De esta noche no pasas

Articus

Veo a mi bella ninfa cerca de la orilla del mar, él la había invitado a caminar por la gran costa luego de la cena. Me gustaba ver como el viento parecía jugar con ella, Eolo era un dios travieso que gustaba de hacer travesuras. La luz de la Luna y las luces de la bahía, le daban un brillo casi espectral; ella de verdad es toda una ninfa.

Ella se acercó a mí con una sonrisa que a sus ojos, lo iluminaba todo, simplemente, mágica.

- La noche está preciosa, gracias por invitarme - me dijo cerca mientras trataba de mantener su cabello fuera del rostro.

La tomé con ambas manos por la cintura y la pego a mi cuerpo, ambos nos miramos un rato.

- Tú mereces todo, y eres más hermosa que esta noche de luna - acaricié el rostro de la mujer que estaba despertando en mí, una emoción que jamás había sentido - quiero descubrir que guardas en esos ojitos hermosos.

La besó con pasión desbordante, la llevó a una pequeña caverna cerca a la orilla, recitó unas palabras y el lugar se iluminó.

- Creo que de esta noche no pasas - la risa melodiosa de Linda me dio mil años de vida - así que ya mismo te haré mía como lo he estado soñando desde que te vi en el océano - la siento estremecer.

Mis manos empiezan a viajar hacia todas las direcciones de su bello cuerpo, simplemente deseo más. Quito el vestido que trae puesto, dejando expuesta su piel con esa diminuta ropa que suelen usar las humanas para cubrirse aún más. No tengo ni la menor idea de cómo se quita la parte de arriba, pues ella trae algo con muchos ajustes adelante. Mis manos se vuelven torpes y ella decide ayudarme y veo como empieza a quitarlo, para dejarme deleitar mi vista con unos hermosos pechos. Si bien los hijos del mar no somos mamíferos, pero por instinto tomo uno con mis labios, provocando que ella de sonidos con su boca de placer. Antes solo estuve con una hembra humana, cuando me fui del lado del viejo Duvall, nunca más tuve contacto con ella, después solo vivía con mis hermanitas. Se supone que yo viviría con ellas hasta que todas se aparearan.

Mi propio cuerpo reacciona ante su toque, la veo arrodillarse ante mí y comenzar a jugar con mi lanza.

Esto es lo mejor que he sentido, jamás me hubiera imaginado que se sentía tan bien.

Ella sigue dándome atención hasta que siento que un líquido cálido sale de mí a su boca. Debe ser aquello que mi padre llamaba maná.

Yo quiero hacerla sentir lo mismo que yo, así que también me postro delante de ella y voy a su centro. De alguna manera ella me guía, de ella salen jugos que me resultan deliciosos como el agua del mar. En un momento siento que esa agua fresca se vuelve más, entonces la veo tener pequeñas convulsiones.

- Te quiero dentro de mí, por favor Articus - su voz es distinta.

Nos acostamos sobre la arena dorada y ella toma mi virilidad, para dirigirla a su entrada. Aseguro que es lo mejor que he podido sentir. Por instinto mis caderas comienzan un vaivén una vez entré de manera total. Linda me besaba, yo creo que ni la sensación de nadar en las islas del Gran Océano y dejarse llevar por las corrientes es tan increíble como esto que estoy sintiendo.

- Eres mejor que el Gran Océano - le digo a media voz.

Ella solo corresponde con esos sonidos de placer.

De un momento a otro siento que mi cuerpo va a irse a lo más profundo de las corrientes marinas, al igual que ella. El mismo líquido caliente, vuelve a salir de mí para entrar en ella.

¡Por las barbas de Poseidón! Quiero volver a repetir.

Me dejo caer a un lado de ella con la respiración entre cortada y a ella le pasa lo mismo.

- Eso... eso fue... uuuf- su voz es agitada.

La atraigo hacia mí, su cabeza está sobre mi pecho, me gusta esto que siento con ella.

Cuando estuve ayudando al viejo Duvall, recuerdo que me habló de una sensación al la que llamaban amor. Él me dijo que se suele sentir cálido en el pecho, desde allí se expande a todo tu ser, que tu espíritu se siente como si flotara, que sientes libertad.

- Creo que siento lo que llamaba el viejo Duvall, amor - le digo cuando mi voz se ha vuelto normal.

- Creo que yo también, lo siento - me responde con su dulce voz de ninfa.

Nos volvemos a besar para nuevamente entregarnos como hace un rato. Si sigo así, creo que jamás podré volver al océano, no la quiero dejar, ella es el tesoro más grande que pude encontrar y estoy dispuesto a desafiar a mi padre por ella.

Ya el sol empieza a salir, nos volvemos a poner la ropa para irnos a casa. Caminamos tomados de la mano hasta su auto. Subimos y ella conduce por la vía de la orilla del mar. Veo como se está formando una tempestad, mi padre está molesto, él conoce nuestros corazones, pero por ella lo enfrentaré porque pertenezco a ella y ella a mí.

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