Lucifer se sentía humillado, no solo había perdido la oportunidad de algún día gobernar el cielo, si no que Dios se negaba a escucharlo. Pasaron varios días desde su última visita al cielo. Al estar tanto tiempo en el mundo terrenal, había tenido tiempo para observar en las sombras a los humanos. Ahora no solo creía que los humanos eran seres repulsivos, sino que lo había confirmado. No merecían la salvación, Dios había cometido un gran error al considerarlos su más grande creación. Las palabras de Dios se clavaban como navajas en su cabeza: dentro de poco mi hijo nacerá entre los humanos. Sabía que su ausencia pronto se haría notar. No tardó mucho en notar como varios ángeles volaban alrededor del mundo, incluso los arcángeles volaban tratando de encontrarlo. Fueron dos ángeles quienes lo encontraron.
—Lo hemos estado buscando, señor. —Lucifer reconoció la voz rápidamente. Había pasado demasiado tiempo con él—. ¿Se encuentra bien?
— ¿Cómo me encontraron?
—Lamento mucho que lo molestemos, esa nunca fue nuestra intención. Pero Dios está muy molesto con su ausencia, dijo que no quería que se repitiera lo mismo que pasó con el cambia formas.
—Yekun, Akibbel. —Hasta ese momento, Lucifer no había notado la presencia del otro ángel—. No deberían estar aquí. —Ambos se pusieron de rodillas, esperando tal vez un castigo—. De pie. Deberían saber mejor que nadie que no me gusta que hagan eso.
—Señor… —Hablo Akibbel—. Nosotros estamos aquí para protegerlo. Estar aquí solo lo pone en peligro. Los demonios podrían encontrarlo y tenderle una emboscada.
—Agradezco su preocupación, pero no es necesaria. Pero ya que están aquí, quiero pedirles un favor.
—Lo que usted quiera. Será un honor cumplir sus órdenes. —Ambos hablaron a la vez, dando una pequeña reverencia.
—Cuéntenle a Sariel en donde me encuentro, a ella y a nadie más. —Los dos se vieron por un momento, no dudarían en cumplir su orden, pero si les sorprendía que no quisiera subir al cielo—. Después de eso, quiero que convoquen a los ángeles de mi corte, en especial a Azazel, Azrael y si es posible… a Rafael. Una vez reunidos, no deben moverse de Urano. Entren a mi templo y no salgan hasta que todo haya terminado.
—No lo tengo muy claro… señor.
—Solo es eso, pueden irse ya.
Ambos despegaron sus alas sin cuestionar la voluntad de Lucifer.
Pasaron alrededor de diez días más desde que Lucifer había recibido la visita de Yekun y Akibbel, aun sin señal alguna de Sariel, a la que había llamado. Mientras esperaba su llegada, Lucifer seguía con su búsqueda. Solo él podía saber que, o a quien buscaba ya que no se lo había dicho a nadie, y quizás no lo haría jamás. Pasaron cinco días cuando por fin, y sin previo aviso, Sariel lo había encontrado.
— ¡Lucifer! ¿Estás bien? —Sariel parecía estar muy preocupada por él, tanto que ni siquiera presto atención a los humanos que la veían bajar del cielo—. Todos hemos estado muy preocupados por ti, el pobre Rafael esta que muere de la angustia. ¿Todo está bien?
—Haces demasiadas preguntas, Sariel. Es molesto. —Sariel se sobresaltó de la manera tan inusual de contestar de Lucifer, ni siquiera la había mirado a los ojos, y le hablaba de una manera tan fría, algo muy inusual en él.
—Lu…ci…fer… —Sariel no reconocía a Lucifer, actuaba tan extraño que no podía hacerlo—. ¿Qué te ha pasado?
—He abierto los ojos, Sariel. No necesitaras que te lo cuente, ya que pienso demostrarte de lo que estoy hablando.
— ¿Demostrar? ¿Demostrar que? —Lucifer por fin había mirado los ojos confundidos de Sariel. Su sonrisa era la misma de siempre, pero algo había cambiado, algo en ella era diferente. Lucifer extendió sus alas, mientras que todos los humanos que estaban cercas caían al suelo. Era difícil saber si habían perdido el conocimiento, o simplemente habían muerto. Estaba segura que el inmenso poder de Lucifer podría lograr algo como eso. No quiso preguntar.
—Ha llegado la hora de demostrarle que yo puedo ser incluso mejor que él. —Las palabras de Lucifer resonaban fuertemente en la cabeza de Sariel. Sus ojos estaban completamente en blanco, estaba pálida. Sus palabras la habían tomado por sorpresa. Algo estaba mal y lo sabía, sin embargo no era capaz de ponerle un alto a Lucifer. «Mátalo.» Eso es lo que Miguel le hubiera dicho. Pero no era capaz de detener sus palabras, su seriedad y su determinación la tenía conmovida, estaba dispuesta a escucharlo—. Él cree que nosotros somos sus perros, sus fieles amigos que estarán ahí cuando él nos necesite. Que cumpliremos sus deseos aun en contra de lo que nosotros creamos. Es momento de dejarle claro, que el cielo es nuestro, de todos, no solo de él.
— ¿Cómo piensas hacerlo? —Sariel quería saberlo, lo deseaba, el brillo en sus ojos demostraban que seguiría a Lucifer a donde fuera.
—Lo primero es lo primero. Tú y yo sabemos que no podríamos llegar ni al primer reino si vamos nosotros solos. Por eso tenemos que hablar con Uriel, Remiel y Raguel. Si conseguimos más de la mitad del poder de los arcángeles, tomar el cielo no será difícil.
— ¿Qué pasara con Gabriel, Rafael y Miguel?
—Ellos jamás entenderán mis palabras e intentarán detenerme, incluso Rafael. Pero ustedes son diferentes. —Lucifer acariciaba el delicado rostro de Sariel, quien solo se recargaba en su mano y con las suyas tomaba su otra mano, mientras una pequeña sonrisa salía de los dos.
Durante los días siguientes Sariel había escuchado las palabras de Lucifer, su plan no tenía fallas, solo bastaba algo: convencer a los demás. Cinco días después, Sariel se marchó al cielo, con la intención de que los arcángeles que Lucifer había elegido como sus compañeros lo siguieran. Con varias mentiras, Sariel logró atraer a los arcángeles. Les había contado que Lucifer quería arrancarse las alas, y ella sola no podía detenerlo, claro que quisieron llevar a Miguel, pero por la urgencia, solo fueron ellos. Al llegar, Lucifer los esperaba sentado en una gran roca, mirando el cielo. Todos estaban confundidos, mirando con rabia a Sariel, sin embargo Lucifer no tardó en contarles su plan.
— ¿Acaso te has vuelto loco? ¿Cómo puedes pensar en algo como eso? —Uriel cuestionaba fuertemente las palabras de Lucifer, mientras que él solo los miraba con una sonrisa—. Lo que propones se llama traición.
—No es una traición, hermano. Es rebelión. Padre no quiere escuchar nada de nosotros, tu bien sabes que los humanos no merecen el mundo que les ha dado. —Uriel solo apretó los dientes, pues en eso ultimo tenía razón.
—Tan solo piénsalo, Uriel, si los humanos fueran erradicados e hiciéramos nuevos humanos… —Sariel estaba convencida de la voluntad de Lucifer, y quería que sus hermanos lo estuvieran también. No pudo terminar su oración ya que Remiel la interrumpió, completando sus palabras:
—No tendríamos que cuidarlos, tan solo nos limitaríamos a observar y de esa manera no descuidaríamos nuestras obligaciones en el cielo.
—Aunque digamos que tienes razón, hermano, ¿Cómo crearemos vida? Eso es posible solo con el poder de Dios. —Raguel por fin había entrado a la conversación ya que solo estaba escuchando—. Sinceramente Lucifer, a mí no me interesa quien gobierne el cielo. Considero que el bien y el mal pueden cambiar en algunas circunstancias. Lo que dices tiene sentido para mí, pero aún tengo esa duda.
—Tienes razón en eso, solo el poder de Dios puede crear vida, pero yo puedo lograrlo con su ayuda.
Todos se observan entre sí. Las palabras de Lucifer estaban en lo correcto. Con un leve movimiento de su cabeza, Lucifer sonríe antes de decir cualquier otra cosa.
— ¿Están conmigo?
Todos comparten su sonrisa antes de contestar al mismo tiempo, no sin antes ponerse de rodillas.
—Sí, mi señor. —Aceptando de esta manera a Lucifer como su nuevo y único Dios.
Gabriel fue citado en el templo de Dios, no sabía por qué pero fue justo después de que los demás bajaran al mundo humano. Gabriel abrió las grandes puertas del templo de Dios y entró, cerrando las puertas tras él. Camino por unos minutos antes de poder observar las escaleras tan enormes que dirigían al trono, donde la sombra de Dios se podía observar. Miguel y Rafael ya se encontraban ahí, posados de rodillas. Parecía que solo lo esperaban a él.
—La gran urgencia con la que nos ha llamado es de preocuparse, ¿ocurre algo? —Miguel fue el primero en hablar. Levantando levemente su cabeza.
—Los he reunido aquí para hablar de un tema muy delicado. —Recitó aquella enigmática voz.
—Si es tan importante, la ausencia de los demás es aún más notoria. —Rafael y Gabriel se mantenían en silencio, mientras que Miguel era la voz de los tres.
—Lucifer, mi pequeña estrella de la mañana ha sido consumido por la oscuridad. —Rafael parecía ser el más afectado por la noticia—. Y me temo que ha convencido a los demás de pelear por él.
— ¿Qué ha dicho? —Se le escaparon las palabras a Rafael, quien agachó la cabeza tras la mirada de Miguel—. «Debe ser una mentira.»
—Lucifer piensa que lo que hace es lo correcto, su determinación es tanta que no puede notar el error en el que está.
Miguel no contesto nada, no sabía que decir, mientras que Gabriel estaba en shock. Rafael vio esto y decidió hablar, sin importar su castigo.
— ¿Y por qué no ha hecho nada? —Rafael se había puesto de pie. Por la mirada de Miguel, supuso que hizo algo mal, pero ya era tarde para arrepentirse—. Si es verdad que mi hermano Lucifer está en un error, ¿Por qué no ha hecho nada para ayudarlo? En lugar de estar aquí sin hacer nada, debió enviarnos a buscarlo. Debe de estar confundido.
— ¡Rafael! ¡Basta! —Gritó Miguel—. ¿¡Cómo te atreves a cuestionar de esa manera a Dios!?
—Pienso igual que Rafael, Miguel. —Agregó Gabriel—. Puedo comprender que no haya tratado de traerlo al buen camino, pero, ¿Por qué no lo ha detenido?
— Es uno de mis hijos, jamás podría hacer nada en contra de él.
— ¿Y nos pide a nosotros que nos encarguemos del trabajo sucio? —Rafael estaba muy molesto, todos lo sabían. Después de todo, Rafael era discípulo de Lucifer. Era normal que tratara de defenderlo.
—Sé que les pido demasiado, pero no se lo pediría a nadie más. —Miguel también se puso de pie, al igual que Gabriel, ninguno dijo nada más. Gabriel y Rafael salieron del templo, preparados para una guerra. Miguel se quedó un poco más, estaba decepcionado de su hermano. Estaba en un error y quizás no podría hacérselo entender. Pero prometió que nunca más volvería a dudar en la palabra de Dios. Él más que nadie tendría que entender a Lucifer. «Está cometiendo traición.» Pensaba una y otra vez. «Tú también la has cometido, ¿Cómo puedes juzgarlo?». La voz de Dios por fin lo saco de su transe.
—Les pido que de ser posible, eviten matarlos. Tampoco quiero que juzgues a Rafael, él piensa que Lucifer solo está cometiendo un error, pero lo que tiene planeado hacer… es inaceptable. —Miguel con un simple «Con permiso.» se marcha, escuchando a lo lejos las últimas palabras de Dios—. Recuerden que pelearan no con uno, si no cinco arcángeles que portan su arma divina. Deben estar alerta en todo momento.
Sin saber aún que Dios había convocado a sus arcángeles para una lucha, Lucifer y compañía vagaban aun en el mundo terrenal. Estaban completamente corrompidos por la maldad, sin embargo, eso no nublaba su juicio. Junto a ellos había dos hombres, quienes estaban aterrados, el sonido de sus dientes chocando una y otra vez era casi imposible de ignorar.
— ¿Quiénes son ellos, Lucifer? —Preguntó Sariel, observando con cierto asco a los humanos.
—El hombre de cabellera oscura, ojos verdes y esa excesiva barba se llama Eneko, mientras que el otro, el de cabello ondulado color castaño, ojos grises, y flacucho se llama Blas. —Lucifer parecía estar muy contento al estarlos presentando. Incluso parecía que los admiraba.
— ¿Qué hacen estos humanos aquí?
—No son humanos, Uriel. Estas ante la presencia del primer vampiro y el primer hombre lobo. Mis primeras creaciones.
— ¿Qué rayos son esas cosas? ¿Cómo que tus primeras creaciones?
—Estos días he tratado de mejorar a los humanos, y por una fracción de segundos pude alcanzar el nivel de Dios. Creando a estas criaturas. Eneko es el vampiro, una criatura inmortal… parcialmente; veloz; fuerte; incluso si lo desea podría llegar a manipular la mente de los demás.
—Hermano… —Habló Raguel—. No lo tomes a mal, pero es imposible que alguien tan perfecto exista. Ni siquiera Dios es capaz de algo como eso.
—Eso es porque yo soy mejor que él. No me vuelvas a comparar con él, ¡Jamás! —Raguel no tuvo más opción que agachar la cabeza, con un poco de miedo en sus ojos—. Pero tienes razón, no son perfectos. El costo de este poder será una sed de sangre que no va a poder controlar; si algo atraviesa su corazón, o bien, si le es arrancado, este morirá. Lamentablemente solo será una criatura de noche, pueden ver como se esconde entre los árboles, buscando una sombra, eso es porque los rayos del sol son mortales para ellos, los convertirán en ceniza en tan solo segundos. Pero esto fue porque yo lo elegí, de esa manera habrá un balance entre la vida del planeta.
— ¿Qué me dices del hombre lobo?
—Bueno, será una bestia poderosa. Tendrá una resistencia y regeneración sobrehumana. No le afectara la luz del sol, pero solo bajo la Luna Llena podrán sacar su verdadero poder, aunque eso también les hará perder el control. Los hará violentos. Los hará una máquina de matar. — Lucifer se hace una pequeña cortada en la palma de su mano, he incita a los demás que hagan lo mismo. La sangre corría entre sus manos, cayendo gotas al suelo, donde sin previo aviso una luz comienza a brillar alrededor de ellos. Formando un pentagrama de sangre, donde de ellos se formaban varias figuras con el polvo. Cientos y cientos de personas comenzaban a salir de ellos, sin embargo parecían estar dormidos. Lucifer extrajo un poco de poder de los arcángeles y de él mismo, formando una esfera de color verde muy extraña—. Su misión será darles a todas estas personas una fracción de este poder, de esta manera, ellos serán capaces de despertar, ellos tomaron la esfera, con miedo de molestar a Lucifer.
— ¿Qué es esto? —Pregunto Blas, mirando fijamente la esfera.
—Ese es un regalo para mis creaciones, ustedes se encargaran de compartir ese don con todas estas personas. De esta manera, los vampiros, los hombres lobo, los elfos, los brujos, las hadas, las sirenas, cerberos y basiliscos heredaran la tierra. Dando paso a un nuevo mundo.
— ¿No crees que sería mejor que fuéramos nosotros quienes se encarguen de esa tarea? —Uriel no estaba muy contento de que Lucifer les encargara algo tan importante a esos dos, sin embargo Lucifer solo muestra una sonrisa, haciendo que Uriel apriete los dientes con el ceño fruncido—. ¿Qué te parece tan divertido?
—Hermanos, nosotros tenemos una tarea mucho más divertida que esa. —Lucifer extendió sus impresionantes alas, haciendo que Eneko y Blas se asustaran—. Nosotros nos apoderaremos del cielo. —Sin decir nada más, Lucifer, como si de una bala se tratara, se dirigía al cielo, siendo seguido rápidamente por todos los demás, dejando de tras suyo varias plumas de sus alas, una de ellas recogida por Blas, quien los observa con miedo y alivio alejarse de ellos. Por varios minutos el sonido de sus alas contra el viento era la única forma de saber que estaban ahí, hasta que Lucifer movió sus labios—. Si Rafael está ahí, les pediré que no lo lastimen demasiado.
Todos voltearon a verlo, preguntándose porque Lucifer piensa que hay una posibilidad de que Rafael no esté ahí, claro que lo estará, es un protector del cielo, y seguramente ya sabían que se dirigían. Una guerra entre ángeles no se había liberado desde hace mucho, por lo que estaban un poco nerviosos, pero también estaban deseosos de demostrar su superioridad contra sus hermanos.
—Bien, ya que no nos podemos acercar a Rafael, yo acabaré con Gabriel. —Uriel habló con una sonrisa en el rostro—. Siempre se a creído mejor que yo. Siempre ha sido uno de los favoritos de Dios. Será un placer para mí acabar con él.
—Gabriel no me interesa en lo más mínimo, pueden hacer con él lo que les plazca. —Dijo Lucifer, apagando la sonrisa de Uriel. Siendo el centro de atención—. Pero ninguno se acerque demasiado a Miguel. Sin dudarlo, él los matará sin ningún problema.
Ninguno dijo lo contrario, todos sabían que Miguel era el arcángel más poderoso, solo igualado por Lucifer. Aún así, ellos sabían que Lucifer lo decía por otro motivo, no solo su seguridad: él quería luchar contra Miguel. Ninguno es más fuerte que el otro, o por lo menos eso es lo que siempre se ha dicho. Nunca los habían visto pelear.
No tardaron mucho en llegar a las puertas del cielo. Esperaban que fuera Nathaniel la primera defensa contra ellos, sin embargo las puertas estaban solas. Nathaniel no se encontraba ahí. Lucifer volteo por todas partes, tratando de buscarlo pero fue inútil. Se dirigió a las puertas, una enorme estructura de oro con dibujos por todos lados, mientras que un enorme muro estaba a su lado, teniendo kilómetros y kilómetros de ancho y de largo, siendo imposible de rodear o saltar, incluso volando. Lucifer trato de abrir las puertas, sin embargo estás no respondían, la entrada al cielo se les era negada.
—Así que ya sabías que vendría. —Susurró, ninguno de sus acompañantes lo escuchó—. Eso no me detendrá.
Tomó con su mano derecha la espada llameante, y de un solo tajo corto las puertas del cielo, cayendo ante sus pies. Sariel tuvo que volar lo más rápido que pudo para no ser aplastada. Lucifer comenzó a escuchar sus quejas sin prestarle total atención. Su mirada se dirigía al ejército que estaba justo enfrente de ellos, bajando desde el primer reino. Miguel estaba en la cabeza de todos, mientras que justo de tras de él estaban Rafael y Gabriel. Lucifer miro por unos segundos a Rafael, quién no podía sostenerle la mirada. También notó que el ejército no estaba completo. Los serafines no estaban ahí, al igual que toda su corte. Yekun y Akibbel habían hecho lo que se les había pedido. Su sonrisa era aún mayor, ya que si los enfrentaban por separado, la conquista del cielo sería mucho más sencillo.
—Recuerden que no hay que matarlos. —Escuchó decir a Miguel—. Se enfrentarán a los protectores del cielo, no se vayan a confiar.
—¡Lamento haber hecho eso! —Gritó tratando de tener la atención de Miguel—. Por alguna extraña razón las puertas no se abrieron. Seguramente se trata de un error.
La sonrisa de Lucifer hacía que la sangre le hirviera a Miguel. Lucifer por el momento no estaba interesado en pelear, si no en convencer a los ángeles a unirse a él, a lo que todos se negaron. Estaba seguro que ganaría, Miguel era el único que podría detenerlo. Si el caía, todos los demás se unirían a él.
—Ya no son bienvenidos. Será mejor que se marchen por dónde vinieron. Este ya no es su hogar y no les permitiré el paso. —Miguel sujetaba con fuerza su escudo, mientras daba pequeños pasos hacia enfrente—. Será mejor evitar una batalla innecesaria. No quiero ser el responsable de la muerte de uno de nosotros.
—Nadie quiere una batalla. Yo no vine a este lugar con un ejército. —Lucifer comenzó a reír—. Aún están a tiempo ustedes tres. Si me juran lealtad no tendré ningún problema en dejarlos entrar al cielo y servir a su nuevo gobernante, incluso conservarán su título. —Pudo ver la duda en Rafael, quién miraba a Miguel, esperando su respuesta, pero nunca llegó—. Juntos seremos imparables, podremos hacer de todos los reinos un mundo mejor.
—Tú corazón está lleno de maldad. Él Lucifer que conozco jamás levantaría su espada contra Dios. Ni contra nosotros. —Miguel, con mucha calma trataba de tranquilizar a su ejército, quién comenzó a tener dudas. Levantando su escudo en señal de amenaza.
— ¿Maldad? —Lucifer cuestionaba esa pregunta una y otra vez. Negando con la cabeza—. Él único malvado aquí es a quien tratan de proteger. Les niega todo el poder que se les puede dar a esos humanos por su propio bienestar. Por miedo a que ya no lo llamen Dios. Me sorprende que no hayan notado lo engreído que es. Incluso prefiere que cientos de ustedes mueran en lugar de enfrentarme directamente. Esa es la verdadera maldad.
—¡Estás mintiendo! —Gritó furioso Gabriel—. Sariel, Uriel, Raguel, Remiel. Todos ustedes deben saber el error que están cometiendo al seguirlo.
—¿Realmente estoy mintiendo? Lo que hace Dios es injusto, obligarlos a cuidar criaturas inferiores y negarles el poder es una completa injusticia. Ustedes se dicen ser los protectores del cielo, los que llevan la justicia, ¿Por qué no lo quieren ver?
—Lucifer nos abrió los ojos. —Hablo Sariel—. Ahora entiendo todas esas injusticias.
Miguel miro a Sariel muy decepcionado.
—Jamás tendrás el cielo, Lucifer. —Miguel estaba cada vez más molesto por la actitud de sus hermanos. Lucifer solo sonríe.
—¿Ustedes me detendrán? No creo que puedas hacerlo. —Una extraña luz de color blanco comenzaba a emanar de las manos de Lucifer, era tan incandescente que todos ahí se tuvieron que tapar los ojos unos segundos. Miguel fue el primero en abrir los ojos y Lucifer pudo ver su cara totalmente pálida, sorprendido por lo que veía—. Están a punto de conocer a un nuevo Dios.
—El… el poder que se siente… es como el de nosotros—. Dijo con dificultades Gabriel, quién apenas y podía ver la sonrisa de Lucifer.
—Te equivocas… —Contestó Miguel—. Es muy superior al de nosotros.
Lucifer había encontrado por fin lo que había estado buscando en el mundo terrenal: el heredero al trono, el legítimo sucesor, el hijo de Dios. Lo tenía justo entre sus brazos.
Rafael estaba perplejo, entendió que quién estaba enfrente suyo no era Lucifer. Sin pensarlo, y sin la autorización de Miguel, se lanzó contra Lucifer.
—¡Suéltalo! —Gritó tomando su arco, listo para disparar una flecha en el pecho de Lucifer, sin embargo es interceptado por Remiel, quién junto a su lanza se movía con una velocidad inaudita, como si se tratara de un relámpago. Rafael a duras penas pudo detener sus estocadas con su arco. Rafael estaba en clara desventaja, lo que hizo borrar la sonrisa de Lucifer. Observando el combate.
—Remiel, ¿Por qué haces esto?
—No seas tonto, Rafael. Comparado con nosotros no eres más que un bebé. —Contestó con una sonrisa—. Lucifer fue muy claro. Tendré que pedirle disculpas después.
—¡Eres patético! ¿¡Realmente pretenden humillarse de esta manera!? —La lanza del destino de Remiel era una de las armas divinas más peligrosas, ya que con ella podría ver el futuro. No tendrá oportunidad contra él. Rafael sin ningún motivo deja caer su arco y se despoja de su armadura—. No necesito ninguna protección, arriesgaré mi vida por Dios.
Remiel no puede parar de reír. Sin el arco de la salvación Rafael no podrá hacer nada contra él, por lo que con un chasquido, su lanza desaparece.
—Sin duda alguna es de admirar que seas tan valiente.
Con una simple sonrisa entre ambos, Remiel acepta su desafío y ambos comienzan a luchar puño a puño. Los golpes eran tan fuertes que incluso se podía sentir una pequeña vibración en el aire. Sin previo aviso ambos vuelan para continuar su combate desde los aires. «Fue muy listo de tú parte, Rafael.» Pensó Lucifer. «Sin la lanza, quizás pueda ganarle. Ojalá te hubieras unido a mi, pequeño.» Lucifer estaba tan perdido en sus pensamientos que notó como Gabriel guiaba a una parte de los ángeles a atacarlo directamente, empuñando su sable de la piedad. Lucifer ni siquiera notó como estuvo a punto de arrebatarle al hijo de Dios. Uriel por su parte si que lo notó, arrojándolo fuertemente hacia su ejército, derribando a varios ángeles. Todo esto gracias a su Mangual de la destrucción. Los ángeles que habían esquivado a Gabriel rodeaban a Uriel, sin embargo este no les prestaba la más mínima atención. Solo veía a Gabriel levantándose.
—¿Eso es todo lo que tienes, Uriel? —Reía mientras se limpiaba la sangre de la boca. Aún no se ponía completamente de pie cuando Uriel lo golpeó de nuevo, fuerte y repetidamente con sus puños, haciendo que su sangre corra por toda su armadura. Gabriel aún así solo reía, molestando más y más a Uriel. Quién perdía la paciencia. Su sorpresa fue grande cuando el último golpe fue detenido con las manos de Gabriel, haciéndolo enojar aún más—. De verdad, ¿Eso es todo?
—Supongo que te sientes muy poderoso, ¿No Gabriel? Siempre fuiste uno de los favoritos de Dios, incluso después de hacer lo que hiciste, él te perdonó y te entregó el sexto reino. Me alegra saber que seré yo quien acabe contigo. —Uriel trata de tomar su Mangual con su mano libre, sin embargo es perforado justo en medio de su mano por el sable de Gabriel, aunque no demostró dolor, si le sorprendió—. Esto se está poniendo interesante.
Mientras están forcejeando, Uriel nota como los ángeles se acercan a ellos. Es incapaz de defenderse mientras Gabriel lo está sujetando. Con un fuerte tirón, el sable de Gabriel corta a la mitad la mano de Uriel, quién lo hizo con la intención de liberarse, sin embargo Gabriel aprovecha para darle un fuerte golpe, lanzándolo a varios metros de ahí. Gabriel aferra su sable fuertemente y se dirige a acabar con Uriel.
Sariel y Raguel se encontraban rodeados de ángeles, eran demasiado pero no mostraban ni un poco de preocupación, incluso comienzan a hablar. Sariel estaba nerviosa pero excitada, jamás imagino estar peleando por el trono de Dios. Raguel por su parte le recuerda que no debe matar demasiados ya que necesitarían un ejército una vez que Lucifer suba al trono. Raguel tomo sus dagas del tormento y comenzó a matar a cualquiera que se atreviera a luchar contra él, mientras que Sariel ahorcaba a varios más usando su látigo de la rendición.
Por otra parte, se encontraban frente a frente Miguel y Lucifer, él cual aún tenía al bebé entre sus brazos.
—Aún estás a tiempo, hermano. Deja ese niño y ruégale a Dios que te perdone.
—¿Rogarle? ¿Por qué haría algo como eso? Es así como me quiere tener. A sus pies. No pienso permitirlo. —Los ojos de Lucifer comenzaron a cambiar de color, los ojos claros se convirtieron en dos pedazos de carbón, mientras que una extraña luz desprendía del bebé y era absorbida por Lucifer—. Él ya no es mi señor, y dentro de poco, el será quien me llame Dios. —La voz de Lucifer comenzó a volverse más grave; sus alas blancas y emplumadas se tiñeron de oscuridad; su cabello corría por toda su espalda y justo en la frente dos cuernos aparecieron. Lucifer ya no era el mismo, aunque conservaba toda su belleza. El aura de paz que emanaba cambió por odio y rencor. Miguel lo veía con miedo, quizás preguntándose por qué Lucifer hacía tal cosa. Lucifer notó como Miguel se preparaba para atacarlo, a pesar de todo él pretendía detenerlo. Lucifer no necesita ni siquiera mover un solo dedo para repelerlo bruscamente, destruyendo por completo su armadura. Salvando su vida gracias a su escudo de la fe.
—Aún no lo entiendes, ¿Verdad? El apocalipsis llegó Miguel. —Miguel intentaba levantarse, pero le era muy difícil, de no ser por su escudo, ese simple ataque lo hubiera matado—. Pero no tienes por qué preocuparte, yo no seré como él, aquellos que sean fieles a mí, tendrán parte de mi poder.
En ese momento, al igual que Lucifer, las alas de sus seguidores cambiaron a un color negro intenso; un par de cuernos un poco más pequeños que los de Lucifer; la túnica que cubría sus armaduras se desvaneció, convirtiéndose en una capa, roja para Remiel, negra para Uriel, blanco amarillenta para Sariel y blanca para Raguel. Su poder era muy superior ahora, siendo únicamente superados por Dios y Lucifer.
—Este poder es increíble, ¿No lo crees, Gabriel? —Uriel bromeaba teniendo sujetado a Gabriel del cuello, mientras que este sujetaba sus brazos, tratando de que lo soltara. Poco a poco, Gabriel comenzó a perder las fuerzas, soltando poco a poco, hasta que Uriel simplemente lo suelta—. ¿Eso es todo? Eres basura. Ya no me interesa seguir luchando contigo.
Sin darle el golpe de gracia, Uriel se dirigió hacia Lucifer, mientras que Remiel, aunque lastimando se veía muy superior a Rafael, quién estaba exhausto. Ya no le interesaba lastimar más a Rafael, por lo que siguió a Uriel, dirigiéndose ambos con Lucifer. Por otro lado, Sariel y Raguel estaban locos de poder y llenos de sangre. No paraban de reír. Los ángeles yacían muertos alrededor de ellos, ya nadie quería pelear, por lo que ambos se dirigen con sus hermanos. Lucifer por fin había conseguido lo que quería: ser superior a Dios. Nadie podía detenerlo ahora.
—Miguel, ¿Aún dudas de mis palabras? —Miguel a pesar de todo se veía tranquilo, Gabriel y Rafael lo ayudaron a ponerse de pie—. Ellos ahora son mis jinetes. Si hubieran sido un poco más listos, no tendrían que sufrir mi ira.
—Te equivocas, Lucifer. Estás justo donde quería. —Los cinco se sorprenden ante las palabras de Miguel, mientras que una extraña luz los rodea. Incapaces de moverse.
—¿Qué esta pasando Lucifer? —Preguntó Sariel, quién estaba siendo arrastrada hacía abajo.
—¡Mí poder está disminuyendo! —Uriel se encontraba en la misma situación que Sariel, al igual que los demás. Lucifer por otra parte solo sonríe y toma su espada, pero una flecha en su mano hace que este la suelte. Rafael, llorando veía fijamente a Lucifer, quién lo miraba de una manera extraña. Todos empezaron a caer del cielo en la luz de Dios. Primero callo Raguel seguido de Remiel, Sariel y Uriel. Sin embargo algo pasaba, Lucifer aunque estaba un poco agotado era cuestión de tiempo para que se liberara, lo que hace que Gabriel se asuste, ya que si eso fallaba, no había otra manera de detenerlo. Miguel, en un último esfuerzo y con la ayuda del mismísimo Dios hace que el poder de Lucifer se divida en cinco partes. No tarda mucho en que una de ellas regrese al cuerpo de Lucifer. Sabía que no lograría recuperarlas a tiempo, por lo que decide algo inimaginable para él: decide mandar su poder al mundo humano. Esto con la intención de que Dios no le arrebatara su poder. Al hacer eso, Lucifer consume mucha energía por lo que queda completamente debilitado, siendo arrastrado por la luz de Dios.
—Hermano… querías un reino… ahora lo tienes. —Decía en un susurro Miguel mientras caminaba despacio, en busca de la espada de Lucifer—. Padre fue misericordioso y te premió con el infierno, seguramente será de tú agrado. Ahí no hay más que muerte y oscuridad. —Miguel estaba a punto de recoger la espada, sin embargo un ángel se adelanta a él de una manera muy rápida. Miguel ni siquiera vio el momento en que la tomó—. ¡Azazel! —Gritaba desesperadamente al ver cómo aquel ángel se marchaba junto con la espada. Gabriel trato de seguirlo, pero Azazel es mucho más rápido que él. Con un movimiento de Miguel, la misma luz que derrotó al poderoso Lucifer comienza a rodear a Azazel. Ya sabía lo que seguiría. Lo vio. En su último acto antes de ser arrastrado al infierno, Azazel lanza la espada al mundo terrenal, dónde Gabriel la perdió de vista.
—¡Tenemos que recuperar esa espada! —Rafael y un grupo de ángeles pretendía ir en busca de la espada, pero son detenidos por Miguel.
—La estrella de la mañana no podrá ser portada por ningún mortal. Quizás ese será el lugar más seguro para resguardarla. Nadie sabrá nunca de su existencia ni de su paradero.
Miguel entonces voló hasta el mundo terrenal, observando su escudo por unos segundos. «La maldad te consumió, pero aún eres mi hermano. Se que algún día volverás y nos enfrentaremos una vez más, y aunque tú poder es inmenso, no sería justo que pelearas contra mi utilizando mi arma divina.» Los pensamientos de Miguel estaban con un poco de dudas, sabía que no tenía que hacerlo, pero ya había tomado una decisión. Sin ver en dónde caía, se marcha mientras el escudo cae por los cielos al mundo terrenal.
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