Capítulo 4

Llego hacia la tan mentada puerta de madera hecha por robles antiguos del bosque, una especial que frena a mi amado Ahderon en las noches de luna llena.

La acaricio con los dedos y sigo por palpar el picaporte. La loca de la sirvienta se acerca así que, antes de que doble la esquina y me vea, opto por abrir la cerradura para entrar a la habitación.

No hay nadie, mi amado no se encuentra. Aún así, nada impide que entre en su armario para probarme su ropa mientras disfruto de él aroma que hay de su cuerpo en cada prenda.

Me coloco uno de sus atuendos también, pero me quedan muy grandes. Da igual, serán el conjunto perfecto mientras consigo otra ropa...

La risa me invade ante mis pensamientos, este juego no me lo va a quitar nadie. Me quedaré con el atuendo aunque sea lo último que haga.

Me acerco a su cama para revolverme entre las sábanas, después de todo, es de esos lugares donde más tiempo pasa.

Mi cuerpo se siente sumamente cansado, al punto que mis párpados se cierran solos y me tienta quedarme dormido. Como medida de seguridad por si el llega, me escondo bajo la cama llevando un juego de sábanas ahí para acurrucarme.

El espacio es pequeño, aún así, el sueño no tarda en alcanzarme. Termino por caer en los brazos de Morfeo y viajando a un mundo de sueños donde le bailo en el tubo a Ahderon mientras pone dinero en mi ropa interior saboreando mi abdomen.

Me levanto en medio de la madrugada, al menos la oscuridad me dice lo suficiente para saber que es así. Desgraciadamente, la alcoba aún parece vacía.

Luego de rechistar bajo la vista a mis pantalones para notar que algo se levantó mientras dormía. Posiblemente a causa de ese sueño tan sugerente con él...

¿Qué podría salir mal?

Llevo mis manos al pantalón que le robé para bajarlo. Comienzo a darme placer mientras deslizo la derecha de arriba a abajo en mi pequeño elefante. Usualmente con solo imaginarme a él me es suficiente para correrme... y esta vez no.

Decido descender un poco más hacia la parte trasera de mi cuerpo. Justo en el agujero tan extraño y modificado que presentan los omegas. Está en extremo húmedo. La curiosidad me lleva a posicionar mis dedos en la entrada, dejando solo leves toques. Esto junto al movimiento previo hacen que una ola de placer me invada.

—Ahderon... —Se escapa su nombre de mis labios entre gemidos, los cuales debo callar con mis manos cortando el proceso porque alguien abre la puerta.

Ladeo la cabeza y reconozco esos zapatos. Son los mismos que se estamparon en mi cara cuando desperté en esta casa. ¡Sus zapatos! Una idea sumamente descarada pasa por mi cabeza. ¿Él no sabe que estoy aquí, cierto?

Continúo lo que estaba haciendo mientras muerdo mis labios para que no me escuche. No sé como lo hizo o lo descubrió, pero se agacha, se agacha y ya no solo veo sus bellas piernas, ahora también aprecio su rostro mirándome con un enojo notable.

—Maldito esclavo —comenta él y su mano se posa en mi cabello para jalar de este hasta sacarme de allí abajo.

Quedo expuesto frente a él, con toda la perversidad que desprende mi alma cuando veo o pienso en sus ojos... y un poco más.

—Amo, perdón... Le dije que estaba enamorado de usted y no me hizo caso... —respondo hecho un poema, también liberando mis intimidades para cubrirlas con mis manos.

—¡Eres demasiado desagradable, sal de mi habitación! —me grita él haciendo que me levante por el agarre en mi cabello.

—Solo quiero ser suyo... por favor —le digo sintiendo mi corazón romperse...

Es difícil tratar de enamorar a alguien, nunca lo he hecho... siempre los secuestraba y luego me deshacía de ellos dándoselos de comer a mi gato. Incluso cuando alguien se me declaraba y no se parecía a él, los rechazaba con una sonrisa.

—No te compré para jugar contigo, tu misión es ser el muñeco del rey hasta que se canse de follarte —me dice él.

Sonrió lo más amplio que consiguen mis labios, levanto mis ahora largas pestañas para ver su rostro. A pesar del enojo que demuestra y de lo desagradable que me percibe, deslizó mi pie descalzo hasta su entrepierna aprovechando la situación.

—Quiero que sea usted, úsame antes de darme a otra persona permítame cumplir mi fantasía... —le digo y solo me deja caer al suelo al liberarme.

Un ataque de tos me invade, termino tosiendo tan fuerte que varias gotas de sangre manchan el suelo con mi saliva.

—¿Para colmo estás enfermo? ¿Qué habrás conseguido del burdel de donde saliste? No te castigo más porque tienes una misión importante que lograr con tu cuerpo, siéntete bendecido —me dice él.

El calor empieza a subir por mi cuerpo, no es como el que tenía antes. Incluso si fuese fiebre, esta hace sentir un fuerte frío para el usuario aunque esté hirviendo. Apoyo las manos en el suelo tratando de controlar mi respiración y nada pasa...

Mi vista se comienza a distorsionar, es como estar borracho, pero con ganas de poder continuar con lo que hacía. Me arrastró gateando hacia los pies de él y cuando levanto la mirada su entrepierna se encuentra abultada.

—Que inoportuno es el celo de los omegas —comenta él.

La mirada de Ahderon se clava en mí, luego retrocede para cubrir su nariz con un pañuelo y salir de la habitación dando un portazo. Siento la llave ser pasada en la entrada y mi incomodidad sube. La intranquilidad que se forma en mi cuerpo se hace cada vez mayor y nadie viene a por mí.

Cada segundo se hace eterno entre los suspiros, no sé si sea la fiebre, si sea el celo... Ya no se nada, pero es insoportable. Me arrastró hasta la entrada como puedo para dar golpes tratando de llamar a alguien. ¿A quién engaño? Claro que lo llamo a él.

Mis gritos y golpes se repiten una y otra vez. Se repiten hasta que Ahderon abre la puerta de golpe, revisando con la mirada mi desnudo cuerpo tirado en el suelo abrazando su ropa y completamente mojado por el sudor.

—Tu maldito aroma está por toda la mansión —me dice mi futuro esposo, lo sé, el lo va ser algún día o moriremos juntos.

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