capitulo 10: “solo nosotros"

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Los labios de Fausto saboreaban los pechos de Elaisa. En uno de ellos lo mordisqueaba su penzo suavemente y su mano se encontraba en la otra.

Los gemir ligeros de Elaisa eran contenido por ella misma, no quería llamar la atención de nadie, pero sin darse cuenta excitaba más a Fausto, tanto, que la hace sacar un gemido más grande, antes de soltarlo se había tapado la boca con ambas manos. De reojo, podía ver como el hombre yacía más abajo en su abdomen.

— reina. Abra más las piernas.

Elaisa cumple con la pequeña petición. Luego siente un roce húmedo entre sus partes más sensibles. Así él seguía, dándole un placer que ella jamás había conocido. Queriendo jadear con más fuerza, Elaisa aún seguía reteniendo su voz ante tal deleite que sentía. Hasta que llega finalmente a su clímax.

Fausto levanta un poco la cabeza y se relame los labios cuál gusto estuviera dándose. Pero realmente lo hacia. Nuevamente sube más y llega a los labios de la rubia, donde no espera para besarlo con pasión. Entre besos, éste le confiesa algo muy importante.

— pude dejar el tiempo sin devolverlo... Tenía muchas oportunidades para matar a Andrés si el plan de asesinarlo no funcionaban, pero... Lo único que me importaba era que tú estuvieras viva... De lo contrario... Yo...

Deja de hablar al sentirse listo para unirse como debe de ser. Elaisa pensó que no podía crecer más, pero se equivocó al ver hasta dónde llegó.

— quisiera decirte que no te dolerá pero estaría mintiendo... Sin embargo, te puedo prometer que si sentirás mucho placer...

Elaisa abraza con sus piernas la cintura de Fausto y le susurra.

— estoy lista para que cumplas esa promesa.

Antes que nada, el hombre besa los labios de ella para poder introducir su masculinidad. Elaisa gemía con más fuerza en los labios de Fausto, sus movimientos de caderas coordinaban con los de ella, así ambos podía sentir un placer más mutuo, minimizando el dolor que sentía la reina. Él toma la cintura de ella y con un ritmo lento de vaivén dejaba tan extasiada a Elaisa que hace que tenga su segundo clímax pero más placentero que el primero.

Fausto no estaba cansado ni en lo más mínimo, y aunque ella ya había alcanzado un par de veces su placer, tampoco quería que se acabará tan pronto. Así que ambos continuaron desde las diferentes posiciones en cada rincón de la habitación... Hasta que hubo un momento, que pararon en la cama. Luego de tantas horas de saciar una lujuria que había nacido de imprevisto.

____________ varias horas después.

Levantándose de la cama, Fausto mira a su lado totalmente vacío. Observando su alrededor no ve a Elaisa por ningún lugar.

« me hubiera gustado verla dormir a mi lado. Supongo que ya no le gusta estás cosas... Pero...»

Fausto abraza las sábanas donde aún permanecía el aroma de Elaisa.

— no pensé hacerla mía tan pronto... Pero fue maravilloso, algo que pienso repetir hasta cansarme y eso jamás pasará...

Aún era de noche, a tan solo una hora de que amaneciera. Fausto se levanta de la cama y se prepara un baño para salir más tarde como el rey Leonidas.

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Elaisa por una parte estaba en su habitación. Observando su cuerpo lleno de mordidas y chupones hecho por el autor Fausto.

«por suerte, fue sensato y no mordió en las partes visible. Sin embargo, cada vez que tocaba mi cuerpo sabía dónde más me complacía... Y aunque fue nuestra primera vez juntos, fue mucho mejor que Andrés en todo los aspectos. Creo que esté matrimonio no será aburrido»

Elaisa había salido antes del amanecer para que nadie la viera, pero para ser precavida, uso su magia de sigilo para no ser vista hasta llegar a su recámara. Estará dispuesta en seguir el plan de Fausto para tener una vida tranquila gobernando, pero para ello, ayudará al hombre hasta el final, de todas formas, él la ayudó a devolver el tiempo.

Tras pasar varias horas. La mañana llega, las aves dan su canto en el jardín favorito de la reina. Ya no eran las rosas rojas, sino las blancas, la hace recordar a su magia. El jardín era totalmente privado, nadie podía entrar o ver desde algún ángulo, a excepción de alguien que entra fácilmente a ese lugar.

— no la vi en el desayuno, reina.

Era Fausto, quién con su apariencia del rey Leonidas llega detrás de Elaisa.

— no tenía apetito, su eminencia.

— debería de tenerlo, gastamos mucha energía... Anoche no páramos.

Elaisa como le estaba dando la espalda, siente como una mano recorre desde su cintura hasta su abdomen, jalándola hacia él. No obstante, por un momento, Fausto cambia a su apariencia original.

Susurrándole al oído, éste le dice.

— ¿Acaso no te gustó?... Si hice algo mal, lo corregiré ahora mismo. Sólo dímelo. Tienes derecho en reclamarme.

Éste sube su mano a uno de los pechos de Elaisa y lo apretaba con suavidad estimulándolo un poco.

— por supuesto que sí me gustó. Me dio una noche completamente placentera. No podría mentir ante ese hecho...— Elaisa toma la mano de Fausto y lo mira de reojo—... Alguien podría vernos...

— no. Estoy seguro de que nadie más puede entrar en este lugar. No hay nadie aquí aparte de nosotros.

Elaisa saca una pequeña sonrisa.

— ¿En serio?...— la reina mira a un lado específico. Donde aguardaba una estatua hecha de hielo.

Fausto mira en esa dirección y se da cuenta de lo que es realmente ese objeto. La estatua tenía la figura de una mujer, sus expresiones eran de total sufrimiento. Era Susana, su cuerpo congelado a hielo sólido que no podía derretirse. Aún seguía viva pero sufriendo en un infierno helado.

— ya veo... Fue ingeniosos de su parte ocultarla en su jardín. Reina. Pero ahora...— parándose frente del cuerpo congelado de Susana, Fausto pone una mano con intensiones de empujarla—... Es un estorbo en estos momentos...

Cometiendo tal acto, el hombre empuja con fuerza el hielo. Al chocar contra el suelo, el hielo se rompe en varios pedazos, dando fin a la vida de Susana. Luego, camina hasta Elaisa y la toma por la cintura para abrazarla.

— ahora estamos realmente solos...— al finalizar esa frase, Fausto besa a Elaisa de una manera suave.

— justamente quería que hicieras eso.

— ¿Cuál de los dos?... ¿Besarte o haber destruido tu estatua?— dijo con una pequeña sonrisa.

— ambos...— una vez más, Elaisa besa a Fausto con total deseo.

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