Aria:
Las noches pasaban para Aria como en un sueño, sus pensamientos seguían anclados en la imagen de Max. En la penumbra de su habitación, mientras los hologramas de la ciudad titilaban atraves de su ventana, Aria cerró los ojos y lo imaginó.
Max era una amalgama de masculinidad que capturaba su atención desde el primer encuentro. Con cabello castaño claro y ojos intensos que parecían ver a través de su alma, él tenía una presencia magnética. Su sonrisa era un refugio cálido y su voz, una melodía que resonaba en los recovecos de su mente.
...Max...
Aunque solo lo había conocido brevemente, ella no podía sacar a Max de sus pensamientos. Su presencia había dejado una huella imborrable y la simple idea de su humanidad, en contraste con la perfección programada de Maxwell, la atraía de manera inquietante.
Sin embargo, no todo era tranquilidad en la mente de Aria. Saber de Electra, la mujer que seguío a Max ese día, despertaba celos en su corazón. Esa intrusión en la vida personal de este chico, generaba una tensión invisible en Aria, pero se esforzaba por mantener la calma.
Optó por centrarse en lo que tenía a su lado, en Maxwell, robot diseñado para cumplir sus deseos más íntimos.
Decidida a intentarlo, una noche después de que llegara de su trabajo, Aria le dijo a su compañero.
—Maxwell, ¿qué tal si preparamos una pasta Boloñesa? —Su voz contenía un tinte de emoción demasiado efusivo.
Maxwell sin embargo, no lo noto, casi nunca descifraba los cambios de humor que ella tenía estos dias. —Por supuesto mi querida Aria, tus deseos son órdenes.
La sonrisa de Aria por poco se resquebraja, pero no permitió que el comentario del robot la afectara.
—Me apetece mucho.
—Tus deseos son órdenes. —Respondió el robot dándole la espalda para irse luego a la cocina.
Aria contó hasta cinco y trató de calmarse, no sabía por qué estos días estaba tan irritada, pero entonces a su mente vino la imagen de Luna, su querida amiga de la que no sabía nada aún y por supuesto de Max, ese macho que la tenía pensando todas noches cada vez que estaba en brazos de su robot.
Ella negó y sacudió su cabeza, como si esto la hiciera entrar en razón, no se permitiría ahondar más en estos deseos. Dirigió sus pasos a la cocina donde Maxwell, ya tenía con impresionante rapidez todos los ingredientes para la pasta, posicionados en sincronía en la mesa de granito.
Aria se animó y se frotó sus manos con ánimo decidido. —Bien, manos a la obra.
Por un momento todo estuvo bien, los dos compañeros de mundos distintos trabajaron en completa sincronía preparando la deliciosa cena. No había duda, la personalidad de Maxwell conectaba a la perfección con la de Aria.
"Solo que, todo sería perfecto si sus respuestas no fueran tan mecánicas", pensó la chica con un poco de amargura. Más sin embargo no dejó que esto le dañara la poca paz que había ganado en este instante.
—¿Te gusta la salsa de tomate?, espero que si, porqué a mí me encanta y le echaré un poco de queso también. —Aria con una sonrisa en sus labios, rocío el queso parmesano en el plato donde se encontraba la pasta caliente, lista para ser devorada por ella.
Pero entonces la voz mecánica del robot, resonó en el lugar. —Aria tú eres mi felicidad, lo que a ti te guste, por su puesto que a mí también me encantara. "Tus deseos son órdenes para mi".
Así como así, la ilusión de comodidad en la que había caído la chica se desmoronó, por poco y hace caer el tazón de fideos calientes al suelo, pero se recompuso y solo pudo mirar a Maxwell, que seguía mirándola con una sonrisa plastificada pegada a su rostro.
Esta vez Maxwell notó el cambio de humor de Aria. —¿Cariño, pasa algo?, ¿hice algo mal?, sí es así puedo arreglarlo, sabes que estoy aqui para hacerte feliz...
Aria levantó su mano para que dejara de hablar, "esto era suficiente", pensó. Sin decir nada, la mujer salió de la cocina rumbo al baño mas cercano. Una vez allí, cerró la puerta con seguro.
Lo primero que hizo fue mirarse en el espejo y respirar profundo. Se preguntó, ¿cómo había llegado a esto? Ella no perdía el control tan rápido y seguro que jamás se había desequilibrado tanto.
En ese momento se escuchó un toque en la puerta, el cual la hizo brincar por la impresión. —¿Cariño, estás bien?, lo siento. Sal para que podamos hablar. Sabes que quiero hacerte feliz...
Aria dejó de escuchar y trato de respirar mientras veía su reflejo en el espejo, sus manos se apretaron en los bordes del lavado y no supo si esto era un ataque de pánico o que, no sabía ni como eran en realidad, jamás los había tenido. El hecho es que sentía que unas manos invisibles le apretaban el cuello impidiéndole la entrada del preciado elemento a sus pulmones.
—¿Aria, me escuchas? —Seguía diciendo el robot al otro lado de la puerta.
Ella no se centró en su voz mecánica, en su lugar se dedico a la tarea de calmarse. Respiró una, dos, tres veces y sintió como el aire entraba en sus pulmones y la llenaba por dentro, y en como salía con suavidad convirtiéndose en dióxido de carbono.
—Uno..., dos. —Se dijo Aria a sí misma una y otra vez. Respirando con suavidad y poco a poco todo volvió a la normalidad. Fue como si hubiera despertado nuevamente y pudiera pensar con claridad.
—¿Aria?, ¿estás bien? —Seguía diciéndole el robot.
Ella se aclaró la garganta y miro hacia la puerta cerrada. —Si Maxwell, salgo en un segundo. —Aria no escucho su respuesta, abrió la llave y se lavó la cara como para despejarse.
¿Qué rayos había sido eso?, ¿un ataque de pánico? Necesitaba calmarse y aceptar que esta era la vida que escogió.
Secando su cara con una toallita de papel, se observó nuevamente en el espejo, directamente al reflejo de sus ojos color avellana y pudo ver la fuerza que aún guardaba dentro de ella. Tendría que recuperarse de esto y seguir adelante.
Aria movió sus pies y abrió la puerta del baño dispuesta a enfrentar su nueva realidad.
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Comments
Verónica
Bueno es una máquina tiene que seguir órdenes, sino te gusta debiste pensarlo antes
2024-02-25
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Verónica
esos ya están que se comen deberían sincerarse el uno al otro
2024-02-25
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