Mis hijos...

Yo también tengo clase de cerámica, intervino Silvia, para que él viera cuánto había de común entre los dos.

¡Oh!, exclamó Owen.

"¡Uy!, pensó Silvia. Es realmente guapo".

Andrea tomó el regalo y lo observó, después de todo la intención era buena. Era un gesto delicado, un cenicero de cerámica firmado por el artesano que lo había hecho.

Quieres tomar algo preguntó Mónica, lista para volar en busca del coñac, del agua mineral o de cualquier bebida que pudiera ocurrirsele al caballero estadounidense.

No gracias, Mónica, no tengo sed.

Comprendo, repuso ella con orgullo.

¿Qué nos cuentas de Wisconsin, Owen?, preguntó Silvia, ansiosa de conservar su parte en la atención del huésped.

Octavio consideró prudente abreviar aquella conversación.

Tendremos mucho tiempo para discutir temas, chicas; creo que ahora Owen está bastante cansado, ¿no es cierto, Owen?

Un poco, concedió el chico.

Tu cuarto está frente al mío, explicó Silvia.

Moni estaba para echar humo. Si Silvia continuaba con sus impertinentes seducciones, ella acabaría por morir de mortificación. ¡Cielos! ¿Qué pensaría él?

Voy a subir su equipaje, le advirtió Octavio a Andrea.

No, yo se lo llevo, replicó la aludida tomando la maleta verde (¿habrá sido de ella?); luego, dijo: Por aquí, Owen, y empezó a subir las escaleras.

Buenas noches, dijo el pequeño en tono tímido, y, dándose vuelta subió detrás de ella.

En cuanto se perdieron de vista, Octavio se dirigió al bar.

¡Vaya, sí que es atractivo!, musitó Silvia.

Tú eres una vergüenza superlativa, señorita Saldaña, gruñó Moni, no tienes ni la más remota idea de cómo dirigirte a un estadounidense.

Vete a la goma, desdeñó Silvia.

¡A ver, a ver, muchachitas!, intervino Octavio después de fortalecerse con un Johnnie Walker. Vamos a comportarnos de acuerdo con nuestra edad.

Pero papá, dijo Silvia, ella siempre me está molestando.

No es verdad, se defendió Mónica, ella que no se comporta muy seria que digamos.

Solo soy yo, deja de estarte metiendo en mi vida, puntualizó Silvia.

¡Basta!, por hoy fue suficiente, será mejor que ustedes también se vayan a su cuarto, en cuanto esté la cena les avisamos.

Octavio se fue a su estudio, debía de ponerse al corriente con las cuentas de los pedidos que habían tenido esos días que estuvo ausente.

No fueron muchos, pero esté o no, los clientes no podían esperar, ellos tenían que tener surtida su tienda todos los días.

Aunque tenía varias personas a su mando, él prefería arreglar las cuentas personalmente.

Era un trabajo muy delicado, y no quería delegarlo a cualquier persona, por aquello de la confianza. Se manejaban muchos miles de pesos, aunque tenía un contador, prefería hacerlo él mismo.

El contador, conociéndolo como lo conocía, no tocaba nada de esas cuentas; solo hacía otras cuentas más pequeñas pero no menos importantes.

Octavio, por más que quiso no pudo concentrarse. El asunto de su hijo no lo dejaba ver más allá de su nariz.

Además, estaba preocupado por la actitud pasiva que había tomado su esposa, ella se había portado de lo más amable con el chico, y este le trajo un regalo, no muy acertado, por cierto. ¿Qué pasará en estos momentos por la cabeza de Andrea? ¿De verdad no le molestaba el chico, "su hijo"?

Por lo que respecta a sus hijas, no había problema, ellas lo aceptaron de buenas a primeras.

Pero, ¿qué pasaría si ellas supieran que Owen era su medio hermano?, o peor aún, si Owen supiera que él es su padre, ¿qué actitud tomaría?

Todas esas preguntas revoloteaban en su mente como dardos ardiendo, amenazando con acabar con su tranquilidad.

Sin embargo, él tenía que enfrentarlos, si fue capaz de engañar a su esposa, ahora tendría que dar la cara ante sus hijos. Los que tuvo con Andrea, y el que tuvo con Lourdes.

Por lo pronto, se dedicaría a disfrutar a sus hijos todo ese mes, al fin y al cabo él era su propio jefe y podía trabajar desde su casa, o de cualquier lugar donde estuviera.

Vería cómo se desarrollaban las cosas.

Haría caso en todo lo que Andrea le dijera, no quería discutir con ella en estos términos.

Octavio trataba de poner orden en su mente.

Ya no había tiempo para arrepentimientos, lo hecho, hecho estaba, nada de lo que hiciera ahora cambiaría el hecho de que tenía un hijo extramarital.

Su deber como padre, era educar y proteger a ese niño que no tenía culpa de nada.

Por lo pronto, ya estaba con él, vería cómo hacerle para que en un futuro Owen se pudiera quedar definitivamente en esa casa, junto a sus hermanas y Andrea; en el fondo de su corazón, esperaba que Andrea aceptara educar a su hijo junto a sus dos hijas.

Tal vez era mucho pedir, pero tenía que intentarlo por el bien de su hijo.

Por el bien de todos.

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Comments

mariela

mariela

Andrea tiene que tener un buen corazón amarte mucho para perdonar primero la infidelidad y segundo es mucho pedir que lo crié el niño no tiene la culpa y el tiene que decir que Owens es su hijo porque tiene dos hijas queriendo llamar la atención del niño

2024-04-30

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