13

Clair fue en busca de Dafne al invernadero, ya era hora que hiciera la cena y ella aún no había regresado lo cual la preocupó.

-Señora.

Dafne la miró y le sonrió dulcemente.

-Lo siento, lo había olvidado, ¿Vamos?

Dijo mientras caminaba delante de ella con pasos rápidos. Al llegar a la cocina, Dafne hizo salir a todo el personal incluyendo a Clair, no quería que la vieran haciendo la comida de su esposo y amante, aunque ya había pasado tiempo, ella no se acostumbraba a las miradas llenas de compasión. Mientras cocinaba y sentía el olor de la comida, volvió a llenarse de nostalgia y a pensar en sus padres.

-Lo lamento.

Las dos palabras que resonaron en sus oídos provenían de Das que se encontraba en la entrada de la cocina. Ella se giró y lo miró con desinterés.

-¿Necesitas ayuda?

-No.

-¿Segura? yo podría ayudar a picar algunas verd…

El sonido del golpe del cuchillo contra la tabla de picar hizo callar a Das de golpe.

-¿Qué? ¿Quieres también que tomemos el té juntos mientras comemos galletas y hablamos de Samael?

-No… Solo quiero ayudarte.

-Ja, yo nunca te pedí ayuda. te lo dije ¿No? No soy tan amable como para tener una buena relación contigo. ¿Por qué mejor no te vas a otro lado mientras viene tu hombre a casa?

Él apretó los puños de la rabia mientras su rostro se ponía rojo como un tomate.

-¿Por qué tienes que ser así conmigo? ¿No fue Samael el que te engañó? ¿Por qué te desquitas conmigo?

Dafne sonrió indignada, era verdad que Samael fue quien la engañó, pero él tampoco era del todo inocente, si ella nunca los hubiera encontrado, todavía la seguiría engañando.

-¿Entonces cómo debo ser? ¿Acaso quieres que seamos amigos? ¿Por qué? ¿Por qué tú tampoco lo puedes dejar? no me importa nada de eso, no me importa lo mal que te sientas, no me puedes obligar a llevarme bien contigo, porque eso es lo único en lo que yo sí puedo decidir. ¿Crees que somos iguales?

Dafne lloraba llena de enojo, estaba sacando toda su frustración con él, incluso algunos empleados que escucharon sus gritos se acercaron para evitar cualquier confrontación física.

-No puedo ir a donde yo quiera, incluso debo dormir y comer cuando él lo disponga ¿Dime… Somos iguales? ¿También te ha golpeado? ¿Te ha humillado?

El joven no supo qué responder, aunque estaba siendo amenazado, Samael lo trataba bien, era como si quisiera darle todo para que ni siquiera considerara irse.

-¿Incluso sabes que lo más probable es que esta noche también sea una terrible para mi? Yo, la tercera en discordia se atrevió a gritarle a su amado amante. ¿Qué crees que me suceda? Ya no tengo nada que me pueda quitar, solo queda algo con lo que me pueda lastimar… Golpearme.

-¡No! Yo puedo defenderte, no quiero que te vuelva a golpear.

-¿No crees que ya has hecho suficiente?

Dafne se secó las lágrimas y continuó cocinando, Clair entró e hizo que Das la acompañara hasta su habitación. Cuando Samael llegó, entró de inmediato a la habitación de Das, los dos salieron tomados de la mano y se sentaron a la mesa mientras compartían una mirada cálida entre ellos; Dafne se apresuró en servir, sus ojos estaban hinchados por llorar y su rostro era inexpresivo, Samael la miró fijamente pero ella solo se limitó a servir.

-Siéntate.

Le ordenó mientras señalaba la silla a su lado izquierdo, luego miró a una de las empleadas que estaba ahí y le ordenó continuar.

Dafne se sentó a la mesa y empezó a comer, al sentir aquel sabor familiar unas lágrimas se escaparon de sus ojos, pero ella rápidamente se las limpió, bajó la cabeza y comió con rapidez. Samael la miraba de reojo pero no le dijo nada.

-Das, cariño. ¿Te gustó la comida?

Samael acariciaba el rostro del joven y este asentía dulcemente.

-Si, está delicioso.

-Dafne es una gran cocinera, espero que puedas aprender de ella.

Dafne no se inmutó para nada, siguió comiendo como si no hubiera nadie a su alrededor.

-Ya termine, me retiro primero.

Ella se alejó y Das la vio irse mientras sentía un dolor en el pecho, ella lo hacía sentir culpable. Cuando terminó de comer entró a la habitación con Samael, él lo abrazó por la espalda llenándole el cuello de besos.

-¿Por qué estás tan callado?

Él se volteó y le dio un beso en los labios.

-Solo que últimamente he estado muy aburrido ¿Podrías hacer que alguien mañana me lleve a visitar a los niños?

-Claro, lo que tú quieras.

Samael entró al baño para asearse mientras que él se metió en la cama para dormir, sin darse cuenta se quedó dormido y cuando despertó sintió la cama vacía, miró la hora y se dio cuenta que ya era de madrugada, él se levantó y lo buscó en el baño pero no estaba ahí, con cautela salió de su habitación e inconscientemente caminó hasta la habitación de Dafne, suspiró y abrió la puerta con miedo. Al abrirla lo primero que vio fue a Dafne arrodillada en el piso con la espalda desnuda y llena de marcas. Él se alarmó y entró de golpe pero se sorprendió al ver a Samael sentado en el mueble fumando un cigarro y al lado suyo un cinturón de cuero.

-¿Qué le has hecho?

Estaba tan sorprendido, no entendía la crueldad que Samael tenía hacia aquella pobre mujer.

-¿Por qué estás en esta habitación?

Samael le preguntó mientras se ponía de pie y se acercaba a él.

-No te sentí a mi lado y supuse que estarías aquí.

Das miró en dirección de Dafne pero ella seguía sin moverse.

-¿Por qué le has hecho eso?

-Eso no es auto tuyo, vuelve a la cama.

Samael besó la frente de Das y luego lo sacó de la habitación, la imagen de aquel cuerpo delgado y golpeado de la mujer se quedó en su mente carcomiendo su conciencia.

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