Capitulo 17

Fue solo entonces cuando el conde me miró correctamente.

Sabía que difícilmente podría pensar que la mujer frente a él se había vuelto arrogante debido al aumento de estatus.

Yo había trazado una línea, reconociendo su lealtad mientras le recordaba el respeto que me debían debido a mi puesto.

Solo había dos tipos de personas que podían cambiar las cosas tan rápido: aquellos que nacieron con tal habilidad o aquellos que la aprendieron después de sufrirlas muchas veces.

El conde miró mis yemas temblorosas, ya que habían entrado en su línea de visión.

El conde inmediatamente se inclinó profundamente.

-He mostrado una gran falta de respeto, señora.

Sonreí levemente, aliviada.

-Entendí completamente sus reglas. Por eso vine aquí para decirle a mi familia que regrese. Entonces, ¿me abrirás las puertas?

-Viniste a enviarlos de regreso... No a traerlos... -la cara de Oscar se puso roja de vergüenza. Volvió la cabeza hacia los soldados- ¿Qué están mirando? ¡Abran la puerta!

Los soldados se movieron a toda prisa. Al ver que el puente levadizo descendía lentamente, suspiré para mis adentros.

Fingí ser indiferente, pero estuve nerviosa todo el tiempo.

Las puertas bajaron por completo y crucé el foso. Me armé de valor con determinación.

Apenas había pasado el primer desafío, ahora faltaba el segundo, el tema principal del día, eso era lo que me esperaba al terminar de cruzar este foso.

Entonces me detuve y mis ojos se agrandaron.

Al otro lado de las puertas, un hombre se apoyó en un carruaje marrón con el escudo de mi familia. Mi expresión se iluminó gradualmente.

-¡Federico!

Un viejo amigo mío estaba aquí. Pasé junto a la puerta del castillo, Mike y otros caballeros me siguieron.

El cabello negro de Federico, teñido de azul a la luz, ondeaba suavemente con el viento. Una neblina de humo salió de la pipa que tenía en la boca. Federico tenía un cuerpo firme, pero elegante como el de un bailarín.

Cuando vio que me acercaba, sus ojos azules se suavizaron. Bajó la pipa y se inclinó cortésmente hacia mí.

Saludo a la Duquesa de Reyes. Ha pasado un tiempo desde que te vi.

Sentí que una mirada de tristeza recorrió mi rostro. No importaba lo cercanos que fuéramos, no podía evitar las formalidades debido a la diferencia de estatus.

- Es un vestido azul. Afortunadamente, su esposo parece estar cuidándote bien esta vez.

El azul era un color noble que solo se podía ver en la familia imperial. Esto se debió a que las materias primas para crear el tinte azul eran bastante caras.

Sentí que los ojos de Federico estaban extrañamente oscuros. E intentó borrar una sonrisa amarga de su rostro antes de que lo notara, pero ya lo había hecho.

- Sí. Ha pasado un tiempo desde que estoy aquí. De todos modos, estoy viviendo feliz y sin problemas. -le sonreí con toda naturalidad que pude, mirando el tramo de carruajes alineados- ¿Pero qué pasó de repente? Escuché que vinieron mis hermanos menores, pero no sabía que vendrías... ¿Mi padre te obligó a venir?

Federico sonrió y dio unas palmaditas al carruaje con la pipa.

- Emilio, ¿por qué no te despiertas ahora?

La puerta del carruaje se abrió de golpe y un joven de cabello rubio bostezó boca abajo.

El rostro escondido debajo del cabello naturalmente rizado también pertenecía a un joven elegante. Era mi segundo hermano, Emilio, quien había cumplido los 18 años este año.

Emilio se bajó del carruaje y se estiró un buen rato.

- Oh, hace tanto frío, casi muero de hipotermia... ¡Ahhh! ¿Qué es eso? -Emilio retrocedió unos pasos.

Estaba a punto de saludarlo, al verlo reaccionar de esa manera me sorprendí y seguí la dirección de su mirada.

Fue la pared. No, para ser precisos, era la cabeza de un hombre colgado en la pared. Sentí que mi rostro se puso azul igual que mi vestido. Emilio estaba temblando.

- ¡Oh, Dios mío, eso es repugnante! ¿Qué demonios pasa aquí? Hermana, ¿estás bien? ¿Seguro que está todo bien? No tienes muchas cabezas colgando en tu habitación, ¿verdad? ¿Oh? Realmente no quiero entrar aquí. ¡Hermana!

-Emilio, ¡no puedes hablar así! -Traté de silenciar a mi hermano mientras reprimía mi propia conmoción.

-Señora, ¿por qué no terminamos la conversación y entramos? -sugirió Federico.

Por un momento, me quedé atónita. Bajé la cabeza y evité sus ojos.

-Emilio, Federico, estoy muy contenta y agradecida de que hayan venido hasta aquí. -Los miré a los ojos, tragándome mi vacilación- Pero no puedo dejarlos entrar. Así que, por favor, fijen una fecha, obtengan el permiso del señor y visítenos de nuevo. Lo lamento.

-¿Qué? ¿A qué te refieres, hermana?

-Para entrar en Newton, necesitas el permiso del señor. Está en un negocio... Así que no puedo dejarte entrar, Emilio.

Federico se rascó la barbilla con una expresión de desconcierto, como si fuera completamente inesperado.

-¿Es inútil si la dueña del castillo lo permite?

Cerré la boca con culpa. La expresión exasperada de Emilio se transformó instantáneamente en una de preocupación. Se acercó y tomó mi mano.

-Estaba tan preocupado de que fuera así, hermana. ¿Ya estás siendo intimidada por tu esposo hasta el punto de que ni siquiera puedes ver a tu familia? No hay forma de que puedas adaptarte a este lugar cuando ni siquiera puedes llevarte bien con otras personas. Vámonos a casa. De ahora en adelante, te protegeré de mi padre. ¿De acuerdo?

Maldije para mis adentros, Emilio nunca aprendió a bajar la voz. Mi rostro pasó de azul a rojo brillante, mi mente se quedó en blanco por la vergüenza.

Mike estaba parado justo detrás de mí, era obvio que debió de oírlo. Si Mike lo escuchó, eventualmente llegaría a oídos de Noah. ¿Qué pensaría él? Sentía que sudor frío recorría mi espalda.

Fue el sonido de los pasos del conde saliendo por la puerta del castillo lo que me rescató del pánico.

-Sir Mike, ha llegado un mensaje del señor.

Mike, quien estaba de pie con una mirada oscura en su rostro, rápidamente se acercó a mí con una mirada brillante cuando acepté el telegrama.

-El mensaje del señor. Dijo que su esposa puede hacer lo que quiera. -Mike miró a Emilio y a Federico uno a otro con ojos confiados. -Dé la orden, señora. Serviré respetuosamente a su familia.

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