Alexander Smith

El sonido de las hélices de un helicóptero se escuchan, el aparato atraviesa las enormes montañas, se acerca a una gran mansión escondida entre la vegetación, de repente se pierde de vista, el helicóptero aterrizó en la pequeña pista de descenso atrás de la vieja mansión; es como si el aparato hubiera sido tragado en ese mar verde que rodea las enormes y frías montañas.

Un hombre de apariencia varonil, cabello peinado hacia tras, se le notan algunas canas pese a que en su rostro solo se dibujan suaves arrugas, cuerpo atlético, aproximadamente 1.86 mts. de estatura, porta con elegancia un traje sastre a la medida. Sus cejas pobladas enmarcan sus grandes ojos, su mirada es tan aguda como la de un águila.

El prometió no regresar a ese lugar, es donde su esposa vivió sus últimos días, una muerte dolorosa para la Señora Smith pero aún más difícil para su pequeño hijo Alexander quien se negaba a dejar a su madre, él tenía apenas 8 años de edad y tuvo que ver el día a día a su madre consumada en el dolor que le causaba esa extraña enfermedad que ni con toda la fortuna que posee la familia Smith pudieron curar ni aliviar su dolor.

No existía cura alguna, ni paliativos, quien la portar a tenía los días contados y el dolor asegurado.

Lo primero que ve es esa cúpula de cristal, donde madre e hijo vivieron momentos felices, viendo revolotear las mariposas a la que la madre era aficionada, ahora solo son ruinas.

La maleza hizo su trabajo e invadió este lugar; nunca llego a imaginar que su hijo pasará aquí los últimos meses. 

Camino a lo que hace años fue una espléndida mansión, donde su esposa jugaba entre las flores, si hijo corría detrás de ella con una sonrisa, la casa estaba llena de amor y alegría pero todo eso se fue junto conel esplendor de la mansión, solo quedan ruinas. Un edificio decadente que era el claro reflejo de decadencia de la torturada mente de su único hijo.

El hombre de nombre Albert Smith camino en dirección a las ruinas de la mansión.

El aroma a putrefacción invadía todo el ambiente, era tan fuerte que era fácil seguir el rastro, a cada paso el aroma se intensificaba, al entrar a esa gran cúpula de cristal el entorno parecía parte de una película de terror, había restos humanos siendo comidos por escarabajos y otras repugnantes alimañas.

La hierba seca estaba invadía el lugar, estaba sobre todo lo que un día fue un maravilloso jardín, había algo nuevo y singular, cajas de cristal, réplicas de las pequeñas cajas donde se colocan las mariposas para su exhibición.

Camino a paso lento y sigiloso entre las cajas de cristal donde solo había restos de lo que en algún momento fueron cuerpos femeninos, ahora solo eran una masa de restos humano y huesos que seguían pudriéndose.

El impulso de girarse y salir de ese lugar era muy fuerte, sentía que no podía respirar, pero no podía irse, no ahora que había visto eso.

El Señor Smith entro a la pequeña habitación ubicada fondo del “jardín”, alguna vez fue el criadero de las más bellas y raras mariposas que se pueden ver, ahora era realmente repugnante al igual que el olor que de ella emanaba, la paredes estaban sucias de sangre seca, eran capa sobre capa de sangre y alguna otra materia orgánica, podría ser masa encefálica, tal vez restos de algunos órganos, pero no se detendría a investigarlo.

Solo un poco de sangre fresca a la orilla del desagüe, todos los objetos estaban salpicados, se notaba que algunos habían sido limpiados recientemente pues solo tenían la sangre fresca como la que estaba en el piso.

Su mente trato de anular todo sentimiento de repulsión, al tiempo que trato de suprimir a su imaginación de lo que ese lugar aberrante sugería.

Las herramientas y otros objetos para la disección estaban regados por todo el sitio, algunos estaban muy sucios, otros habían sido menos usados, sin embargo, todos habían causado dolor a la victimas en las que han sido empleados.

Sus ojos se abrieron muy grandes, parecía que saldrían de su cuenca.

Se cubrió la nariz, el fuerte aroma era realmente asqueroso, pero ya que se había dado el valor para entrar ahí no saldría solo.

Sus ojos barrieron toda la habitación, había detalles que no quería guardar en su memoria, era demasiado repulsivo, probablemente ni los lugares donde sacrifican animales estarían en ese estado tan negativo.

Eso solo era medianamente comparable con un campo de guerra. Una guerra muy cruel y sangrienta.

Miró toda la habitación como buscando algo.

Cuando por fin pudo ver a una persona, que estaba sentada en el piso, abrazaba sus rodillas, parecía tan triste, que su corazón dio un vuelco.

Se acercó, le toco el hombro, el joven se estremeció ante el toque, al parecer no se había percatado de esa presencia hasta que supo su mano sobre su hombro.

-Hijo, salgamos de aquí- su voz era suave y cariñosa.

-Pero papá…mis mariposas…no las puedo dejar. - el joven habló con la voz quebrada y dolorosa.

- Hijo, te necesito en la empresa, ya has tomado mucho tiempo de vacaciones, anda ven conmigo - dijo Albert Smith con voz cautelosa, como si lo tratara de consolarlo.

- P-pero padre, no quiero dejarlas atrás, además aun no encuentro a mi ángel. - El joven levantó el brazo, mostrando su alrededor, había pedazo de piel clavados en la pared, algunos cuerpos estaban incompletos, otros sólo era el dorso.

El chico quiso hacer un tipo de exhibición, donde el veía bellas mariposas clavadas en la pared, su padre veía restos putrefacto a en descomposición.

En algunos cuerpos había larvas de insectos, en otros sólo había huesos expuestos.

Eso estaba muy lejos de ser una obra de arte o algo digno de ver, mucho menos de llevar consigo.

Dijo el joven que estaba sentado en el piso, cuando levanto su hermoso rostro cubierto de lágrimas. Con 25 años de edad, Alexander Smith el joven heredero de la acaudalada familia Smith.

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