Capítulo 11

...Narra Ahderon...

Demasiados sucesos en una sola noche. Mientras todos en mi mansión buscan al culpable del altercado ocurrido hacia Cian, yo debo encarar los hechos sucedido hacia el rey por su asesinato.

¿Cubrir al esclavo realmente valga la pena? Creía que no, pero no puedo dejarlo simplemente morir si gracias a su actuar es que Vicaria sigue con vida. El brujo de mi familia usó sus artes en ella permitiéndole seguir respirando, lo malo es que todo ahora depende de su fuerza de voluntad para despertar.

Por ello, lo mejor será encontrar a ese estúpido alfa de cabellos negros que lo mordió y acabar con su vida. Con ello terminaría de devolverle el favor.

Mi recorrido me lleva al salón principal donde los guardias del reino me esperan. Será difícil probar que no tuve que ver, mi primer paso es apoyarme en el hecho de que el viejo rey, Vicaria y yo eramos amigos de hacía años. ¿No es erróneo el hecho de querer matarlo? Pues la verdad... Si hubiese tenido una oportunidad menos comprometedora lo hubiese hecho.

Será un milagro si no me decapitan hoy por traición...

—Duque Ahderon Xic Vermish Trivax Vell, tengo una orden de arresto hacia su persona por parte de la reina —comenta Crowley.

Un depravado, recto y mano derecha de la anterior reina, Baxia, madre del estúpido que murió anoche en mi casa. Él se arregla sus espejuelos con el dedo índice y luego acomoda el lacio cabello negro que cae por su frente. Sus atuendos van perfectamente acorde con los tonos oscuros que goza llevar. Solo lo vi una vez en el pasado, cuando hizo de juez para asesinar a mis padres cuando yo nací, un engendro maldito.

—No tengo inconvenientes en acompañarle —respondo sin sonar consternado—: una lástima todo lo que sucede a la corona hoy en día.

—Ese esclavo albino, los sirvientes me dijeron que pasó la noche con el rey, también deberá venir. Es sospechoso de igual manera —sentencia la recta figura.

—Me haré responsable de su ausencia al juicio, él debe descansar ya que se encuentra sumamente enfermo —digo en su defensa.

—Mi deber es llevarlo —responde Crowley.

—Es mi esclavo, responderé por él —digo.

—Son órdenes de la rei... —dice él hasta que le interrumpo.

—Desgraciadamente el altercado ocurrió en mi dominio, pero no se confunda, Crowley. Ambos sabemos que no ira—respondo para ver la ira contenida en su rostro—: es mi última palabra.

Él se encuentra renuente a aceptar mi decisión, pero no tiene forma de negarse, porque a fin de cuentas, hay dos factores inviolables. La corona está en el poder gracias al apoyo militar que recibe de mi familia y ambos sabemos que para que esto siga así, yo debo salir exculpado de esto.

Mi madre antes de morir dejó todo a mi nombre y en caso de que se haga algo contra mi persona, pasarían las propiedades a un amigo suyo del reino vecino. Esto hace que la corona no se atreva a eliminarme, aunque puede también ser porque me tienen miedo.

El lobo maldito que se descontrola todas las noches de luna llena asesinando a quien se coloque en su camino. Incluso se cree que mi mirada puede contagiar la locantropía, tonterías.

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Desgraciadamente no creo poder volver a ver a Cian en unas semanas. Esto puede durar un tiempo así que no lograré ocuparme personalmente del problema que causó el hecho de él ser marcado. No puedo creer su descaro de dejarse hacer eso luego de estarme cazando.

Uno de mis sirvientes mueve las maletas hacia dentro del carruaje con cuidado, todo está listo para partir, no queda algo más que dilate el tiempo. Crowley coloca sus hombres al lado como escoltas para evitar que escape guiándome con toda su alegría hacia mi vehículo.

—¡AHDERON! —grita alguien desde una ventana, una voz que se me ha hecho muy recurrente últimamente.

Me giro hacia allí y en la ventana del tercer piso me topo con los ojos azules brillantes, la ropa llena de sangre en las áreas del muslo y brazos, y el cuerpo maltrecho de ese idiota Omega por su temperatura. Su cabello largo hasta la cintura ondea con el viento y se ven llorosos sus ojos. ¿Qué demonio hace?

—¡NO TE PUEDES IR SIN MI! —grita con todas sus fuerzas y se lanza desde ahí. Laura sale a detenerle, pero no llega a tiempo y la caída inicia.

Realmente no sé por qué, pero mi cuerpo corre solo a salvarle. Siento como cada hueso se rompe en mi ser y la piel se desgarra junto a la ropa. Vuelvo a tomar esa forma que tanto odio, esa forma plateada y enorme de ojos amarillos que alejó a muchos de mi vida, esa forma que hizo que el mundo me odiase.

Corro a cuatro patas hasta llegar a él en un ágil salto dejándole caer en mi cabeza como si fuese un colchón. Se siente tan pequeño al lado de mis cuatro metros mientras lo deslizo para que llegue al suelo.

Sus ojos azules se topan con mis iris deformados por mi forma de lobo, por mi maldición. Él me mira lleno de curiosidad... Pronto saldrá corriendo como acaban de hacer los guardias a mi espalda o los más valientes que se deciden a apuntar sus espadas hacia mí.

Sin embargo, Cian no, él no huye, sonríe colocándose entre yo y los atacantes abriendo sus brazos aún con toda la debilidad de su cuerpo.

—¡Quién toque a mi Ahderon lo mato, bajen esas armas, sucias escorias! —grita Cian cayendo desmayado en el proceso, no le puedo pedir más, al final sigue enfermo.

¿Por qué... logras ser tan extraño?

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