Capitulo 7

Sentía que su cuerpo palpitaba por todas partes, realmente sentía que se estaba derritiendo. El aire que exhaló fue tan caliente que calentó su cara como un fuego. Juliet también podía escuchar las voces de los hombres a través de sus sentidos nublados. Si bien la conversación que mantenían era clara, Juliet no lograba entenderlos.

Juliet gimió intentando poner su mente en un solo lugar y abrumándose en el proceso.

-¿Entonces por qué está tan caliente? -preguntó una voz suave y familiar que se abrió paso entre los otros ruidos.

-Es natural que su cuerpo esté sobrecargado de trabajo. ¿Cuántas semanas viajó en un carruaje en pleno invierno? -respondió la voz educada.

-Solo dime el nombre de la enfermedad, no andes por las ramas conmigo.

-Esto no es una enfermedad. Como dije, es difícil para el cuerpo de una mujer soportar las duras condiciones invernales. Y eso no es todo, escuché que el carruaje donde viajaba cayó en la carretera de la montaña y hubo una gran conmoción. Debió estar sorprendida, pero en lugar de descansar, mi señor también la obligó a esforzarse. Y entonces se derrumbó.

Sonaba como una respuesta educada, ocultando una profunda frustración.

-No puedo entender, un caballero también estaba con ella -dijo la voz profunda luego de un momento de silencio-. ¿No está clara la diferencia entre un caballero con su esposa? No deberías comparar a la señora con las personas que viven aquí.

Nuevamente el silencio reinó, el cual fue interrumpido por la respiración entrecortada de Juliet.

-¿Ella morirá?

-No, aunque es cierto que las personas pueden morir de fiebre, la señora estará bien. Lo sé porque me considero un sacerdote capaz.

Aunque Juliet era capaz de oír la conversación, no podía entenderla y eso hacía que se frustrara.

Ella tragó, luego abrió los ojos con dificultad y el sudor le nubló la vista.

Juliet pudo ver la figura de un hombre de pie cerca de la cama. Pero aparte de su impresionante altura y su cabello rubio, no podía decir quién era debajo de la voluminosa ropa que tenía. Aunque solo había un hombre de cabello rubio que la visitaría mientras estaba enferma.

-¿Elías? -su voz era apenas audible, pero todos los movimientos en la habitación se detuvieron instantáneamente.

Juliet intentó levantar la mano, pero el brazo le pesaba demasiado y solo movía las yemas de los dedos. Fue un movimiento silencioso, pero de alguna manera el hombre lo notó. Se acercó a la cama y se sentó a su lado.

-No te acerques demasiado... Me da miedo... que tú y los demás se contagien de fiebre.

Cuando no respondió, la ansiedad de Juliet aumentó. Noah tenía la costumbre de ignorarla cada vez que Juliet hablaba así. Por alguna razón, la tristeza se apoderó de ella y su nariz comenzó a taparse. Juliet contuvo las lágrimas.

-Prométemelo... Por favor...

-Está bien, te lo prometo.

Fue una simple y corta respuesta y aún así Juliet exhaló de alivio. Elías tenía una voz profunda. Su tono era un poco rígido pero era fácil de distinguir.

-Elías... Ya sabes... -su nariz se volvió a tapar y el calor se acumuló alrededor de sus ojos- yo... necesito casarme... ¿no es así? ¿Por el bien de mi familia?

Lágrimas comenzaron a caer por su mejilla silenciosamente, al igual que sus abrumadoras e incontrolables emociones. Lo único que pudo hacer fue morderse el labio para evitar sollozos en toda regla.

Solo olvídalo... Lo siento. -Juliet contuvo la respiración y apretó los dientes, con el rostro enrojecido y húmedo.

Sintió que el aire a su alrededor se volvía más pesado. Su conciencia se desvaneció de nuevo. Juliet sintió unas suaves manos acariciando su rostro y secando sus lágrimas.

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