CAPÍTULO 9.

CAPÍTULO 9.

Al día siguiente, Alina despertó temprano. Se duchó, se vistió y desayuno para luego esperar a que Edward pasara a buscarla para ir a almorzar con ellos. Veinte minutos después, Edward estaciono su coche fuera de la casa.

—Hola Ali. —exclamo Edward. —¿Cómo has estado?

—Muy bien. —exclamo ella. —¿Qué tal tú?

—Bien. —Dijo él. —¿Estás lista?

—Claro. —exclamo ella.

Ambos subieron al coche y Edward condujo hacia la casa que comparte con su esposa y su hija, a las afueras de la ciudad. Alina se puso nerviosa y suspiro, agitada. Recordaba muy bien aquel barrio. En aquel barrio privado solía pasar sus tardes y noches. Allí estaba ubicada la mansión Walton.

—No te asustes. —exclamo Edward. —Sé que te incomoda este barrio, pero vivimos alejados de los Walton.

—Es solo que me trae algunos recuerdos. —Se justificó ella.

Edward condujo por unos pocos minutos más, hasta que, finalmente, se estacionó frente a una bonita casa de dos plantas. No era demasiado grande, pero tampoco pequeña. Tenía un hermoso patio. Pero adentro era aún más bonita.

—Se nota que los abogados ganan bien. —Pensó ella para sí misma.

—¡Alina! —Grito Analia. —¡Es tan bueno verte de nuevo!

—Hola Ana. —Saludo Ali con un abrazo. Conoció a Analia en sus primeros años en prisión, al igual que Edward, ella también es abogada y al principio defendió su caso, pero luego dejo a cargo a Edward, ya que ella debió encargarse de otros asuntos. Tiempo después se embarazó de Ludmila y aquí estaban nuevamente reunidos.

—Ali, ven. —Dijo Ana haciendo que esta la siga hasta la cocina. —Quiero que conozcas a Ludmila, nuestra hija.

Alina se acercó lentamente hacia la sillita en la cual la pequeña estaba sentada y le sonrió. Era una niña rubia, de ojos azul profundo, tenía una sonrisa encantadora. Definitivamente, era una miniversión de su madre.

Alina y la pequeña congeniaron de inmediato. Lo que las hizo jugar juntas mientras que Analia y Edward preparaban el almuerzo.

Un rato antes de que este la comida, Analia le dio papilla a la niña y la llevo a dormir su siesta, para luego regresar y comenzar a almorzar ellos, mientras entablaban una conversación.

—¿Cómo va el trabajo Ali? —pregunto Edward.

—De maravilla. —Exclamo. —He hecho amigos, Carolina y Mark.

—Eso es genial. —exclamo Ana. —¿Y quién fue el culpable de los dedos que tienes marcados en la mejilla? ¿Mark o Carolina? —exclamo Analia, frunciendo el ceño.

—¿Qué? —pregunto Edward, notando ahora las marcas. —¿Por qué? ¿Cómo ocurrió?

—Cálmense, ambos. —exclamo Ali. —No fueron mis compañeros. Al contrario, ellos me ayudaron muchísimo.

—¿Entonces? —pregunto Edward.

—Fue Christian. —exclamo. —Nos encontramos en el restaurante y tuvimos una discusión. No tiene importancia, de verdad.

—¿Pero tú estás bien? —pregunto Analia preocupada.

—Sí, de verdad lo estoy.

—De todas formas, no tiene por qué levantarte la mano. —Dijo Edward, bebiendo de su copa de vino. —¿Qué clase de hombre es?

—No es el mismo del cual me enamore, eso te lo aseguro. —Exclamo Alina.

Edward y Analia se quedaron en silencio por un momento, no se habían dado cuenta de que era un tema delicado para su invitada, sin embargo, a Alina parecía no interesarle demasiado.

Después del almuerzo, Analia dejo a la pequeña a cargo del ama de llaves, mientras los tres salían a dar un paseo por el vecindario. Alina se sentía algo incómoda, pero de a poco, con la compañía de sus amigos, se dio cuenta de que no tenía nada porque preocuparse. Después de todo, se había dado cuenta de que ambos la defienden con uñas y dientes.

Sin embargo, durante el paseo, se topó con personas que no creyó volver a ver: los Señores Walton. Alina los observo, pero no pudo evitar agachar la cabeza, avergonzada.

—Señor y Señora Walton, qué alegría verlos. —exclamo Analia.

—Señor y señora Finnegan. —Exclamo el señor Walton.

—Ali, cariño. —Dijo la mujer, algo nostálgica. —¿No vas a saludarnos?

Tanto Alina, como Edward y Analia se miraron sorprendidos.

—¿De verdad? —pregunto Ali, con los ojos llorosos.

—Cariño, ¿no creerás que nosotros pensamos que eres culpable de la muerte de nuestra hija, verdad?

—Todo el mundo lo cree. —Respondió ella.

—Nosotros no. —Dijo el señor Walton. —Has sido como una hija para nosotros.

Alina los abrazo a ambos. Los había extrañado demasiado y recién ahora se daba cuenta de cuanto.

—¿Por qué no fueron a verme? —pregunto. —Todos me dieron la espalda, estuve sola, durante siete años.

 —Después de la muerte de Samantha, dejamos el país por algún tiempo. La verdad es que no hace mucho que regresamos. —dijo la mujer. —Supongo que no se dio la oportunidad, hasta hoy.

Alina asintió, conversaron durante unos minutos sobre cosas triviales y luego se despidió, ya que debía regresar a su apartamento a cambiarse antes de ir al trabajo.

Durante el día, pensó en la conversación que tuvo con sus ex suegros. Alina se dio cuenta de que todo el mundo tenía una excusa para ella. Todos justificaban el porqué no fueron a visitarla a la cárcel o porque no declararon a favor de ella en el juicio.

Mientras caminaba rumbo a su trabajo, decidió no permitir nada más. No hay excusas para todo lo que ella tuvo que sufrir esos siete años encerrada sin recibir ni siquiera una carta. Se acabó. A partir de ahora, nace una nueva Ali. Buscará justicia por Samantha y luego, continuará con su vida.

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Comments

Arminda Ovelar

Arminda Ovelar

así se habla Alina nadie es más importante que tú misma...las excusas se las lleva el viento....

2024-03-09

1

Marisol

Marisol

Espero que ya aprenda a defenderse ya esta bueno

2024-02-24

0

🌺 Diglass 🇵🇦🤗🌺

🌺 Diglass 🇵🇦🤗🌺

es lo mejor que puedes hacer . nunca tuvieron consideración contigo ,te dejaron sola sin importarles nada .

2024-02-05

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