Capítulo 6

...Narra Ahderon...

Logro tener unos minutos solas con Vicaria mientras ella me comenta sobre lo complicado y reacia que se encuentra a contraer matrimonio con el rey, esa persona que no ama y trae sufrimiento a su alma.

Sus rizados cabellos rojos ondulantes en el aire dejan llegar su aroma a fresas a mi nariz. Muy diferente del de mi esclavo nuevo, el cual presenta uno parecido a las manzanas. Sus ojos verdes se llenan de lágrimas mientras las retira con el pañuelo que le he dado.

Prometí que no dejaría que nada malo te sucediese y así será. Solo debo lograr la muerte del rey, si debes casarte con un noble, ese seré yo, mi querida Vicaria.

Ella toma mi brazo para dejarme ver una sonrisa mientras caminamos. Puedo ver a lo lejos a Cian hablando con el rey, en su rostro tiene una mirada de desagrado que mezcla con sonrisas aleatorias. Cuando me mira sus mejillas toman ese desagradable color rosa y cambia la mirada.

Es repugnante, solo desea usarme de alguna manera retorcida. Al final, nadie puede amar lo que no conoce y él ni siquiera sabe el más mínimo detalle mío.

—Ahderon, veré como salgo de esta. No quiero renunciar a Laura tampoco... —dice Vicaria con un notable nervio.

El cabello se abre detrás de su cuello, si solo la marcó podría ser mía sin más. Algo sencillo y que la alejará para siempre de mi sirvienta. La otra opción es asesinarla y decirle que decidió renunciar.

—Tranquila, se solucionará. ¿Cuándo me he equivocado en mi decir? —le comento.

—Nunca, tú jamás te equivocas —responde ella retomando la alegría en sus mejillas—: pero no hagas nada precipitado. Por favor.

—Solo debes lograr quedarte esta noche aquí, mi querida Vicaria, junto a él rey —le comento mientras con mis dedos tomo un mechón de su cabello para verlo deslizarse.

Mis ojos luego son llamados por Cian detrás de ella, el cual parece hacer un buen trabajo. El rey le coloca la mano en el hombro y acerca la nariz a su cuello, parece sentir las feromonas del Omega, unas que se encuentran en celo siendo limitado por los fármacos que le di.

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Luego de atender determinados asuntos propios de mi título, proceso a tomar mi medicina, esa que frena la descarriada maldición de mi familia. Una que nos ha obligado a mantenernos viviendo alejados de la sociedad.

No siquiera Vicaria la conoce o algún sirviente, solo yo y los que sabían de ello ya están muertos. Cada luna llena, mi cuerpo toma el estado de una bestia y también algunas noches que se descontrola por mis emociones. Lo que causa que deba tomar los calmantes evitando emociones fuertes.

Me dispongo a averiguar como han estado los avances para ir al cuarto del Omega, de ese esclavo nuevo que me ha dado tantos problemas en las primeras veinticuatro horas que lleva en mi mansión.

La puerta de su habitación está abierta y él dentro, se encuentra de lado acostado sobre la cama, completamente desnudo. Me mira mordiendo sus labios y nalgueando su propio trasero. La curvatura de su pierna hacia delante cubriendo sus partes íntimas hace ver más prominente la cadera y deja una vista completa de su pierna punteando.

—La cena está servida, mi amo —dice él con las mejillas rojas y llenando el área con su olor.

Me cuesta resistirlo, no la imagen, esa me parece desagradable y de baja clase, me refiero a su aroma. Es completamente llamativo y abundante. Sin las pastillas hubiese terminado profanando su cuerpo, debo tener cuidado.

—¿Fue receptivo? —le pregunto.

—Me invitó a su recámara, pruébame antes de que me quiten mi virginidad, te la estoy ofreciendo, mi señor —dice él cubriendo su rostro como si la vergüenza le ganara, pero ya sé que no tiene.

—No, es bueno escuchar eso. Cian, te tengo una propuesta, una que espero aceptes sin dudarlo —le comento.

—¡Claro! ¿Quiere que le lama los pies? ¡También puedo hacerle un oral! He practicado con pepinos cuando nadie me ve —responde él saliendo de toda lógica... Es un pervertido sin remedio.

—No, es una alternativa, ya que veo tu renuencia a consumar con el rey —le digo.

—Sí, no quiero follar con él —responde mientras se levanta para venir hacia mí—. Sabes, no he estado con nadie porque llevo más de diez años enamorado de ti. Te amo, muchísimo y prefiero morir por tus manos a tener a alguien que no seas tú tocando mi cuerpo.

Sus manos se deslizan por mi camisa mientras arregla pequeños desperfectos. Las palabras que dice no tienen sentido, ninguno, dado que es imposible que me conozca.

Es imposible que me conozca...

—Te amo incluso cuando te transformas en esa bestia —dice él haciendo que la situación se vuelva extraña...

Es imposible que él... Lo sepa...

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