CAPÍTULO 3.

CAPÍTULO 3.

Desde ese día, Alina fue trasladada a una cárcel de mujeres. Ni siquiera tuvo un juicio, sino que directamente fue condenada a quince años de prisión con la opción de estirarla en caso de que se presente nueva evidencia.  Ninguno de sus amigos fue a visitarla siquiera una vez y en cuanto a Christian, la última vez que lo vio fue el día de la muerte de Sam. ¿Cómo podía darle la espalda de esa manera?, ellos iban a casarse. 

Los padres de Ali debieron dejar el país. La prensa los acosaba día y noche y sufrían por el escándalo social que ese caso significaba. Como último y tal vez, el único acto de amor que tuvieron alguna vez hacia su única hija, los Levine le pagaron —al menos eso creía ella— a un buen abogado para tratar su caso: Edward Finnegan, quien trabajó incansablemente durante siete años para sacar a su cliente de la cárcel, hasta que finalmente lo logró.

Durante siete años, Ali estuvo sola. La única visita que recibía era la de su abogado. Eso la entristecía un poco. Extrañaba a sus amigos y a Christian. Ya ni siquiera sabía que sentía por él. Él la abandonó, después de todo. 

En la cárcel vivió muchas cosas. Conoció personas buenas y otras que le hicieron la vida de a cuadritos. Fue golpeada y maltratada de diversas formas. Descubrió que allí nadie la defendería, ese lugar era territorio de nadie. 

Después de varios intentos, Edward logró conseguir que la aíslen en una celda, puesto que su vida corría peligro, esto fue unos meses antes de conseguir su libertad. 

Alina ya era una mujer de veinticinco años. Hace pocos días los cumplió en la cárcel. Poco rastro quedaba de aquella niña que detuvieron hace siete años. No había día en que no extrañe a Samantha y a su bebe; y que no piense en el responsable de toda esa tragedia: Richard. Se había prometido a sí misma y a la propia Samantha, que no descansaría hasta vengarse de ese hombre. Quería contarle al mundo lo que ese hombre había hecho. Además, Edward tenía la seguridad de que fue ese hombre quién se encargó de que su clienta pasara tantos años en prisión. Y pronto averiguarían la razón.

Las puertas de la prisión finalmente se abrieron, Alina salió con solo lo puesto. Una muda de ropa que le entregó Edward, ya que ni siquiera eso le quedaba.  Salió de allí esperanzada, pensando en que, tal vez, Christian o alguno de sus amigos esté ahí afuera para recibirla. Pero no fue así, solo estaba Edward. 

—Veo que la ropa te quedó bien. —exclamó él, sonriendo.

—Gracias Edward. —exclamó Alina, abrazándolo. —No sé cómo hubiera sobrevivido sin ti.

—Tus abuelos hicieron mucho por mí y por mi familia. —exclamó Edward. —Cuando tus padres me llamaron, no dudé en aceptar. 

—¿Mis padres no te han contactado? —pregunto.

—No Ali. —exclamó Edward. 

—Pase siete años aquí y a ellos no les importo absolutamente nada. —exclamó. 

—Es hora de dejar el pasado atrás Ali. —Exclamó Edward.

—Tienes razón, por lo pronto tengo que buscar donde quedarme. 

—Nada de eso. El departamento en el que vivían tus padres te pertenece, esa fue la última voluntad de tus abuelos. El día de tu cumpleaños número dieciocho se leyó el testamento. El departamento es tuyo. —exclamó él. —Vamos, te llevaré. 

Alina asintió y subió al coche de Edward. Este la acercó hasta el edificio en el que vivía con su familia y se bajó con ella para entregarle las llaves, las cuales había guardado para ella. Alina las puso en la puerta y ambos ingresaron.

—Mi empleada venía cada quince días para limpiar el apartamento y dejarlo en condiciones para tu llegada. Analia —mi esposa— compró algunas prendas para ti, pero no nos deshicimos de tu vieja ropa, tal vez puedas encontrar algo que te sirva. Eres una mujer ahora.

—¿Analia no vendrá? —pregunto Alina. 

—Pronto. —exclamó el hombre de treinta y siete años. —Se encuentra en un viaje de trabajo y aún no le he dado la noticia. Se alegrará mucho cuando lo sepa.

Alina recorrió la casa con la vista. La misma contaba con una cocina-comedor divididos por una barra, una pequeña sala de estar, dos habitaciones y un baño. Estaba ubicado en un edificio no muy lujoso de la ciudad, pero en el cual se podía vivir dignamente.

—¿Quieres que me quede? —preguntó Edward.

—No. —exclamo Ali. —Has hecho demasiado por mí, no sé como podre pagarles a ti y a tu esposa. 

—No te preocupes por eso. —exclamo. —Mi empleada se encargó de dejarte algo de comida en el refrigerador y también tienes llena la despensa. Te alcanzará por algún tiempo.

—Gracias Edward, de verdad.

—Lo que necesites, solo llámame. —exclamo él. —¿Seguiremos siendo amigos?

—Claro que sí. —Dijo Alina. —Siempre lo seremos. 

Finalmente Edward se fue. Ali se quedó observando por la ventana del quinto piso por unos minutos y luego recorrió la casa con nostalgia. No podía creer que sus padres simplemente hayan tomado su tajada de la herencia de sus abuelos y se hayan ido, olvidándose totalmente de ella con la excusa de la presión que sufrían por tener una hija convicta. O tal vez sí lo creía, ya que, a pesar de haberla criado y educado, ellos jamás le dieron amor. Jamás se interesaron por ella. De no ser por los Walton, ella no sabría lo que es el cariño de una familia y ahora, también los había perdido a ellos. 

Más populares

Comments

C Matacruz

C Matacruz

Dios que padres tan crueles que les pasa son tontos 😠😡😞😃😵‍💫😆🙂😝😕🤔😀😁😛🤨🙃😐😯😜😏☺️😦🤪😄😊

2024-10-29

0

Maura Pericana

Maura Pericana

con unos padres así para que enemigos 😡😡😡😡

2024-10-05

0

Delfina Del Carmen Henriquez Ruiz

Delfina Del Carmen Henriquez Ruiz

Con esas cagas de padre, para quieres enemigos, a hecharle para adelante y buscar al o lis culpables

2024-10-04

0

Total

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play