el anillo del objetivo con cuidado-. Siempre sabes cómo agradarme.
_Lo sé porque te conozco mejor de lo que tú piensas -dijo ella, guiñándole un ojo-. Y hablando de eso, ¿cuándo me vas a contar qué es lo que realmente está pasando...?
Nicolás, que estaba ajustando la cámara, se detuvo y levantó la vista hacia su abuela.
_¿Qué quieres decir, nona? -preguntó él, fingiendo no entender.
_Lo que quiero saber es por qué no vas a las comidas familiares y por qué te peleas siempre con tu padre. Y ahora que estás aquí, veo en tus ojos que hay algo que te está preocupando.
Nicolás suspiró, reclinándose en la silla.
_No es ningún secreto, nona, que papá y yo siempre hemos tenido nuestras diferencias, y que yo lo he hecho todo para agradarlo. Ahora quiero seguir mi propio camino, pero él se opone, dice que tengo que seguir en el trabajo, que nací para el mundo de los negocios.
_¿Y tú qué quieres? -preguntó Francesca.
_Yo quiero hacer lo que me gusta -respondió Nicolás, mirando la cámara que tenía entre las manos-. Ya he ganado mucho dinero, he hecho algunas inversiones y ya no dependo de mi trabajo para vivir. Pero él no lo entiende. Dice que estoy desperdiciando mi carrera.
_¿Y por eso no os habláis? -preguntó Francesca con aire triste.
_Sí. Él piensa que estoy siendo un irresponsable, pero yo solo quiero es no pasar el resto de mi vida siendo infeliz. Quiero centrarme en lo que me gusta, ya sea la fotografía, el arte, o incluso ampliar las inversiones que ya he hecho.
Francesca asintió lentamente, observando a su nieto con cariño.
_Lo importante es que sigas a tu corazón, Nicolás. Tienes talento, y el talento no debe desperdiciarse. Pero no dejes que la relación con tu padre se pierda por esto, sé que mi hijo es muy terco, pero te quiere...
Nicolás se quedó en silencio un momento, absorbiendo las palabras de su abuela.
_Tienes razón, nona. Pero, por ahora, necesito tiempo.
Francesca puso la mano sobre el hombro de su nieto, apretándolo ligeramente.
_No huyas de lo que sientes, bambino. Y yo estoy aquí para apoyarte, siempre.
Nicolás sonrió, sintiéndose un poco más ligero.
_Gracias, nona. Sé que siempre puedo contar contigo.
_Ahora vamos a comer, y después hablaremos de cosas más alegres -propuso Francesca.
El sábado, Rafaela trabajó por la mañana y dejó a un empleado de confianza a cargo del evento que habría por la tarde.
Mientras elegía las flores para el evento, incluyó un ramo especial para su vecina. Rafaela sabía que a Francesca le gustaban mucho las flores, así que decidió llevarle algunas para agradecerle la cena que le había preparado con tanto cariño.
En cuanto llegó al edificio en el que vivía, Rafaela subió directamente al apartamento de Francesca, sosteniendo el ramo con cuidado.
"Le van a encantar", pensó, sintiéndose satisfecha de poder corresponder a su amabilidad. Mientras esperaba el ascensor, se le pasó por la cabeza que tal vez no sería mala idea conocer a su nieto.
Al llegar a la puerta del apartamento de Francesca, Rafaela llamó al timbre con una sonrisa en la cara. Para su sorpresa, cuando la puerta se abrió, quien apareció no fue Francesca, sino Nicolás, el mismo Nicolás que había marcado su vida en el pasado.
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