CUATRO

—¡Gracias por tu ayuda!

—No es nada. Después de todo, este auto era mi transporte casi todo el tiempo.

Emilio conducía por el boulevard, en la radio sonaba una canción con un tono muy cool, Otra vez asustado de El Último Vecino

—¿Qué harás está noche? ¿Quieres regresar a casa?

—¡Mmmm! Pues sí. ¿Querías hacer algo?

—Hay una fiesta que organizo la facultad de arquitectura. ¿Quieres ir?

—¿Una fiesta de universitarios en la universidad?

—¡Exacto! Bueno, no precisamente en la universidad. Es en casa de una de las facultades.

La idea me pareció buena. Emilio de por sí era muy social y yo siempre era su sombra. Volver a estar con mi amigo me hizo sentir un poco menos angustiada que cuando recién tuve que aprender a estar sin él.

Eran las siete de la noche cuándo llegamos a la dichosa fiesta. Bajamos del auto, Emilio se acercó a mi y quiso tomarme de la mano. Obviamente no acepté aquel gesto. Aunque éramos amigos, no me sentía muy cómoda tomándome de la mano con él.

—¡Hey! Bienvenidos chicos —un muchacho nos abrió la puerta—. Emilio ¿es tu novia?

—No. Aún no. ¡Somos amigos!

¿Aún no? Eso significaba que el si quería que yo fuese su novia.

—¡Hola! Un gusto en conocerte —salude.

—Pues pasen chicos. Hay alcohol en la cocina, la pista de baile es en la sala y la botana está por todos lados. Si quieren ser más que amigos, arriba hay habitaciones disponibles. ¡Solo toquen antes de entrar!

La música sonaba a todo volumen, podías escuchar risas y tonterías. Había varias parejas bailando y besuqueandose por ahí. En la cocina todos venían para poder consumir alcohol. Emilio se bebió un botella de cerveza muy rápido.

—¿Quieres un poco? —me ofreció una botella.

—No. Realmente no.

—¿Ya no tomas?

—Prefiero no beber a correr un riesgo lamentable.

Pensé en Aldo. En como es que él quiso propasarse conmigo en esa fiesta. Había usado el alcohol como herramienta para poder usarme cómo a un objeto. Su juguete pasajero. ¿Qué habrá sido de él?

—¿Quieres jugar un poco?

Había una mesa donde los chavos jugaban a quien sabe que cosa. Mientras caminábamos hacia ese grupito, vi a Gabriel recargado en la pared bebiendo un poco de té helado, me acerque a él.

—¿Tú tampoco bebés alcohol? —le pregunté.

—No. Hoy no. Seré tu conductor designado.

—¿Mi conductor?

—Emilio siempre suele beber demasiado hasta el punto de terminar bien ebrio. Estás fiestas lo ponen muy eufórico.

Emilio seguía bebiendo alcohol. ¿Por qué? El Emilio de antes no solía descontrolarse en las fiestas, solía ser el chico moderado y bien portado. ¿Que cambio?

—No sabía. Pero gracias por estar al pendiente de él.

—No es nada. Después de todo, somos compañeros. ¿Tú tampoco bebés?

—No yo no. Podría terminar haciendo el ridículo y eso me haría sentir mal cuando el efecto haya terminado.

En ese momento la canción de Bratty empezó a sonar. Sonreí.

—¿Te gusta esa canción?

Asentí.

—Si, tiene buen ritmo y recuerdo que una vez la baile en una fiesta de universitarios.

Gabriel sonrió, sus ojos me miraban de forma curiosa.

—¿Quieres bailar conmigo?

Eso no me lo esperaba.

—Si. Bailemos un poco.

Una vez más intenté sacudirme al ritmo de la música. El baile se trata de disfrutar y divertirse. Gabriel era muy bueno y las carcajadas no faltaron. ¡Me la estaba pasando muy bien! Después de bailar varias canciones, fuimos por un poco de agua a la cocina.

—¡Estuvo padre!

—Ya se. Tenía rato que no me divertía así.

Bebí un poco de refresco de durazno. Emilio apareció y me estaba mirando con mucha atención.

—¡Hey! —su tono sonaba a ebriedad—. ¡Vamos a jugar! Ven.

Se acercó a mí y me tomó de la mano. Me condujo hasta el grupo de chicos. ¿Qué íbamos a jugar? Ese juego en el que se pasan la carta con la boca.

—¡No es tan difícil! —me dijo Emilio.

—De acuerdo.

La ronda empezó. La carta era un rey de corazones. Una chica coloco la carta en sus labios. Se la paso a un chico. A otro chico. Una chica. Un chico. Una chica. Una chica. Un chico. Una chica resulto besada. Todos se emocionaron. Su beso había durado varios segundos, ambos se gustaban, lo podía percibir.

—¡Segunda ronda!

Un chico. Una chica. Una chica. Un chico. Una chica. Emilio. Su boca sostenía la carta, comenzaba a acercarse a mí con un poco de velocidad. ¿Qué iba a pasar? Una sensación dentro de mí me alertó de aquella posibilidad. ¡No quería correr riesgos! Me acerque a Emilio y justo cuando él dejo caer la carta a propósito, sus labios se impactaron contra la palma de mi mano. Él había cerrado los ojos y yo no podía permitir que él cambiará rápidamente las cosas entre nosotros. Aunque, lo más probable es que las cosas entre nosotros ya no fueran como antes. Me alejé de él. Todos nos estaban mirando.

—¡Hey! Así no va el juego —dijo cuando quite mi mano de su boca.

—¡Ya lo sé! Pero no iba a dejar que me besaras así de fácil.

—¿Es que no te gusto?

Ahora parecía que él estaba enojado. El alcohol sirve para sincerar a las personas, pero también corrompe la sinceridad.

—¡La verdad no! Emilio, estás borracho. Es mejor que aclaremos las cosas mañana.

Comencé a alejarme de él, pero parecía que quería estar más cerca de mí. Todos estaban mirando.

—¡No estoy borracho! Yo te quiero Miranda. ¿Quieres ser mi novia?

¿Cómo era posible que las personas cambiarán rápidamente sus emociones? Emilio no era así. ¿Qué le había pasado? ¿Fue mi culpa?

—Emilio. ¡Por favor! ¡Basta!

La música seguía sonando pero parecía que le habían bajado el volumen.

—¿Me piensas abandonar otra vez?

Su pregunta me hizo sentir mal. Él se estaba tomando muy personales las cosas que yo había hecho. ¿Le dolía estar sin mi? No tenía caso hablar con un borracho. Gabriel se acercó a Emilio y trato de tranquilizarlo.

—¡Cálmate compañero!

Emilio se negó.

—¡Cálmate tú! ¿Crees que no se lo que piensas? Los vi bailando está noche, se veían muy divertidos. ¡Tu la quieres!

Esto estaba llegando a su culminación. ¡No iba a permitir que Emilio empezará a hablar mal de otras personas.

—¡Vamos a casa Emilio! —le dije.

Sus ojos se abrieron un poco, parecía que brillaban. Saco las llaves del auto.

—¡Conduce por favor! —le pidió a Gabriel.

Esté tomo las llaves y ayudo a Emilio a caminar. ¿Qué haría yo? Saque mi celular y le marqué a Édgar.

—¿Todo bien? —contesto.

—Si. Todo bien. ¿Puedes venir por mí?

—Claro. Mándame tu ubicación.

Terminé la llamada. Envié mi ubicación y salí a ver cómo estaba Emilio. Gabriel lo ayudaba a sostenerse. Corrí para poder abrir la puerta del copiloto. Le ayudé a subir. Le puse su cinturón de seguridad, cuando termine de abrocharlo, su mano me capturó. Nuestras miradas se cruzaron.

—¿Me quieres?

—¡Te quiero!

—¿Por qué no me dejaste que te besara?

—Estas borracho Emilio. Así no cuenta.

Su mirada se torno triste. Me había dolido escuchar que el decía que yo lo había abandonado.

—¿Estás enojada?

—No. Puedes estar tranquilo.

Gabriel había subido, estaba listo para conducir.

—¿Irás con nosotros?

—Me temo que no. Tengo que volver a casa. Pero Gabriel te llevará, el prometió cuidarte está noche.

Gabriel se sorprendió por lo que dije. Le guiñe el ojo.

—¡Esta bien! Te veré pronto.

—Por supuesto.

Y entonces me despedí de él. Acerque mis labios a su frente y plante un beso muy tierno. El motor se encendió. Separé mis labios y salí de ahí. Cerré la puerta.

—¡Vayan con cuidado! —le dije a Gabriel.

—¿Tu no vienes conmigo? —preguntó Emilio.

Él asintió. Segundos después, el auto comenzó a avanzar.

Ahora me había quedado sola en una fiesta y un lugar desconocido. Édgar venía en camino decidí esperarlo afuera.

—¡Así que tú eres esa chica! —la voz de ella me hizo girar para poder mirarle.

—¿Disculpa?

Ella se acercó a mí. También había estado bebiendo y se veía algo cansada.

—¡Tu eres esa chica por la que Emilio sufre!

¿Emilio sufría por mi? ¡Lo que temía!

—¿Por qué dices que sufre?

Su ropa estaba desacomodada. Su cabello negro estaba alborotado y sostenía una botella de Corona en la mano izquierda.

—Tú eres esa chica que salió en las noticias. La que incendio su casa y logro escapar de su familia. Si eres tú ¿no?

—¡Soy esa chica que dices!

Me miraba con un poco de resentimiento.

—Pues mira, ahora que volviste te daré un consejo. ¡Aléjate de Emilio! Él es el chico por el que todas morimos, esta en el equipo, es guapo y muy fuerte. ¡No te conviene estar cerca de él!

¿Ella estaba amenazándome?

—Agradezco tu interés en Emilio y en mi. Pero no puedes cambiar el hecho de que él y yo somos mejores amigos desde la infancia.

Su mirada se quedó fija en mí por algunos segundos.

—¿Amigos de infancia? ¡Querida! Ya no son unos niños. Emilio es un adulto y tú una adolescente malparadida.

¿Lo decía en serio? ¡Pues quien se creía!

—Esta adolescente malparadida es la mejor amiga de Emilio y eso no lo puedes cambiar. La diferencia está en qué tú conoces a Emilio de apenas unos meses y yo lo conozco de toda la vida. ¿Ves la diferencia? ¡Un gusto en conocerte!

Sus ojos estaban muy atentos a mis movimientos. Édgar había llegado, detuvo el auto justo frente a nosotras.

—¿Te vas?

—No tengo nada que hacer aquí. ¡Adiós!

Subí al auto. Quizá me había portado como toda una engreída pero ella había sido muy cruel conmigo. ¿Qué se creía? Que porque ella iba en universidad me iba a tratar mal. ¡Por supuesto que no!

—¿Cómo estás? ¿Te divertiste?

Fernando venía en el asiento de copiloto.

—Estoy bien. Me divertí un poco. ¡Gracias por venir a traerme!

—¿De verdad estás bien? ¿Paso algo?

¿Qué podía decirle a Édgar? ¿Tenía caso estar hablando de lo mal que se había portado Emilio está noche? ¿Decir las cosas cambiaría lo ocurrido? ¡Por supuesto que no!

—¡Gracias por preocuparte! Pero enserio estoy bien. No paso nada.

Me quedé callada el resto del viajé. Estaba cansada.

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Isbelia

Isbelia

Y que querías Miranda sí tú lo dejaste cuando él te ayudaba y te protejia siempre, hasta lo ilusionaste besándolo

2024-08-27

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