^^^Egipto. 25 de Julio del 2020.
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Habían pasado un par de días desde que Azazel, en compañía de Sariel habían invadido la escuela, burlando las defensas de la misma sin ningún tipo de problema. Dasha Smirnova había ido a Egipto, en busca de la llama eterna, por petición de Azazel. Ella estaba fuera de una gran pirámide, más grande que las demás. Al dar unos pequeños pasos, lo primero que se topó fueron cientos y cientos de jeroglíficos, unos en particular le llamaron la atención, pues se podía observar como un objeto cayó del cielo. Al estar completamente solo el lugar, Dasha no dudo en entrar. La luz del sol era muy tenue, y entre más se adentraba, más difícil era para ella ver, tanto que no podía ver más allá de su nariz, incluso llevando su fuego como método para aluzar. El eco que producían sus pisadas era cada vez más grande, el lugar era enorme.
—¿Por qué tengo que hacer esto yo? —Se preguntó en un pequeño susurro—. ¿No era más sencillo mandar a esos estúpidos brujos de los que tanto habla Sariel? Es un lugar tétrico. Jamás había estado en un lugar tan oscuro. —Dasha siguió caminando, bajando y subiendo variedad de estructuras y escaleras, pero no llegaba a ningún lado, parecía un laberinto. Dasha se detuvo unos minutos para concentrarse, quería saber que es lo que había recorrido y que no, pero cuando estuvo a punto de comenzar a caminar, un eco la hizo quedarse quieta, alerta a cualquier cosa. El sonido era el mismo eco que hacía al caminar, solo que más tenue—. ¿Quién está ahí? —Preguntó violentamente sin recibir respuesta—. Te juro que si no sales, quemaré todo el lugar, contigo en el.
Dasha aún no recibía respuesta, por lo que con su seño fruncido, las llamas negras comenzaron a brotar de ella, pero algo la detiene, era la figura de un hombre muy delgado.
—Si lo haces, lo que viniste a buscar se puede perder. —Era la voz de un anciano, con la voz muy ronca, era calvo y con barba muy abundante; su ropa era vieja y parecía muy sucia.
—¿Quién eres, anciano? —Preguntó la chica un poco nerviosa—. ¿Qué haces aquí?
—Tranquila, no soy nadie importante. —Contestó—. Solo soy un viejo que andaba por aquí.
—Dijiste que lo que vine a buscar se perdería, ¿Sabes lo que es?
—Bueno, se que has venido por algo, y al parecer muy importante para que una chica tan linda entre sola a un lugar como este. —El anciano comenzó a caminar. Dasha sin darse cuenta, comenzó a seguirlo—. A decir verdad aquí no hay nada relevante, el oro fue robado hace años, los sarcófagos de los faraones ahora están en algún museo del mundo, y lo único que quedó aquí fueron las ruinas. —Dasha no sabía que decir, solo se limitaba a escuchar—. Sin embargo, se cosas, alguien tan viejo como yo es lo único que tiene: conocimiento. Sé que has venido por la llama eterna, seguramente Lucifer te mando a buscarla.
—¿Conoces a Lucifer? —Preguntó extrañada.
—Es un viejo amigo. —Contestó con simpleza.
—¿Y a que es genial? Es el ser más perfecto que existe… o por lo menos es lo que me han dicho.
—Si, lo es. Él solía ser una buena persona… que este gobernando el infierno… me hace saber que me equivoqué con él.
—Yo no lo conozco en persona. —Dasha había ignorado por completo lo que él viejo le decía—. Estoy segura que él jamás fue una buena persona, su maldad no tiene precedente.
—Lucifer finge ser así por mi culpa, yo me equivoqué y no pude ayudarlo. No le preste la atención que él se merecía. Él cree que hace lo correcto, que de alguna forma lo que quiere está bien. Es mi culpa que lo crea.
—No se equivoca. Él quiere lo mejor para los demonios y sus criaturas. Jamás conocí de alguien que arriesgará todo por alguien más. Lucifer es el ser más poderoso de la existencia, es misericordioso, perfecto y bello. No tendría problema en dar ni vida por él. Es lo menos que puedo hacer. —Dasha recordó como Lucifer le había salvado la vida, a pesar de no tener que hacerlo.
—De alguna manera, me alegra oír eso. —Él anciano en ningún momento paro de caminar, Dasha simplemente lo seguía—. Lucifer ahora está poseído por la maldad, no entenderá razones por más que se las digan. Espero que algún día se de cuenta de su error. —Dasha quería saber más de Lucifer, pero el anciano cambio totalmente de tema—. ¿Por qué no me hablas de ti?
—O te podría matar en este momento, ¿No habías pensado en eso, verdad? —Dasha no se sentía cómoda al hablar de su persona.
—Si quisieras hacerlo, ya no estaría aquí. —Dasha solo se limito a observar al anciano, quién hablaba y actuaba de una manera aterradoramente calmada, tanto que pudo relajar incluso el mal genio de Dasha.
—Bien, ¿Qué es lo que quieres saber? —Preguntó más tranquila.
—¿Qué fue lo que sentiste? —Preguntó.
—¿Perdón?
—¿Qué es lo que sentiste después de matar a tú padre? —Dasha no sabía que contestar, ¿Cómo era posible que un anciano que jamás había visto supiera algo así?—. Te lo dije, soy alguien viejo que sabe ciertas cosas. —Dasha se sorprendió aún más, era como si pudiera leer su mente. «¿Quién es este sujeto?» Se preguntó. «Nadie debería saberlo.» Dasha, muy a su pesar, no estaba molesta. No estaba incómoda, al contrario, se apenó de que alguien lo supiera.
—Sentí… el poder brotando en mi, una sensación que jamás podré olvidar. Deje de escuchar sus estúpidos sermones.
Me sentí bien de por fin librarme del estúpido anciano que no fue capaz de pelear por lo suyo.
—Ya veo. —Contestó sin más—. Pero no era a lo que me refería… —Él anciano por fin se había detenido, y miro directamente los ojos de Dasha. Tocó con su dedo el pecho de Dasha, seguramente señalando su corazón, haciendo que Dasha quedará totalmente fría por un momento—. Quiero saber que es lo que sentiste justo aquí. —Dasha se sonrojó. Sintió las lágrimas en sus ojos, ocultándolas con irá.
—Si me vuelves a tocar… —Dijo golpeando la mano del anciano—. Será lo último que hagas.
— Vale… lo siento. No volverá a pasar.
—Sabes… me agradas. —Dijo la chica—. Cuando todo esto pase… le pediré personalmente a Lucifer que te deje con vida. Eres al único humano que le he prestado un poco de atención.
—No se que decir sobre eso. Gracias. —Él anciano se veía feliz por las palabras de Dasha, al igual que ella—. En fin, aquí está lo que viniste a buscar. —Dasha es consiente de lo mucho que había caminado sin darse cuenta, él anciano la había entretenido tanto que no notó el fuego que estaba enfrente de ella. Era diferente, no era parecido al fuego normal y era todo lo contrario a sus llamas negras. La llama eterna emitía un calor gratificante, a pesar de ser tan poco, parecía que estaba echo de los mismísimos rayos del sol. La llama estaba sobre un pequeño cáliz de oro con incrustaciones de zafiros y rubíes.
—Así que está es… la legendaria llama eterna. El fuego que sale de la espada de Lucifer. —Dasha lo decía de un modo casi hipnótico.
—No solo lo mires, tómalo. —Dasha se acercó lentamente y con cuidado la tomó. El resplandor era algo fascinante de ver, estaba feliz de que la mandaran a ella.
—¿Quieres acompañarme? Seguramente siendo amigo de Lucifer quieras verlo. —Las palabras de Dasha quedaron en el aire, sin ninguna respuesta. Aquel misterioso hombre había desaparecido por completo, sin dejar rastro, sin decir una sola palabra más. Dasha estaba confundida, quería enojarse con el anciano, después de todo la dejo sin despedirse, pero simplemente no podía.
La pequeña demonio sujetó con fuerza el cáliz, y se disponía a salir de ahí. Quería regresar a Flagstaff lo más rápido posible.
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