Capítulo 15

...Narra Ahderon...

Las palabras de Crowley no son un total sin sentido, pero tampoco algo importante para el juicio, a fin de cuentas, los sentimientos que tenía él ya no importan, está muerto.

Voy escoltado hacia mi habitación por dos de los guardias, mi condición de prisionero solo se ve llevada de una forma leve por mi rango, si no ya estaría en una celda en el subterráneo.

—Esperen afuera —digo mientras coloco la mano en el picaporte de mi puerta.

—Debemos entrar junto con usted, es obligatorio tenerlo vigilado —dice uno de los guardias.

—Conozco la osadía de mi acompañante, la imagen que verán al entrar posiblemente no sea algo que deseen —les comento esperando su retirada, pero no lo hace, así que abro la puerta para entrar.

Tal como esperaba, Cian está desnudo en la cama acostado de lado, mordiendo una rosa roja y enseñando todo.

—Bienvenido, mi amo —dice con una vergüenza falsa y descarada mientras cubre mira hacia los lados, pervertido.

Los guardias detrás de mí hacen sonar su armadura ante el movimiento involuntario de sus cuerpos por la imagen. Lo sé, es un degenerado. Me acerco hacia él para cubrir su cuerpo con la sabana.

—Hermoso... —susurra uno de los guardias.

—Estabas enfermo hace poco, no puedes descubrir tu cuerpo así, o vas a morir de un resfriado —le comento seriamente.

—Misteriosamente, desde ayer me siento mejor —dice tomando mi mano para acariciar con esta sus cabellos. Quizás no lo sepa, pero su nueva vitalidad posiblemente sea a que pudo tener cercanía con el alfa que le marcó y, por otra parte, la lejanía le podría matar, más por su frágil cuerpo—. No me gusta que haya guardias en la habitación, son muchos ojos mirándote y eso es molesto.

—Es algo inevitable, también uno se quedará aquí contigo, no solo para asegurarse de que no hagamos nada, sino también para cuidarte de ese cuervo del que hablas —le respondo.

—¿No puedo ir contigo? —me comenta.

—No, tu rango es muy bajo para asistir al funeral, de cualquier manera, no tendrá nada de entretenido. Descansa y cuida tu salud —le respondo acercando mis labios a los suyos como si fuese a besarle, sin embargo, me detengo a centímetros para susurrarle—: quedate en la habitación.

Me aparto de él para buscar el atuendo perfecto para la ocasión. No esperaba que muriese, tampoco me causa una real lástima, solo era alguien que quería aprovecharse de una oportunidad conmigo y sin su cabeza centrada en los asuntos.

—Ahderon, no quiero quedarme solo —dice Cian caminando hacia mí envuelto en la sábana—: cuando me dejas solo suelen pasa cosas malas.

Su mirada de sumisión y ese argumento, algo que realmente sería sincero, vulnerable. Aunque se que algo ocultas, a fin de cuentas, lograste sobrevivir a esa noche en la mansión, venir hacia mí y sabes demasiado. Quizás debería acabar contigo...

Mientras mis pensamientos hechan a andar, él me abraza levantando su cabeza para volver a hablar.

—Iré de negro, estaré en silencio, seré tu acompañante —pide ahora dejando ver una sonrisa dulce.

—No puedes y no hagas ningún plan precipitado, no es un juego —le comento.

Me decido ir, sintiendo su mirada fijamente en mi espalda. ¿Qué estás pensando? Siento que sabes demasiado de mí y yo, que hay mucho que ocultas.

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...Narra Cian...

Le veo marchar, sé que algo pasará. El rey no muere en la obra tan al inicio, pero mi querido Ahderon sí le traiciona a medias. Recuerdo que tiene varios guardias de su castillo aquí infiltrados. Los suficientes para ejecutar a la familia real, no necesita formar una real rebelión, todo porque... Al final si ellos mueren, es el próximo en la línea.

Esto del juicio es un problema, ya que está en la mira. ¿Cómo haré para hacer que no seas visto como culpable? Oh, mi amado es mi deber protegerte y llevarte a la cima.

Tres personas, ya yo asesiné a uno para ti. ¿Harás hoy la ejecución de los otros dos? ¿Será mañana? Tranquilo, yo haré que ganes ese juicio y el culpable sea otro, mi querido futuro esposo.

—¿Por qué llora mientras ríe y reza? —pregunta un guardia al otro.

—Estará loco... —le responde el otro.

No es locura... Es amor, amor del puro y real.

Me dejo caer al suelo dando gritos de dolor, haciendo que los guardias se preocupen por mí. Estos se acercan hasta donde estoy para tratar de ayudarme.

—Un médico... Yo estoy embarazado —digo apretando mi vientre ante tal mentira, pero poniéndoles más nerviosos cuando se acercan a mi cuerpo desnudo, solo cubierto por las telas—: es del duque...

Ambos dos se miran, dejándome ver por entre las rendijas los pensamientos obscenos que pasan por sus cabezas.

—Iré a buscar al doctor —dice uno saliendo de la habitación

Me quedo a solas con uno de los guardias, el cual me mira sin saber que hacer mientras aumento la fuerza de mis gritos y finjo un desmayo. Él hombre todo preocupado me comienza a mover con sus manos. ¿Y si por tu culpa muere el primogénito de la familia del duque? Ay, tengo que aguantar la risa, que me descubre.

Él me carga en sus brazos para llevarme por el largo pasillo a toda velocidad buscando el local del medico. Este sitio parece un laberinto, santa madre de dios.

—Aguanta, por la Santa —dice él guardia.

¡No mentes a esa mujer! ¿Cómo que por Vicaria? No puedo creer que de verdad vayan a creer que tiene esa bendición... Solo eso odio de este mundo, oh, a lo mejor por eso sobrevivió...

Por ahora debo centrarme en conseguir inculpar a otro, no tendré bendiciones, pero voy a arreglar esto. La puerta del doctor se alza delante de nosotros, entrando a su espacio privado. Puedo verlo entreabriendo los ojos, el hijo menor de la reina que adora la medicina en secreto. Ese hombre de cabellos negros y mirada perdida que no debe estar aquí y se fuga en sus ratos sin vigilancia. Tú vas a ser mi elegido.

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...Narra Vicaria...

Las pesadillas me invaden, me siento atrapada en una niebla que llama mi nombre para llevarme al abismo, pero todo se detiene. Unas manos doradas se posan en mis hombros para hacerme despertar.

—No es vuestra hora, mi elegida —susurra la voz de mi dios en mi oído. Esa voz femenina que me ha salvado y bendecido desde pequeña.

Abro los ojos en una habitación desconocida con la sirvienta principal de mi amigo Ahderon. Ella parece poner compresas en mi frente, puedo ver las ojeras en su rostro como si no hubiese dormido.

—¡El esclavo! —digo tratando de pararme de la cama pero frenando en seco por el dolor—: tengo que avisar a Ahderon de ese monstruo.

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