Capítulo 10

Me mantengo en la cama mirando el techo, las cadenas me atan a la pared y me impiden huir de esta habitación. La verdad es que a duras penas me puedo mover, pero tampoco me quejo, ya que es por la noche de pasión con mi amado Ahderon.

Posiblemente, me asesine cuando se entere de que soy el causante de la muerte de Vicaria. ¿A caso importa? Cuando lo intente me lo llevaré conmigo siendo una muerte doble. Realmente, no creí que ella tuviese tanta fuerza como para arrastrarse en ese estado hasta la puerta de él, perra. Por lo menos ya dejaste tu último suspiro. Lo que digo, la mejor idea es sacarse del medio a la protagonista.

Podremos dejar este mundo como la pareja enamorada que somos luego de haber consumado nuestro amor en esa noche de pasión. La cuestión es, ¿cómo?

Necesito encontrar algo que me permita llevarme su vida junto a la mía cuando me mate. Por la ira seguro querrá hacerlo él mismo, así que puede que intente tocarme. No puedo usar armas porque claramente perdería, así que la opción que me queda es veneno. Genial, ¿ahora donde encuentro yo eso?

Me intento parar de la cama para terminar cayendo al suelo por la inestabilidad de mis piernas. Me fallan sin dar tregua, golpeo los muslos y tampoco ceden. Tengo que aguantar el dolor cuando sin querer el puño choca con la herida del izquierdo. Llevo la mano a mi cuello me encuentro hirviendo. No puede ser... ¿Tan débil es este cuerpo?

No, no... Espera... Recuerdo que morí la noche luego de consumar con el rey, por una gripe. ¿Quiere decir que debo morir ahora? No puede ser...

Trato de deslizarme hacia abajo de la cama para tomar con la mano un cuchillo de cocina que dejé en el bastidor. Algo que tomé sigilosamente cuando Ahderon me permitió salir para conocer al rey, ahora el difunto rey.

No creo que pueda ganarle con esto, pero quizás si lo hago de sorpresa él no lo note. Las lágrimas comienzan a correr por mi mejilla ante la impotencia, necesito que él muera junto conmigo, si no, no sirve mi trabajo. No quiero morir solo en cercanía con la estúpida de Vicaria.

Tocan a la puerta, sin embargo, no esperan mi respuesta. Un hombre de cabellos negros y con el rostro difuminado entra en el cuarto, no tengo cabeza para pensar en quienes portan esos colores. Yo comienzo a toser y el frío me lastima, sumado al dolor de cabeza. Lo primero que atino es a guardar el arma en las sábanas porque es poco probable que pueda mantenerme consciente.

No quiero morir de esta manera... No debo, falta que sea doble...

—Es realmente hermoso —dice la figura que no logro distinguir mientras se acerca a mí. Me carca por la cintura para dejarme sobre la coma y con sus manos quita el cabello de mi frente—: parece que está en su ciclo.

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Cuando logro abrir mis ojos solo veo a Laura, ella coloca compresas en mi cabeza, unas sumamente frías. Levanto un poco más los párpados para toparme con la silueta de trajes negros y cabello gris. Sus ojos se ven preocupados y me observan fijamente.

—Has todo lo posible por salvarle, se lo merece —dice Ahderon.

¿Está feliz de que le haya librado del infierno de Vicaria? Esa niña mimada. Esto me deja una ligera sonrisa, al menos en mi cabeza siento como si yo sonriera.

—Amo, mire esto —dice Laura.

—Buenos días... —respondo en voz baja.

Ella me voltea sin piedad dejando mi cabeza contra la almohada. Parece enseñarle en mi cuello algo a Ahderon, porque mueve mi cabello a un costado.

—¿Es un Omega marcado? —dice Ahderon.

—Sí, alguien lo marcó —sentencia Laura.

Una mierda, yo estuve con Ahderon anoche como si nada y él no lo hizo. ¿De dónde mierda salió esto en mi cuello?

—No debería —sentencia Ahderon.

Tiene razón, si él no quiere hacerlo, yo no terminaría así. Es algo que al final deciden los Alfas.

—Laura, encárgate de él, debo dar todo el parte sobre el incidente. Es algo definitivamente grave —dice Ahderon.

Cierto, la muerte de esa persona aquí le traerá muchos problemas. Aunque puede testificar como un ataque a la mansión o demás, siempre estará su nombre manchado. No importa, es solo la opinión de los demás, la que te importa es la mía y yo te amo.

—Lo mejor sería encontrar a quien le marcó, eso podría curar su fiebre. Cían es muy débil, amo —contesta Laura.

¿En qué momento? ¡¿Cuándo?! No es posible que de cuando me dormí a ahora sucediese esto. A mi cabeza llega la imagen del hombre de cabellos negros que vi antes de perder el conocimiento. No tiene sentido, ¿para qué?

—Negros... —digo dándome cuenta de que a penas puedo hablar.

—¿Qué? —dice Laura—. ¿Tu alfa es alguien de color?

Estiro mi mano con cuidado y empleo la fuerza que me queda en jalarle el pelo a la desquiciada.

—Cabello —susurro.

Es un dato tonto... Hay miles de personas con ese característico tono en sus hebras. Lo peor es que con Laura aquí no creo poder llegar hasta Ahderon y matarle para que venga junto conmigo. Sería hermoso ser enterrados abrazados.

Espera...¡No puedo morir marcado por otra persona! Eso es como un tipo de casamiento, ¡no! Dios, debí pensar en eso y hacer que Ahderon me marcase.

—Reúne a todos los revientes que están en la mansión y tengan el cabello así. Traelos ante Cian y revisa el reaccionar de su cuerpo — dice él.

—Sí, amo —responde Laura.

—Le capturas cuando lo tengas, déjame ocuparme del culpable, por ahora iré a ver los temas legales de lo sucedido anoche —contesta mi hombre caminando hacia la puerta—. También avísame si la señorita Vicaria despierta.

Laura asiente aceptando la oferta, se sigue ocupando de mi estado, ahora con una sonrisa en su rostro.

Espera... ¿Qué dijo? ¿¡Como es posible que esa perra siga viva!? ¿De que carajos es? ¿De acero? Y yo con este cuerpo de papel... Dios definitivamente tiene sus favoritos.

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