¿A quien debería elegir? ¿Se supone que tengo que despreciar el corazón de alguno de estos muchachos? La sensación de estar haciendo algo de forma incorrecta comenzó a invadir mi corazón. ¡Corazón de Miranda! ¿Qué debo hacer? ¡Ojalá no se me hubiese juntado el ganado! Pero bueno, quizá y en parte es mi culpa. Después de todo siempre fue mi sueño tener una granja.
El domingo me levante temprano. Les prepare el desayuno. Chilaquiles verdes con pollo, cebolla y el delicioso aguacate del árbol de doña Fran. ¡Fue una gran ventaja el haberme quedado dormida en el sillón! Regularmente la flojera suele hacer que las sábanas se me queden pegadas los fines de semana, tú sabes eso, se que me entiendes. ¿Quien rayos suele madrugar en domingo? ¡Obviamente yo en este día!
Eran casi las diez y nadie parecía haber despertado. ¡Las visitas son las únicas que tienen permitido dormir hasta tarde! Me sorprendió mucho que el abuelo siguiera en su habitación. ¿Y los muchachos? Ojalá que el descanso les fuese gratificante. Aún me causaba gracia recordar la cara que pusieron cuando les dije que tendrían que compartir la habitación. ¡Eso fue lo mejor que pude hacer por ambos!
De pronto alguien tocó mi puerta. El sonido de un puño golpeando la madera me hizo sorprenderme un poco. ¿Quién podría ser? ¿Se habría quedado la reja abierta? ¿Por qué no tocaron el timbre? Me levante de mi asiento, guarde mi móvil en el bolsillo trasero de mi pantalón y camine para abrir.
Me sorprendió mucho verlo frente a mi, su mirada estaba tranquila y el fresco de la mañana me hicieron pensar que era un momento agradable.
—¡Buenos días Miranda!
Frente a mi estaban esos ojos, la piel tostada, casi dorada por el sol y un ramo de flores frescas. ¡Que cosas tan más inesperadas! Sonreí.
—¡Hola Manuel! Buenos días.
Enarque una ceja. No esperaba que él estuviera aquí.
—¿Cómo estas?
—¡Bien! ¿Y tú?
Sentí que mi respuesta estaba siendo un poco cortante.
—Me alegra que estes bien. Yo también ando bien dentro de lo que cabe, creo que hoy es un buen día.
Asentí. Entonces recordé el motivo de su visita.
—¿Samuel no ha llegado aún?
—¿Cómo?
—Si. Vienes por tu gallinas ¿no?
—Ajá.
—¿Samuel no te respondió el celular?
Parecía pensar en algo, como si estuviera sacado de onda.
—Sí, él me respondió pero me dijo que tú me las entregarías.
¡¿Qué?! ¡Canijo Samuel! Seguro estaba planeando algo con lo del ganado. ¡Chamaco ingrato!
—¡Ah!
—¿Pasó algo?
—No, para nada, es solo que pensé que llegarías más temprano.
¿Que podía decirle? No era si culpa que Samuel cambiara los planes de forma insensata.
—No, a esta hora fue que acordamos vernos.
Sonreí. Obviamente que Manuel no merecía un trato despectivo por parte mía.
—De acuerdo. Pues entonces yo te entregaré las gallinas. ¡Pasa!
Una sonrisa suave se formó en sus labios, parecía que mi invitación le estaba haciendo sentir bonito. ¡Yo era su crush!
—Por cierto, mi mamá te envío estas flores.
Extendió el ramo a mí. Eran claveles recién cortados en color blanco y rojo, unas ramas de romero con ese aroma tan único y dulce.
—¡Oh! Muchas gracias!
—De nada. Ella dijo que quería agradecerte por venderle las gallinas.
¿De verdad las flores venían de parte de su madre?
—¡Están muy bonitas! Dile que muchas gracias. Ahora las pondré en agua.
Cerré la puerta detrás de mi. El observaba mi casa con mucha curiosidad, caminé hasta la cocina, saqué una olla de barro (de esas ollas que son para cocer frijoles) y la llene de agua), metí el tallo de las flores ahí; está olla sería mi florero.
—¿Esa no es la misma pintura que estaba en la biblioteca de la escuela?
Sus ojos estaban puestos en las pinturas de mamá, yo había decidido colgarlas en el mismo muro. Como si mamá y papá estuvieran juntos hoy en día.
—Sí, esa era la pintura. ¡Me la obsequiaron!
—¿Cómo conseguiste las dos copias?
Me causó emoción poder hablar de mi pasado. ¡Esta vez hablaría de cosas buenas! La Miranda que solía llorar por sus padres había desaparecido desde hace varios meses. ¡Mi vida estaba tomando un curso diferente!
—Las dos pinturas las hizo mi madre. Ella es la autora.
Sus cejas se enarcaron un poco.
—¿De verdad?
—Sí. Yo también me sorprendí mucho cuando lo supe.
—¡Tú mamá tiene talento!
Manuel aún no sabía que yo era huérfana. ¡Eso era algo que prefería no contar a todo el mundo! ¿Pena? ¿Miedo? ¿Dolor? ¡Mas bien es que no le debes dar explicaciones a todo el mundo sobre las circunstancias en las que vives! No siempre nos entenderán.
—¡La pintura es lo mejor de su vida!
Sonreí. Deje escapar un suspiro, acomode el florero en medio del comedor. La puerta de mi habitación se abrió y Emilio fue el primero en salir.
—¡Buenos días! —saludó él.
Vestía una playera blanca, un pantalón negro y sus tenis.
—¡Buenos días Emilio!
Manuel solo se limitó a saludarlo de forma cortante; parecía mirarlo con mucha desconfianza. ¿Que pensarían estos muchachos?
—Él es Manuel, un compañero de la escuela —los presente.
Obligadamente estrecharon sus manos.
—¿Es tu novio? —me preguntó Manuel.
¿En que situación me estaba metiendo? ¡Por los ganados del amor!
—Emilio es un mi mejor amigo —me limite a decirle.
Édgar salió de mi habitación. ¡Tres vacas en mi establo! ¿Por que en este momento?
—¡Huele a desayuno delicioso! —Édgar tenía el pecho desnudó, su abdomen reluciente y era obvio que los músculos de su cuerpo fueran sorprendentes; este hombre era mayor que sus otros dos rivales.
—¿Descansaste bien? —le pregunté.
Manuel me observaba con atención, lo mismo que los otros dos.
—Si, un poco. Los ronquidos de Emilio me despertaron de vez en cuando.
—¡Hey! Yo no ronco.
—¡Claro que si! Solo que estás dormido y no te das cuenta.
—¡Tú también roncas mucho!
Necesitaba cambiar el tema de conversación.
—¿Quieren desayunar ya? —les pregunté.
Asintieron.
—¿Tú abuelo?
—Él aún no sale de su habitación.
—¡Seguro que aún sigue durmiendo! Me dijo que últimamente no había podido descansar a gusto.
—¿De verdad te dijo eso?
—Sí. Sus otros hijos a veces le causan estrés.
—Entonces hay que dejarlo que descanse.
Las miradas de los tres muchachos estaban todas clavadas en mí. ¡Como si yo fuese alguien importante para ellos! Trague saliva, me sentí un poco nerviosa.
—Manuel. ¿Quieres quedarte a desayunar? —le pregunté.
Sus ojos parecían brillar intensamente por mi nueva invitación.
—La verdad si me gustaría quedarme a desayunar pero mi madre me espera en casa.
¡Que bueno que no acepto mi invitación! Me sentí un poco más tranquila.
—Está bien. Entonces te daré tus gallinas. Mientras voy, ustedes dos pongan la mesa.
Édgar y Emilio no tuvieron de otra que simplemente asentir.
Después de andar atrapando las gallinas, Manuel subió a su camioneta y se fue. Justo cuando el vehículo desapareció de enfrente de mi casa, el chamaco apareció a mi lado. ¡Fue algo inesperado!
—¿Y qué tal?
—¡Cállate!
—¿Estas molesta?
—¿Tú que crees?
Le lance una mirada llena de furor y enojo.
—Yo solo quería darte una ayudadita con el tal Manuel. ¡Recuerda que este man te quiere!
Su sonrisa me causó un poco de dolor de cabeza.
—¡Déjate de tonterías! Te voy a descontar el sueldo si sigues jugando así.
—¡No! Ya no lo vuelvo a hacer.
—¡Más te vale canijo! O sea esta bien que tengo mi ganado, pero no te metas en eso. ¡Quiero hacerme cargo de mis asuntos!
—Pero es que…
—¿Ya desayunaste?
—Aún no.
—Ven a desayunar, hice chilaquiles verdes.
—¡Delicia!
Sonreí.
—Solo te pido que por favor te comportes y que pienses bien las cosas antes de hablar. ¿De acuerdo?
—Si. Prometo no avergonzarte.
—¡Más te vale! No quiero que molestes a mi ganado. ¡Eh!
Y sin querer me empecé a reír, Samuel tenía cara de asustado.
—¿Por que te ríes?
—¿Tú no quieres ser parte de mi ganado?
—¡Estas loca!
—Lo se, pero por tu culpa ahora cada vez que veo a Emilio o a tu hermano, me los imagino como si fuesen vacas de verdad. ¡Eso no es normal!
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Comments
Bella Maldonado Beltran
samuel pone la nota alegre en la novela es muy lindo ,ojala miranda quede con emilio .
2024-04-01
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