En unos cuantos minutos iban ya atravesando la ciudad rumbo a la casa de Octavio, Owen iba profundamente dormido. Mientras seguían hacia el sur por la ruta 43, Octavio mantuvo la velocidad del auto por debajo del límite. En condiciones normales el viaje requeriría al menos una hora y media, pero él quería todo el tiempo posible para contemplar al niño; simplemente, contemplarlo.
Estaba acurrucado apoyando la cabeza contra la portezuela.
Se ve un poco asustado pensó Octavio mientras se adentraba más y más en la oscuridad dek túnel. ¡Qué diantres! Es lo más natural. Después de todo había despertado hacía unas 20 horas en la cálida seguridad de su aldea nativa. ¿Estaría asustado al abordar aquella mañana el vuelo que lo llevaría a México? ¿Habría estado alguna vez fuera del mediodía de Wisconsin? (Ese era un tema seguro y agradable del que podrían hablar al día siguiente).
¿Habría estado esperándolo en Estados Unidos alguien de la compañía del aeropuerto, tal como lo prometieron? Esto lo había preocupado: un pequeño que tenía que cambiar de avión por sí solo. ¿Habría sabido qué decir? Era evidente que sí. Además, parecía tener tanta seguridad en sí mismo para ser un niño de nueve años...
Nueve años, había vivido casi una década sin que Octavio supiera siquiera de su existencia. Y él todavía no sabe que yo existo. Octavio se preguntaba qué le habría dicho Lourdes acerca de su padre.
Miraba al niño dormido y pensaba, tú eres un extraño en tierra ajena, a muchos miles de kilómetros de tu hogar y sin saber que yo, que estoy sentado aquí, a tu lado, soy tu padre.
¿Qué dirías si lo supieras? ¿Te ha hecho falta conocerme? Volvió a mirarlo. Y a mí, ¿me ha hecho falta el conocerte?
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El chico despertó en el momento preciso en que pasaban por por un camino bordeado de flores. Vio la señal del camino.
¿Es allí donde está la roca?, preguntó.
Sí, ya tendremos ocasión de visitarla, visitaremos todos los lugares famosos mientras estás aquí, luego, iremos a Cancún y también a Acapulco.
¿Hay un lugar llamado Acapulco?, rió el pequeño Owen.
Octavio sonrió con él y contestó:
Sí está en el estado de Guerrero.
¿Y quién inventó ese nombre? Nunca lo había escuchado.
Imagino que alguien que deseaba visitar un lugar tan hermoso, bromeó Octavio, haciéndolo reír de nuevo.
"Qué bueno", pensó Octavio, "ya se rompió el hielo".
Unos minutos después pasaron frente a otra señal importante del camino.
Ese sí es un nombre razonable, comentó Owen con una sonrisa en la que había cierta picardía.
Monclova, Coahuila, dijo Octavio.
¿Podremos ir alguna vez?, tanteó el pequeño.
Sí, repuso Octavio sonriéndole.
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Chihuahua, Chihuahua.
Octavio no quería que el día que terminara pero acabaría en unos minutos tu mujer y sus hijas estaban esperándolos.
¿Sabes algo acerca de mis hijos, Owen?
Sí, Jaime dice que tienes dos hijas y que tu esposa es muy amable.
Lo es, confesó Octavio.
¿También ella conocía a mi madre?, preguntó.
"¡Jesucristo! ¡No vayas a preguntarle eso a Andrea, Owen", pensó Octavio.
Bueno... sí, un poco a distancia.
Entonces tú fuiste su amigo más íntimo.
Sí, completó Octavio, y luego se dio cuenta de que debía añadir: ...y la quise mucho.
Es verdad, corroboró el pequeño con voz suave.
En ese momento llegaban a la esquina de su cuadra, en medio minuto más estarían allí.
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Todos se quedaron viendo al niño con emociones diferentes.
Andrea sintió un temblor interior. Pensó haber estado preparada para ese momento, pero en realidad no era así. Aquel pequeño que estaba de pie en la sala de su casa era de "él". Era hijo de su esposo, la conmoción superó con creces todo lo que ella había imaginado, porque en ese momento estaba consciente de que una parte de su ser estuvo rehusándose a aceptar la verdad. En cambio, ahora no existía fuga posible. La prueba estaba de pie ante ella, medía un metro 20 cm de estatura.
Hola, Owen, nos da gusto que estés con nosotros.
Fue lo más que pudo decir. Cada sílaba representaba un doloroso esfuerzo. ¿Había notado él que no podía sonreír?
Gracias, señora, respondió, estoy muy agradecido por su invitación.
¡Hola! Yo soy Silvia.
Mucho gusto, repuso con una sonrisa y conquistó el corazón de Silvia.
Al fin habló la aristócrata de la familia:
Hola Owen, yo soy Mónica. ¿Tuviste un buen viaje?
Sí, señorita. Your English is dazzling.
¿Qué?
Mónica estaba preparada para hablar inglés, pero no para entenderlo.
Mientras tanto, Octavio observaba a los chicos hablar, y pensaba: "¡Dios mío!, todos son hijos míos".
Su español es magnífico, planteó Silvia a su hermana, y tu inglés es terrible.
¡Silvia!
Un gruñido de Mónica contra su hermana, acompañado de miradas capaces de enviarla a la guillotina.
Terrible, no es la palabra adecuada, comentó Owen con diplomacia, tal vez quisiste decir espléndida.
Mónica se sintió reconfortada. Aquel sería un magnífico verano.
Señora...
Owen se había acercado a Andrea. Metió mano en su bolsa de vuelo y sacó un amasijo de... arcilla. Parecía un paquete pesado de goma de mascar dosificada. Extendió la mano y lo ofreció a Andrea.
Oh, gracias, sonrió ella.
¿Qué es?, preguntó Silvia.
Owen buscó en su vocabulario pero no pudo encontrar la palabra, se dirigió a Octavio.
¿Cómo se dice ashtray?
Cenicero, replicó Octavio.
De pronto recordó que Lourdes fumaba. Es más, parecía que en Wisconsin fumaba todo el mundo.
Gracias, repitió Andrea. ¿Es... hecho a mano?
Sí, repuso el pequeño, en nuestra clase de cerámica.
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Comments
Ruth Stella
xo q pasaria si no es su hijo ?
2024-05-16
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