¿Encontrarnos una vez más? ¿Latidos de un corazón emocionado? ¡Estar con él me hacía sentir como en los viejos tiempos!
—¿Recibiste mi última carta?
—Si. Solo que no pude responderte.
Sus manos acariciaban el botón de su cámara.
—¿Y como fue que diste conmigo?
Mi pregunta pareció sorprenderle. Sus ojos, esos ojos que tanto extrañaba. ¡Aquí están frente a mí de nuevo!
—Tu abuelo me trajo.
—¿Mi abuelo?
Asintió. Eso me causó curiosidad.
—Él está sentado debajo de ese árbol. Me hizo recapacitar en la amistad que tenemos.
¡Era verdad! El abuelo estaba sentado en la jardinera de un árbol enorme, verlo ahí, vestido de pantalón formal y chaleco de rombos me hizo sonreír. ¡Esta era una bonita sorpresa!
—¿Y ahora vendes gallinas?
—Sí. Hoy fue la primera vez que vengo a vender gallinas. ¡Se siente bien!
Le sonreí.
—¡Luces muy bonita! Casi no te reconocía, solo por tu sonrisa. ¡Te ves muy bien! Toda una nueva Miranda, me gusta verte despreocupada y feliz.
Seguramente que de cierto modo él era muy consiente de que ahora las cosas ya no eran lo mismo a mi vida anterior.
—¿Crees que he cambiado?
—Mmmm. Quizá un poco, pero al final no importa lo que yo piense sobre ti. ¡Te ves feliz y eso algo genial! Lo importante es que aún sigues siendo igual de gentil que siempre.
Sonreí. Emilio parecía estar siento un poco sensato en sus respuestas. ¿Que habrá sido del Emilio eufórico que solía emborracharse en las fiestas? ¡Pues aquí no había rastros de ese Emilio!
—¿Tienes hambre?
—Solo un poco. ¿Y tú?
—No realmente. ¿Quieres que te lleve a comer algo?
—Puede ser si. Solo déjame preguntarle a tú abuelo.
Los dos estábamos de pie justo en el camino donde muchas personas iban y venían con sus compras del mercado. El sol de la tarde comenzaba a quemar un poco más de lo normal.
—¡Miranda! ¿Puedes darme una mano? —me llamo Samuel.
Él estaba terminando de acomodar nuestras cosas para poder irnos, me sorprendió un poco ver a Manuel de pie en su sitio mirándome con fijeza. ¿Qué estaría pensando? Su madre ya se había ido a otro puesto a mercar algo de fruta.
—¡Voy!
—¿Quién es él? —la curiosidad de Emilio eran grande.
—Su nombre es Samuel y es mi ayudante. ¡Es un buen muchacho!
—Supongo que si. Por eso lo contrataste.
Asentí.
—¿Quieres ir y esperarme con él abuelo? ¡Voy de rápido!
—De acuerdo.
Por una vez más nos volvimos a separar. Cada quien giró para darse la espalda y nuestras siluetas dibujadas por el sol se volvían cada vez más lejanas entre sí.
—¿Cuándo podrían llevarnos las gallinas restantes?
Manuel me miraba con curiosidad, yo intenté ser cordial, así como siempre suelo ser.
—Mañana se las haré llegar a tu mamá. ¿A que hora estará bien?
—A las diez.
—De acuerdo, pues entonces te las...
—¿Puedo pasar a recogerlas?
—¿Cómo?
—Ajá. Que si tú quieres yo paso por ellas a tu casa. No tengo problema en ir.
Eso no me lo esperaba, pensaba enviarle a Samuel para entregarle sus gallinas. ¡Ahora todo iba a cambiar!
—Bueno, está bien. ¿Sabes donde vivo?
Sus labios hicieron un movimiento ligero hacia la derecha, su media sonrisa me hizo sonreírle.
—La verdad no. ¿Podrías darme tu dirección?
—Si, Samuel ¿puedes anotarle la dirección en un pedazo de papel?
—Ok. Ahorita te lo doy —le respondió mi buen empleado.
Saco su bloc de notas y empezó a escribir.
—Espero no ser inoportuno, al parecer tienes visitas.
—¡Así es! Pero tú no te preocupes, Samuel será quien te entregue las gallinas.
Un poco de desilusión aprecio en su rostro. Era obvio que Manuel si tenía un interés en mí y ahora había conseguido saber mi dirección. ¿Por qué a veces la necesidad de otras personas es algo a lo que no podemos corresponder?
—¡Pues gracias! Mañana nos vemos.
Su cara irradiaba un poco de tontedad. ¿Por qué?
—Si. Cuídate. Nos vemos.
Era momento de despedirnos. Nosotros terminamos de juntar nuestras pocas cosas, un pequeño banquito y una bolsa de costal.
—¿Y quién es ese? —Samuel no pudo contener su curiosidad.
—¿Quién?
—Pues este mono que se acaba de ir.
Me dio risa la forma en que Samuel lo había llamado.
—¿Ese mono?
—No viste que se veía medio tontito, como si estuviera embobado.
¿Embobado en que?
—La verdad si lo noté un poco perdido. ¿En que crees que estuviera pensando?
Él empezó a reír, era obvio que Samuel era un chamaco abusado.
—¡Está enamorado de ti! Es eso. ¡Tú le gustas! Y todavía tienes la inocencia de preguntar. ¡Si eres un poco despistada amiga!
Su forma de descifrar realidades era algo bien sorprendente que Samuel poseía.
—¿Por qué dices eso?
—¡Es obvio! Le escurría la baba hasta el suelo. A demás, ese cuate té miraba como si fueras el centro del universo.
Samuel también tenía un carácter muy lindo y bastante agradable. ¿Qué haría sin él? Obviamente que no podría reír por su causa.
—Pues si, la verdad si le gusto. Pero yo le he dicho que solo seremos amigos.
Sus cejas se enarcaron, parecía que él no esperaba que yo le dijera eso; su semblante se transformó en un montón de picardía.
—¡Ya veo que eres muy ardiente!
—¡¿Qué?! ¿Cómo que ardiente?
Su risita me empezó a dejar sin palabras. ¡Canijo Samuel! Estábamos caminando en dirección a mi abuelito y Emilio.
—¡Se te junto el ganado!
¿Ganado? ¡Ni siquiera estaba en mis planes tener borregos o vacas!
—¿O sea?
—O sea que se te juntaron los pretendientes. ¿Captas? ¡Ese es tu ganado!
—¿Qué te hace pensar que se me junto el ganado?
Me lanzo una mirada llena de seguridad.
—¡Pues es obvio! A mi hermano le gustas, a este mono Manuel también le gustas y este chico, ¿cómo dices que se llama?
—Su nombre es Emilio y es un amigo mío al que no había visto en mucho tiempo.
Su ceja enarcada me hizo sonreír.
—¡No lo se! Parece sospechoso.
—¿Por qué sería sospechoso?
Una sonrisa pícara volvió a aparecer en su rostro.
—Pues porque el también es parte del ganado que te cargas.
Sus carcajadas me hicieron ruborizar un poco, estábamos llegando al árbol.
—¡Ya cálmate! Luego hablamos de esas cosas aunque la neta nada de lo que dices es cierto.
—Aquí es donde confirmó que es cierto. ¡La negación confirma esta realidad sentimental!
Tuve que darle un golpe suave en la nuca. Samuel comenzaba a irritarme con sus comentarios fuera de lugar.
—¡Ouch!
Mi abuelo me miraba con una sonrisa cálida, Emilio tenía los ojos puestos en mí. ¿Samuel tendría razón con lo de mi ganado? Me imaginé a Emilio, Fernando, Manuel y a Édgar todos formados en un corral de vacas. ¡Nada que ver! Puros pensamientos chistosos.
—¡Hola abuelito! Que gusto me da verlo. ¡Que bonita sorpresa!
—¡El gusto es mío querida! Ya me hacía falta poder salir por nuevos rumbos.
—Pues espero que el aire de esté lugar le haga sentir cómodo.
—Claro que estoy cómodo. Aquí me siento despreocupado, esa es la ventaja de vivir en un pueblo. ¡La ciudad a veces es estresante!
—Lo bueno es que vino a desestresarse por aquí.
—Emilio me enseñó las fotos que te tomó. ¡Te ves muy linda! Quien lo diría, mi nieta es a todo terreno.
Me hizo sonreír, sus palabras me hicieron sentir bastante bien.
—¿Y como sabían que yo estaba aquí?
—¡Yo les dije dónde estabas! —dijo Fernando detrás de mí.
Me giré a mirarle rápidamente y algo inesperado hizo que mi emoción aumentará un poco más, trate de que mis sentimientos no fueran demasiado obvios.
—¡Hola!
Sin pensarlo demasiado, decidí darle un abrazo.
—¿Tú los trajiste?
—Tú abuelo me lo pidió.
Sonreí. El perfume de Édgar era demasiado agradable. ¡Que grata sorpresa! Después de algunos segundos nos separamos.
—¿Quieren comer algo? —les pregunté.
Mis visitas parecían pensarlo un poco.
—Aquí cerca hay un puesto donde venden unas memelitas bien ricas. O si no les gustan las memelas podemos ir al puesto de pozoles —dijo Fernando.
—Pues a mí como que se me antoja una memela. Tiene años que no me dejan comer las cosas buenas de la vida —dijo mi abuelo.
—Ok. Pues entonces vamos a comer.
Fernando empezó a caminar junto con Édgar, el abuelo venía al lado de Emilio y Samuel aprovechó la oportunidad para poder restregarme en la cara su picardía.
—¡Ves! Te lo dije. ¡Ya se te junto el ganado!
—No digas tonterías, eso no es verdad.
—¿A no? ¿Y entonces por que pareces nerviosa?
—¡Yo no estoy nerviosa!
—No te olvides de la negación, eso siempre confirma todo lo obvio.
¡Pero si este chamaco se estaba pasando de la raya!
—¡Bien! ¿Qué quieres que te diga?
Sus ojitos se pintaron en un movimiento muy sigiloso, la picardía era lo máximo de su ser.
—¿Cuál de ellos te gusta?
—¡Que te importa!
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Comments
Bella Maldonado Beltran
ahí miranda que afortunada eres rodeada de bombones ,solo espero que le des una oportunidad a emilio ,no lo alejes de ti el de verdad te ama .y espero que ninguno sufra por ti .
2024-04-01
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Rocio Loayza Ruiz
jajajaja me cae súper bien Samuel...que lindo y gracioso es.....
2023-10-21
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