Íbamos camino a la ciudad. Las manos de Fernando venían aferradas al volante del vocho. Llevábamos las ventanillas abajo y la radio sonando a un volumen emocionante. No faltaba mucho para llegar a la ciudad. Dead To Me sonaba en versión slowed.
—¿Estás nerviosa? —su pregunta me hizo pensar.
Mi corazón latía a su ritmo normal, mis pensamientos estaban calmados y mi decisión estaba tomada. Podría decir que me encontraba tranquila.
—¡No realmente! Soy consciente de que esto que voy a hacer es muy importante, pero ya he tomado la decisión.
Su semblante era sereno. Estaba muy concentrado conduciendo por la autopista.
—Muy bien. Yo estoy dispuesto a ayudarte en lo que necesites.
—Te lo agradezco en verdad. ¡Gracias por estar conmigo!
Convencer a Fernando para que fuera mi chófer el día de hoy no fue tan complicado. Una de sus clientas no le quiso pagar por un ropero que le había costado tanto trabajo armar y terminar. ¡Aquella clienta hizo que él se desesperara! No le quiso pagar por su duro trabajo y al final el mueble quedó arrumbado en el taller de Fernando. ¡Me sentí triste por él! Así que le pedí este enorme favor sin dudar y le expliqué como es que estaba toda la situación (obviamente le daría una remuneración económica por su valioso tiempo).
—¿De verdad eres dueña de una compañía tan enorme?
Ese mismo día le había contado sobre lo que estaba pasando con las pertenencias de mi familia.
—Al parecer si. ¡Mi abuelo y su duro trabajo! Él quiso que mamá se quedará a cargo y mamá me dejó su lugar.
¿Cómo hubiesen sido las cosas si ella no hubiese muerto? El hubiese existido solo en nuestras mentes con todas esas posibilidades que nunca se harán realidad.
—¿Cómo te sientes?
—Al principio me impacte demasiado. ¿Cómo te sentirías tú si de la noche a la mañana te dicen que eres dueño de una gran empresa? ¡Obviamente que no lo puedes creer! Ahora ya lo he ido asimilando poco a poco.
¡Y me ha costado mucho trabajo!
—¿Y que pensaste al respecto sobre la dirección en jefe?
—Yo no puedo hacerme cargo de una responsabilidad tan grande como esa por varios aspectos y razones que hay en mi vida. Por ejemplo: soy menor de edad, estoy en la escuela, tengo una granja y también soy fotógrafa. ¿Ahora me convertiría en empresaria? No me siento muy lista para ese papel, así que designare esa responsabilidad a alguien que si sea capaz de estar al mando por un tiempo.
—Creo que haces lo correcto. Después de todo tú no eres una chica ambiciosa.
Estábamos en la sala de mi casa bebiendo un poco de té.
—¡Gracias por pensar así de mi! Me esfuerzo por ser una chica sencilla —sonreí, hice una pausa. Era momento de perdirle su ayuda—. Sabes, también hay algo que me gustaría pedirte.
—Dime. ¡Soy todo oídos!
Sonreí.
—Claro, deberás pensar bien las cosas y lo que yo te voy a pedir.
—Esta bien. ¡Dime!
—¿Trabajarías conmigo?
Mi pregunta le hizo pensar de repente, sus ojos se quedaron inesperadamente en blanco.
—¿Trabajar contigo?
—¡Exacto! Nota que no te pregunté si trabajarías para mí. Te estoy preguntando si trabajarías conmigo, cómo si fuésemos un equipo.
Una sonrisa apareció en su rostro.
—¿Cómo podría ayudarte? Solo soy un carpintero desempleado.
Él estaba sonriendo, su forma en que se expresaba me daba confianza. ¡Me sentía a gusto con Fernando!
—De muchas formas. Verás, yo estoy por graduarme este año y la verdad es que necesito apoyo para cumplir con mis responsabilidades. Por ejemplo, a veces siento que no puedo con la granja y mi catálogo fotográfico comienza a quedarse sin repertorio. Habrá días en los que tendremos que ir a la ciudad y tú serías muy buen chófer para mí. ¡Yo aún no se manejar! Y luego habrá ocasiones variadas en las que surjan diferentes necesidades. Pero estoy segura de que tu ayuda me será muy útil en cada momento que te necesite.
Así fue como le pedí que se convirtiera en mi chófer. Ahora que él parecía estar muy concentrado en la carretera y que los días habían pasado, no me sorprende que accediera a ayudarme. Estaremos trabajando juntos por algún tiempo y eso me hace sentir tranquila.
—¿Iremos a tu casa?
—No. Esta vez iremos directamente al edificio de la compañía.
—¿Un edificio?
—Si. Iremos a un edificio. Édgar nos está esperando allí.
Asintió. Hubo un silencio entre nosotros. Saque mi mano derecha por la ventanilla, el viento se sentía bastante bien y comencé a hacer ondas con mi mano.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Pregunta.
Me gire a mirarle, mi mano seguía con las ondas del viento.
—Durante todo esté tiempo que ha pasado desde que supiste la verdad acerca de tu vida, ¿te has sentido sola?
No pude evitar quedarme impactada por su pregunta. Realmente no esperaba que el estuviese interesado en saber sobre mí sentir y es que siendo sincera, nadie hasta este momento se había preocupado en preguntar a profundidad como es que me sentía realmente. ¿Cuál era la respuesta a su pregunta?
—Pues verás Fer, yo no me he sentido sola. Que es cierto, he sufrido mucho y he pasado por tantas cosas que no le deseo a nadie; pero a pesar de ello yo sigo creyendo que la vida es bonita cuando tenemos amigos y una buena compañía.
—¿Extrañas a Emilio?
—¡Muchísimo! Pero los dos no somos capaces de admitir que la culpa es de ambos.
Se que había dicho que la culpa en su totalidad era de Emilio. ¡Me equivoqué! Quizá y yo también tenía mucho que ver en qué él se sintiera herido. ¿Debía intentar arreglar las cosas con él?
—¿Por qué no hablas con él?
Fernando me hizo meditar en lo que se supone, sería lo mejor para nosotros dos.
—Podría intentarlo. Pero no sé si el quiera escucharme.
—Pues eso solo lo sabrás si le llamas o le buscas. Hasta que no lo intentes las únicas posibilidades son las que tú mente crea para ti. Ya si no quiere perdonarte, pues entonces ese será su problema de él.
¡Fer tenía razón! Yo debía intentar buscarlo y desahogar mi sentir. Si Emilio no era capaz de perdonarme entonces ya no quedaba en mí. ¡Me quitaría un peso de encima!
***
Fernando estacionó el vochito justo enfrente de un edificio grande. Por la avenida transitaban muchos vehículos, personas caminaban de acá para allá sumergidos en sus propios mundos. ¿A qué mundo me iba a sumergir yo? Fernando me acompaño hasta la entrada. Una puerta de cristal, un guardia de seguridad estaba ahí, el piso de la recepción brillaba de limpió y había algo de movimiento en esta parte del edificio. Édgar estaba ahí, justo frente al elevador y no pudo evitar sonreír al verme mírarle. ¡A mí también me daba gusto verle de nuevo! No había pasado mucho tiempo desde que nos habíamos visto.
—¿Cómo estás? —me pregunto él.
Su traje era de color negro, corbata azul marino y su camisa blanca. Había una carpeta en su brazo.
—¡Muy bien! ¿Y tú?
Fernando estaba a un lado de mí. Los chicos se saludaron de forma cálida, hubo un abrazo entre ellos.
—He estado trabajando para tu abuelo. Le pareció muy buena la decisión que tomaste.
¿Y cuál había sido mi decisión?
Subimos al ascensor. Sonaba una musiquita agradable, había un espejo enorme y las paredes metálicas. Cuando la puerta se cerró note que Fernando se había puesto tensó. Subiríamos al piso treinta y el estómago se nos revolvió de forma muy chistosa. Tuve que tomar la mano de Fernando para poder tranquilizar sus nervios.
—¡Nunca me había subido a un elevador! —dijo mi amigo.
Édgar se giró a mírarle.
—¡Tranquilo! Ya casi llegamos, a penas vamos en el piso quince.
Cuando las puertas se abrieron le solté de la mano. Édgar nos condujo por una recepción bastante minimalista. Había una secretaria detrás de un recibidor y una enorme computadora. Ella se puso de pie una vez que vio a Édgar. ¿Sorpresa? ¡Para nada! Édgar venía constantemente aquí para arreglar algunos asuntos del testamento y cuestiones sobre el pasado de mi familia.
—¡Bienvenido señor Édgar! —saludo la chica de forma muy cordial.
Él le parecía atractivo a ella.
—¡Gracias! Ella es la señorita Miranda, tenemos una reunión.
Ella asintió, me regaló una sonrisa de bienvenida.
—¡Bienvenida señorita Miranda!
—¡Gracias! Eres muy amable.
Esta era la primera vez que pisaba el suelo de la compañía de mi familia. ¿Me sentía preparada para lo que iba a suceder?
Ella nos condujo hasta una oficina con paredes de cristal. Dentro había una mesa grande con varias sillas que estaban ocupadas por varios hombres de traje. ¡Agradecí haber venido vestida de forma formal! Un vestido en corte circular color azul, tacones de charol y mi pelo recogido en una cola alta. Los ejecutivos nos estaban observando, principalmente a mí. Sus ojos me examinaban con atención. Ocupamos nuestro lugar en la mesa, mi asiento estaba en la cabecera y había una placa justo en la cubierta que tenía inscrito el nombre de mi madre. ¡Mis pensamientos me llevaron al día de su entierro!
En memoria de Sandra Velasco con mucho cariño de su familia.
Aquella frase inscrita en la lápida de mi madre volvió a mí. Ese día fue uno de los más crueles en mi vida. Cuando recibí la noticia de que ella había muerto, mi mundo entero se vino abajo. Por primera vez y después de mucho tiempo ella me había invitado a comer, a pasar un fin de semana juntas. ¡Y no se pudo! No más ilusiones o promesas. Aparentemente ella murió en un accidente automovilístico, pero la realidad es que Tom la asesino.
—¡Buenos días caballeros! —salude cordial.
Quería que mi postura reflejara seguridad, sencillez, pero sobre toda autoridad. ¿Puede una chica de diecisiete años dirigir una compañía monstruosa? ¡Por supuesto que sí! ¿Y que decisión tomaría yo?
—¡Es un placer conocerla al fin señorita Miranda! —respondió mi contra cabecera. Un hombre de tal vez cuarenta años, bien vestido, semblante sereno y una mirada profunda—. Que bueno que pudo acompañarnos, su presencia es importante.
Nunca aparte mí contacto visual de él. Es muy probable que ese hombre quisiera intimidarme. ¡Por favor! Después de tantas cosas que he pasado no creo que su mirada profunda sea intimidante.
—Como sabrá, el grupo Coryo ha pasado por momentos complicados y muy difíciles. Aún a pesar de esa tormenta que parecía robarnos la calma, aquí estamos juntos para un mismo propósito —reanudo él.
Los demás hombres empezaron a dar sus comentarios. Hablaban de mamá, de Miguel y de mí. Decían que yo no era lo suficientemente capaz de estar aquí, que el cargo sería muy complicado y que al final era mejor que vendiera mi título como presidenta de la compañía. ¿Te lo puedes creer? ¡Yo era la presidenta! Cómo buena presidenta deje que cada uno se expresará. Fernando estaba sentado a mi derecha y Édgar a mi izquierda. De vez en cuando mi anónimo se giraba a mirarme, luego usaba la punta de su zapato para tratar de llamar mi atención cuando un comentario era de lo más inmaduro. Su zapato golpeaba mi talón y entonces él marcaba así que no estaba de acuerdo con el comentario de cierto ejecutivo. ¡Ese movimiento me hacía sonreír de forma tenue!
Los comentarios terminaron. La atención fue referida a mí. Era mi turno de expresar mi conclusión. Tomé aire, espere tres segundos y empecé.
—Gracias caballeros por expresarme sus opiniones. Para mí es un placer y una gran responsabilidad el estar aquí en este lugar. Se que han hecho un gran trabajo, fueron un gran equipo aquellos que pudieron trabajar con mi abuelo, con mi madre y aún en la ausencia de ambos. ¡Es cierto! Tengo diecisiete años y probablemente parezca que no soy la más indicada para dirigir este barco. No es que sea la menos indicada, por el momento yo tengo metas que cumplír, metas importantes que si yo me detuviese a explicar en esta ocasión no lograrían entender. Aún así he tomado una decisión y se que es buena porque esta compañía me importa. ¡Esto es lo que me queda de mi familia! Por eso me complace informarles que he decidido que el joven Édgar aquí presente —le di un golpe con mi zapatilla y sonreí—, el será el indicado para ocupar mi lugar como presidente temporal de esta compañía. Resulta que es un hombre en el que confío, que conoce y sabe demasiado sobre cómo ayudar a los demás.
***
El color de la tarde pintaba muy bien. Estábamos viajando a casa del abuelo para comer con él. Estar de vuelta en la ciudad me hizo pensar en todos esos momentos en los que yo solía tener una “familia”. Ya pasó algo de tiempo, los meses habían avanzado muchísimo y no puedo negar que hay momentos en los que me siento abatida a causa de mi pasado. ¿Es momento de llorar? ¡Por supuesto que no!
Después de la reunión con los ejecutivos hubo una rueda de prensa. Los medios nos esperaron afuera del edificio. Muchas cámaras captaron el momento en el que yo ascendí como una figura pública. Los reporteros me preguntaban por la situación, por mi decisión y por mis sentimientos. Fue en ese momento en el que entendí que muchas veces la gente nos va a mirar más de lo que nosotros mismos somos capaces de mirar de nuestra propia alma. Solo pude responder algunas preguntas breves y sonreí. La gente sabría que Édgar sería mi mano derecha, que está chica acababa de ser convertida en una presidenta sin la necesidad de mover un dedo y que al final yo era una huérfana millonaria.
—¿Te sientes bien? —me pregunto Fernando.
Habíamos llegado a la casa de mi abuelo.
—Si, estoy bien.
—Te ves muy pensativa.
—¡Lo sé! Me vinieron varios recuerdos del pasado.
Abrí la puerta del copiloto y salí del vehículo. El viento soplaba tenuemente y mi vestido se alborotaba un poco a causa del soplido. ¡Mujercita en la que me había convertido!
—Si necesitas hablar con alguien, aquí estoy para ti.
Me sentí conmovida por su calidez.
—¡Gracias!
Édgar no tardó en llegar. Conducía un Audi color negro, lo estacionó a un lado de mi vochito. Segundos después se acercó a nosotros.
—¿Me estaban esperando? —preguntó con curiosidad.
—Somos un equipo, tenemos que estar completos antes de entrar —respondí.
Logré sacarle una sonrisa.
—Tienes razón. ¡Que considerada!
Caminamos hasta llegar a los escalones de la entrada. Una vez más estaba en la casa del abuelo y los nervios ya no me acompañaban. Resultaba que Martínez nos había organizado una comida para celebrar mi decisión sobre la compañía. Seguro que estaba bien al tanto de mi, mis decisiones, mis acontecimientos y mis problemas.
—¡Miranda! Me da mucho gusto poder verte de nuevo —dijo mi abuelo.
Él estaba vestido muy elegante. Su corbata de moño le hacía ver simpático. Nos abrazamos por algunos segundos.
—¡Igualmente abuelito!
¿Abuelito? ¿Realmente le había llamado de esa forma tan cariñosa? Por unos segundos me sorprendió demasiado mi forma de dirigirme hacía él. Sus ojos simplemente me miraron con mucha ternura, una sonrisa apareció sobre las arrugas de su rostro y mis amigos también se habían quedado estupefactos.
***
Después de la comida, me reuní con mi abuelo a solas. Necesitábamos platicar.
—¿Cómo te sientes?
Esa pregunta la había escuchado muchísimo durante todo esté día. ¡Parecía que de verdad les preocupaba mi bienestar! Me sentí querida.
—Muy bien. Al principio estaba nerviosa, pero cuando me senté en esa silla todo cambio. Ver el nombre de mi madre sobre esa mesa me hizo sentir segura de lo que iba a hacer.
El abuelo parecía contento con mis palabras. Los dos estábamos sentados en la sala de su despacho, una habitación amplia con unos libreros repletos de libros, algunas macetas con plantas de hojas verdes (hoja elegante), un mobiliario muy vintage y el aroma a madera añeja.
—¿Por qué confías en Édgar?
Solté un suspiro.
—Me resulta agradable y creo que es un buen tipo. Fue él quién estuvo dispuesto a ayudarme a descubrir la realidad de las cosas, me protegió en varías ocasiones y sobre todo, Édgar conoce mi parte frágil, supongo que por eso me trata con mucho cuidado. ¡Creo que hará un buen trabajo en la compañía!
—Estoy de acuerdo contigo. Ese muchacho siempre te ha protegido desde el primer momento en que te conoció. ¡Haz tomado una buena decisión! Te irá bien con tus metas.
El abuelo bebía una copa de vino.
—¡Gracias por sus buenos deseos!
—No me agradezcas hija. Tú eres una guerrera y por eso se que lo lograrás. Yo sé muy bien que mis otros hijos no te quieren, te hacen el feo y hasta han tratado de persuadirme para que te despoje de todo cuanto tienes. ¡Yo no puedo despojarte! Tienes un poder increíble y por eso eres más grande que yo. Te espera una larga vida y quiero verte crecer en cada estación del año, quiero ver cómo cumples tus metas y quiero verte feliz. ¡Te lo debo en gran manera! Siempre tendrás todo mi apoyo querida Miranda.
Sus ojos no se apartaron de mi ni un segundo. Sus palabras eran sinceras y me hizo sentir abrigada. Sentí un poco de curiosidad.
—¿Puedo preguntarle algo?
—Adelante.
—¿Cómo le ha ido en este tiempo en su soledad?
Mi pregunta le tomo de forma desprevenida. Sus cejas se arquearon.
—¿Mi soledad?
Asentí.
—Imagino que muy en el fondo usted extraña a su esposa y a mi padre. ¿No es cierto?
Dio un trago a su copa.
—¿Tú te sientes sola?
Podía escuchar los latidos de mi corazón. Debía ser sincera por al menos una vez en este día.
—A veces si. Pero luego me acuerdo de todo lo bueno que puedo experimentar y se me pasa. Tengo amigos que me quieren y yo los quiero. ¡Es algo recíproco!
La manera en que él me escuchaba me hizo ver qué él entendía a lo que yo me estaba refiriendo.
—La soledad es un privilegio que a veces se suele malinterpretar. No se trata de lo que uno siente, si no de lo que sienten los demás cuando nos ven solos. ¡Ahí es donde sabes quién te quiere de verdad!
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Edith Meraz
MUY INTELIGENTE MIRANDA
2023-08-31
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