¿Cómo le haré?

Para esa hora el camino estaba despejado, y llegó relativamente pronto a su casa. Hubiera deseado que hubiera más tráfico para tardar más en hablar con su esposa.

"Pero, ¿qué voy a decirle?, ¿cómo la voy a enfrentar?, no tengo la menor idea", pensaba Octavio.

Silvia, su hija menor de 9 años le le dijo al verlo entrar:

¿Por qué llegas tan tarde, Octavio?, ella quería tomar el lugar de su madre, algún día quería llegar a ser como ella.

Tuve una reunión muy importante con algunos proveedores, pero ya estoy aquí, ¿dónde está tu madre?

Silvia señaló hacia la cocina.

Ahí, Andrea señaló hacia la cocina y se fue a su cuarto.

Mónica, de 12 años, platicaba con Andrea sobre los hombres. Mónica decía que existían varios tipos de hombres: los prepotentes, los mentecatos, los infieles, los insoportables, los malnacidos, etc. De verdad mamá no hay ningún tipo decente en toda la escuela.

Cálmate hija, eres muy chica para pensar en esas cosas. Por lo pronto, tu único problema será estudiar hijita.

Octavio entró interrumpiendo la plática, decidió comportarse con la mayor naturalidad del mundo.

¿De qué tanto platican ustedes dos, eh? Mis princesas hermosas.

Mónica dice que no existen hombres buenos en su escuela.

Pero, ¿cómo puedes pensar esas cosas hija? Si eres muy pequeña aún.

Sí papá, pero uno debe de prepararse para todo en esta vida y los hombres de la escuela no sirven para nada.

Entonces, ¿qué te parece si te cambiamos de escuela?, dijo él en son de broma.

Ay papá me desespera tu falta de criterio. Debes de saber que yo no me voy a casar con cualquiera. Para eso debo buscar a un hombre que sea responsable y trabajador, cariñoso y, además, que tenga mucho dinero.

Te comprendo hija, pero ahorita lo que más importa es que tú sigas tus estudios y te prepares mucho para un futuro. Uno nunca sabe lo que nos depare y debemos estar prácticamente preparadas para todo lo que venga. Esa será tu mejor arma.

Andrea miró a su esposo con indulgencia.

Octavio siguió hablando, ¿y qué es lo que propone señorita?

Si nos cambiáramos de ciudad, tal vez encontraría al hombre adecuado papá.

Octavio y Andrea cruzaron miradas, ninguno de los dos entendía por qué su hija hablaba de esa forma.

Mamá conoce la solución... Continuó diciendo Mónica.

Mónica quiere participar en uno de los planes de verano que organizan en su escuela para adolescentes, y es en Europa. Dijo Andrea sin saber si hacía bien o mal en decir eso.

El problema es que ella todavía no es adolescente, dijo Octavio.

Papá, aunque no lo creas, tengo la edad suficiente para poder asistir a ese concurso, no seas tan quisquilloso, suspiró Mónica.

Pero también tienes la edad suficiente para poder esperar un año. No hay ninguna prisa.

Papá ya no quiero pasar otro verano con esta familia, de verdad que fastidian mucho.

Entonces, consíguete un trabajo.

Papá, sabes bien que no tengo edad para trabajar.

¿Qué es "lo que queríamos demostrar", señorita Saldaña?, concluyó Octavio con aire triunfal.

Por favor ahórrame todas tus argucias académicas, ¿quieres? ¿qué tal si hay una guerra nuclear?, podría morirme sin haber visitado Europa.

Mónica, interpuso Octavio, disfrutando el interludio a todas sus ansiedades, de buena fuente sé que no habrá guerra nuclear al menos durante los próximos 3 años. En consecuencia tienes tiempo de sobra para visitar Europa antes de que nos hagan polvo.

¡Vamos, papá, no seas cruel!

Mónica, fuiste tú la que escogió el tema. Intervino Andrea, que siempre era un juez Imparcial en los encuentros de entrenamiento entre padre e hija.

¡Oh Señor! ¡Ustedes no tiene remedio!, volvió a suspirar Mónica, con desdén mientras se alejaba de la cocina.

Ahora estaban solos, ¿Por qué tenía que lucir tan bella esta noche?, pensó Octavio.

Me gustaría que proscribieran la pubertad, comentó Andrea.

Al mismo tiempo avanzó hacia él en busca del abrazo diario del atardecer, que había estado esperando desde el desayuno. Le puso los brazos alrededor del cuello.

¿Por qué llegaste tarde? ¿acaso tienes nuevos proveedores para tu empresa?

Como siempre. Hoy su postura era de una rareza más que pasmosa.

A lo largo de muchos años de conversación, íntima marido y mujer habían ido elaborando una especie de lenguaje_clave. Por ejemplo el departamento de Octavio tenía tres hombres, dos mujeres, y un proveedor extra, por aquello de las dudas.

Todos los amigos de Octavio tenían un sobrenombre: "El búho y la gatita nos invitaron a cenar el sábado con Claudia". ¿Sola? ¿Qué pasó con el simio? Volvió con su mujer". Y así...

Su matrimonio vibraba muy al unísono y Andrea tenía unas antenas infalibles para percibir las emociones de Octavio.

¿Te sientes bien?

¡Claro que sí!, ¿por qué me lo preguntas?

Te noto un poco pálido.

Es palidez por el trabajo, tal vez si nos vayamos de vacaciones, pronto estaría como nuevo.

Bueno, ya lo veremos pero por lo pronto prométeme que no harás nada de trabajo hoy en la noche.

De acuerdo...

(Como si hubiera podido siquiera concentrarse en algo).

¿Has recibido algunas ofertas de trabajo?, preguntó Octavio.

Nada importante, todavía ando chapoteando en ese pantano de gente sin quehacer. Y me arrastran con ellos, pero no me dejaré. Te advierto que para ser profesor universitario, Vicente tiene en su prosa más almidón que una lavandería.

Querida, si todos los maestros fueran tan buenos como Vicente, tú estarías sin trabajo. Pero, en fin, ni tú ni yo vamos a trabajar esta noche.

Muy bien... ¿qué planes tienes?

Un brillo iluminó los verdes ojos de Andrea al hacer esa pregunta. Octavio le dolía el corazón al pensar en lo que ella tendría que oír .

Te amo, se limitó a decirle.

Muy bien, pero mientras tanto, pon la mesa. ¿quieres?

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