Capítulo 11

Rafaela llegó temprano a casa esa noche. No había ningún evento grande o especial que necesitara de su presencia, y finalmente tendría tiempo para relajarse. En cuanto abrió la puerta, vio a Francesca saliendo de su apartamento con un recipiente en las manos. La vecina, siempre amable y con una sonrisa acogedora, se acercó a ella.

_¡Buenas noches, bambina! Saludó Francesca, con su característico acento italiano, tendiéndole el recipiente a Rafaela.

_¡Buenas noches, Francesca! ¿Qué es esto? Preguntó Rafaela, curiosa con una sonrisa en el rostro.

_Ah, quería agradecerte por la ayuda con las compras esta mañana. Hice pasta fresca y pensé: ¡le llevaré un poco a Rafaela! La acabo de hacer, está calientita.

Rafaela tomó el recipiente, sintiendo el calor reconfortante en las manos. El delicioso aroma ya se escapaba por la tapa, haciendo que su estómago rugiera.

_ Ah, Francesca, ¡no tenía por qué preocuparse! Pero, sinceramente, estoy muy agradecida, el día fue tan ajetreado, que ni siquiera pude comer algo por la tarde. ¡Seguro que está deliciosa!

Francesca sonrió con un brillo de satisfacción en los ojos.

_Es receta de familia, bambina. La aprendí de mi madre, que la aprendió de mi nona, y así sucesivamente. La pasta está hecha con amor, y lo sentirás al comerla.

Rafaela rió, encantada con el entusiasmo de su vecina.

_¡Ya se me está haciendo agua la boca! Muchas gracias, de verdad.

_¡No hay de qué! Respondió Francesca, acomodándose el chal sobre los hombros. _Disfrútalo, y mañana me dices qué te ha parecido. Ah, y cuando tengas un ratito, ven a tomar un café conmigo. Me gusta conversar contigo.

_¡Claro, me encantará! Dijo Rafaela, sincera.

Francesca hizo un leve gesto de despedida y comenzó a caminar de regreso al ascensor. Antes de entrar, se giró una última vez hacia Rafaela.

_¿Y sabes qué más, bambina? Le hablaré muy bien de ti a mi nieto.

_¿Hablarle de mí a su nieto? ¿Por qué?

_Porque eres una chica amable, educada, y siempre me ayudas, sin pensarlo dos veces. Eso ya es motivo suficiente. Mi nieto necesita conocer a personas como tú.

Rafaela sintió que sus mejillas se sonrojaban levemente, pero lo disimuló con una risa.

_ Francesca, creo que su nieto no necesita que usted me haga propaganda, y viceversa. Respondió con buen humor.

_¿Propaganda? ¡Nada de eso! Es solo la verdad, bambina. Tú eres especial, y él necesita personas especiales en su vida.

Francesca le guiñó un ojo y, antes de que Rafaela pudiera responder, entró en su apartamento con un gesto de despedida.

Rafaela rio, negando con la cabeza, sabiendo que Francesca era una abuela intentando encontrar una esposa para su nieto.

En cuanto entró en casa y dejó el recipiente sobre la mesa, y antes de comer, se dio una ducha y se puso una blusa cómoda. Al volver a la sala, abrió la tapa del recipiente y fue recibida por el irresistible perfume de la pasta fresca. Era sencilla, pero parecía perfecta. Al dar el primer bocado, no pudo contener un suspiro de placer.

_Realmente cocina con amor... Dijo sintiéndose agradecida por la inesperada gentileza.

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El viernes por la noche, Nicolas llegó al apartamento de Francesca cargando una pequeña maleta. Estaba cansado de la semana de trabajo, pero la sonrisa que se formó en el rostro de su abuela al abrir la puerta fue un bálsamo para él.

¡Bambino! Francesca abrió los brazos para abrazarlo. ¡Qué alegría verte por aquí!

Nicolas correspondió al cálido abrazo, sintiendo el consuelo que solo su presencia le proporcionaba.

_Te prometí que vendría, ¿no? Dijo, sonriendo mientras entraba en el apartamento.

Francesca, animada, tomó su maleta y la dejó a un lado.

¡Y has cumplido! ¡Ah, eso merece un brindis! Empezó a caminar hacia la cocina. Estoy preparando tu comida favorita, y la cena ya está casi lista.

Nicolas sonrió, observando el acogedor apartamento decorado con detalles que reflejaban la personalidad de su abuela. Era imposible no sentir la calidez y el amor en cada rincón.

_Exageras, nona. Solo vine porque no podía soportar que siguieras diciendo que me había olvidado de ti. Dijo, provocando la risa de su abuela.

_Bueno, quizá haya exagerado un poco... pero funcionó, ¿no? Francesca le guiñó un ojo mientras empezaba a sacar los platos del armario.

Mientras ayudaba a su abuela a preparar la mesa, Nicolas se sintió bien, como no se había sentido en mucho tiempo. La conversación fluía con facilidad, y Francesca le hablaba de sus idas al mercado, encuentros con los vecinos e historias de su juventud.

_Ah, y hay una cosa... Empezó Francesca, sonriendo de una manera que Nicolas conocía bien.

_¿Qué pasa, nona? Preguntó, tomando los cubiertos.

_He conocido a alguien adorable en este edificio. Se llama Rafaela. Es una vecina increíble y siempre me ayuda cuando la necesito, ya sea con la televisión, con internet o con las compras. Contó.

_¿Rafaela? Repitió Nicolas, frunciendo el ceño al escuchar el nombre familiar.

_¡Sí! Y es tan dulce... Francesca lo miró con una sonrisa sugestiva. _Creo que deberías conocerla.

Nicolas se detuvo un momento, sintiendo una extraña sensación en el pecho, pero intentó disimular.

¿En serio? Se encogió de hombros, fingiendo desinterés. Es bueno que tengas una amiga con la que pueda contar.

Francesca entrecerró los ojos, percibiendo su intento de cambiar de tema.

_Vas a conocerla mañana. Insistió Francesca con una sonrisa.

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