CAPÍTULO 5.
Alina y Joseph ingresaron al apartamento. Joseph se quitó la chaqueta y la colgó en el perchero detrás de la puerta. Lo recordaba perfectamente. Varias veces había venido a visitar a su amiga.
Alina fue hacia la cocina, prendió la cafetera para preparar los cafés y luego se dirigió a Joseph, quien había tomado asiento frente a la barra. Había rutinas que, a pesar de que pasen los años, no cambiaban.
—¿Quieres algo para acompañar?
—No. —exclamo Joseph, observando su reloj. —Más bien diría que es hora del almuerzo.
—Lo siento.—Dijo Ali, viendo que ya eran la una de la tarde. —De verdad, perdí la noción del tiempo.
—No te preocupes, podemos tomar el café y luego preparo el almuerzo, ¿qué te parece?
—¿De verdad? ¿Tú?
—Soy chef. —exclamo Joseph. —Uno muy bueno, debo decir.
Ali sonrió.
—Bien, acepto.
Después de tomar el café, Joseph se arremangó las mangas de su camisa y se puso manos a la obra. Alina le iba alcanzando los ingredientes y los utensilios y él se encargaba del resto. Durante todo ese tiempo, hablaron de cosas triviales, en ningún momento tocaron temas del pasado.
Después de unos minutos, Joseph saco del fuego una pasta exquisita. Al dar el primer bocado, a Ali se le hacía agua la boca y de sus ojos cayeron algunas lágrimas. Hacía tantos años que no probaba algo como eso. Se tomó su tiempo para saborearlo y permitió que el aroma de la comida penetre por sus fosas nasales. Acompañaron la pasta con un vino que le daba un toque aún más sabroso.
—¿Y bien? —pregunto Joseph, observando sus ojos llorosos. —¿Tan feo sabe?
—No. —Negó ella. —Lo siento, es que… hace tiempo no comía algo tan sabroso.
Joseph asintió en silencio. Sintió un nudo en el pecho al escucharla decir eso. ¿Pero qué esperaba?, la cárcel no era como un hogar de asilo, era lógico que ella había sufrido. Solo que en su mente no podría imaginarse ni siquiera una cuarta parte de lo que la chica pudo haber pasado allí. De solo imaginarlo, su corazón se estrujaba.
—Fui a verte a la cárcel. Durante siete años, en cada uno de tus cumpleaños.
—¿Qué?
—Lo que oyes. —Respondió. —En cada visita, recibía la misma respuesta “La reclusa Alina Levine no tiene permitido recibir visitas”.
—¿Por qué lo hacías?
—Porque somos amigos, Ali.
—¿Aun después de lo de Sam?
—Tú no mataste a Sam, eso lo sé. —exclamo él.
—Los demás creen que sí. —Dijo ella. —Incluso Christian.
—Solo están dolidos y confundidos, Ali.
—¿Eso significa que me crees?—pregunto ella.
—No hay nada que creer. Yo estuve ahí. Samantha se suicidó, pero…
—¿Pero?
—Sé que tú sabes algo que el resto no.
Alina asintió.
—Le prometiste venganza a Samantha, ¿por qué?
—No puedo decírtelo aún, Joseph.
Él asintió.
—¿Cuándo saliste?
—Ayer. —exclamo ella.
—¿Ya te estableciste?
—Mi abogado y su esposa me ayudaron para empezar. —exclamo ella. —Salí a buscar empleo esta mañana, sin éxito, por supuesto.
—¿Por qué lo dices?
—Acabo de salir de prisión. —Dijo Ali. —En cada lugar me piden un certificado de antecedentes penales. ¿Quién contrataría a una mujer que estuvo siete años en la cárcel por “asesinato”?
—¿Qué te parece trabajar en la cocina?, conozco un lugar.
—¿De verdad?
Joseph asintió.
—Claro. —exclamo ella. —Sabes que me adapto a lo que sea.
—Bueno, te espero mañana mismo a las cinco de la tarde. —exclamo Joseph.
—¿Tú trabajas ahí? —pregunto.
Joseph sonrió.
—Soy el dueño.
—No. —exclamo Ali. —No puedo aceptarlo.
—Alina, tómalo como un intercambio de favores. Yo necesito gente y tú necesitas empleo.
Alina suspiró.
—Está bien, acepto —exclamo ella.
—Recuerdo que te gustaba la pastelería. —Dijo Joseph.
—Sí. —Dijo sonriendo. —Pero luego fui a la cárcel.
—Nunca es tarde, Ali. —exclamo él.
Alina sonrió.
—Bueno. —exclamo Joseph. —Debo irme, pero te veré mañana. A las cinco, recuerda. Te enviaré la ubicación. ¿Aún conservas tu número?
—Sí. —exclamo Alina.
—Bien. —exclamo Joseph. —Lamento dejar los trastes sucios.
—Olvídalo. Cocinaste, significa que me toca lavar. Conoces las reglas.
Joseph asintió.
Ambos se despidieron y Alina, sonriente y esperanzada, regreso para limpiar todo. Esa noche dormirá muy contenta. Le alegraba que al menos uno de sus antiguos amigos, no le haya dado la espalda.
Después de terminar con los quehaceres, le escribió un mensaje a Edward para darle las buenas noticias. Este se alegró por ella y le dijo que pronto la visitarían, que Analia aún está de viaje, pero que ya se enteró de la noticia y estaba muy feliz por ella. Además, él le informó que pronto conocerá a Ludmila —su pequeña de un año—.
Esa noche, tanto Ali como Joseph, durmieron felices por su reencuentro y volver a pasar tiempo juntos. Él aún no sabía como se enfrentaría a Christian cuando este se entere, pero él estaba equivocado y debía entenderlo. Por los demás no se preocupaba, a pesar de todo lo que le dijeron a la policía, aquel día, él sabía que ellos llevaban una gran carga en la consciencia por aquello. Joseph también había declarado, pero él en ningún momento la culpo. Si no que dijo que él sabía que ella no había sido, estaba seguro de que Sami había saltado, además, Joseph aporto otro dato que el resto paso por alto: la publicación de aquellas fotos. Pero eso no alcanzo para liberarla de culpas.
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Comments
Eleonor Baker
Achis la! y el vino de donde, ah se lo dejo la sra que ayudaba en limpieza ok
2024-11-27
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C Matacruz
creo que te voy a amar Joseph 😃😵💫😆🙂😝😕🤔😀😁😛🤨🙃😐😏😜😯☺️🤪😦😊😄
2024-10-30
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Delfina Del Carmen Henriquez Ruiz
Al menos Josep cree en ella y Cristian es solo un boludo
2024-10-05
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