PERDIDA.

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**** Verónica Gómez****

Estar compartiendo con mi familia y no verlo a él me hace sentir incompleta. En estas dos semanas, me apegué a él. Voy a extrañar su calidez al dormir, sus constantes caricias y esa hermosa mirada. Pero como todo en esta vida, todo tiene su final.

Intentando no pensar en él, me concentro en mi presente. Aunque no estemos pasando por un buen momento, el optimismo de nuestros padres mueve nuestra voluntad. Tanto Rafael como yo tenemos claro que estamos metidos en este infierno para respaldarlos y no permitir que nada les pase. Ellos son nuestro eje y en caso de que nos falten, quedaríamos en ruinas.

Pensativa en el futuro, los abrazo y les digo lo mucho que los amo. Quiero revivir esos momentos cuando era niña y era sostenida en su regazo. Quiero sentir como mi hermosa madre toma mi cabello y lo acaricia con sus manos y mi valiente y apuesto padre me recuerda que soy su bien más valioso, su princesa, sin dejar de lado al latoso de mi hermano.

Sumergida en un sinfín de emociones encontradas, me aferro al momento. Como quisiera que se detuviera el tiempo y poder recordar este momento para toda la eternidad. No obstante, el destino me recuerda que mis anhelos no son más que polvo que se desvanece con el viento.

Cuando creo que nuestra situación no puede empeorar, la realidad me demuestra que sí. El rostro de desesperación de mis familiares al enterarse de que hemos sido expulsados de la Red lo dice todo. Nuestra destrucción es inminente y los ruidos de autos y de armas lo confirman.

Siendo consciente de que este es el último momento en que podré ver con vida a mi peculiar familia, los abrazo para después sacar mi pistola y hacerle frente a esta tormenta como una digna Gómez. Si así Dios o el mismísimo Lucifer quiere que caiga, lo haré con mi familia.

De todos mis arrepentimientos, el que persiste en mi cabeza es no contarle a ese estúpido italiano las cosas que me hacía sentir. Si en otra vida tengo la posibilidad de verlo, lo atraparé con mis garras y no lo soltaré.

Resignada, alzo mi arma y observo su entrada. Ver cómo destruyen y masacran a mi gente me quiebra. Todo por lo que mi familia luchó se convierte en cenizas. Enfurecida, pierdo los sentidos y empiezo a crear un baño de sangre. Como puedo, elimino a cualquiera que se atraviesa en mi camino. Si caigo, al menos me llevaré su cabeza.

Sin embargo, no soy más que una pobre e ingenua liebre en un campo lleno de depredadores. Obedientemente, he caído en su trampa; al estar lejos de mi familia, me he convertido en un objetivo fácil de cazar. Por más que luche o intente defenderme, solo consigo alejarme más y más de ellos. Casi sin fuerzas, saco el último de mis cuchillos y encaro a uno de los perros de ese bastardo.

Teniendo presente que no soy contrincante para él, espero que este realice el primer movimiento para aprovechar su peso y sus puntos débiles. Ágilmente, paso la navaja de mi cuchillo por su abdomen haciéndolo sangrar. Sin darle espacio, sigo atacando con todo lo que tengo hasta dejar su cuerpo tendido en el suelo.

Exhausta, dirijo la vista hacia mis padres para comprobar que se encuentran bien. Pero lo que visualizo termina de destruir mi alma, esperanzas y vida. Sin importarme nada, me dirijo hacia ellos y los abrazo. Por más que llame sus nombres, no consigo que respondan. Sus cuerpos fríos me dan a entender que ellos se han ido.

- ¡AYYYYYYYYYYYYY!- sin poder controlar mi sufrimiento, un grito de dolor surge de mí, rogándole a Dios que sea una pesadilla.

- Te lo advertí, ahora sabes que no juego.- de inmediato, reconozco su voz.

Sin despegar la mirada de los cuerpos inertes de mis padres, dejo derramar lágrimas silenciosas. Yo los llevé a su tumba.

- Ya es momento de que entres en razón y acates mis órdenes. -sigue hablando estupideces.

Nublada por el coraje, me levanto y de un movimiento rápido le quito el arma a uno de sus hombres y lo apunto. Ya no me importa nada.

Si no quieres terminar como ellos, baja esa mierda de una vez. Me amenaza.

Ignorando sus palabras, busco a mi hermano y, para mi desgracia o para suerte de esta rata, también se encuentra tendido en el piso en medio de un charco de sangre. Con impotencia, solo puedo contemplar su cuerpo mientras derramo lágrimas.

- Maldigo el momento en que te conocí. Desde ese instante, solo he conocido desgracia y dolor en mi vida. Pero, a pesar de todo lo que me has hecho, me levanté e intenté dejar el pasado atrás. Pero juro que esto jamás te lo perdonaré. Me has quitado a las personas que más amaba en la vida. Me arrebataste lo único bueno en mí, las fuerzas que me impulsaban a seguir luchando y dar mi mejor versión. Así que no tengo más que perder. Porque si pensabas que deshaciéndote de ellos ibas a conseguir doblegarme, déjame informarte que estás equivocado. Mi mafia, mi cuerpo y corazón jamás te pertenecerán, porque ya son de otro hombre. Te odio y te aborrezco, Carlos Roble, y eso jamás cambiará.- Al decir estas palabras, jalo el gatillo.

Consigo herir su pecho. No obstante, soy alcanzada por las balas de sus hombres. Como un regalo del mismísimo demonio, salgo de ese maldito lugar, el que fue una vez mi hogar.

Con dificultad, me desplazo por el extenso bosque. Aunque logré salir de las ruinas que sepultaron a mi familia, no creo lograrlo con este lugar. Las heridas en mi vientre, pecho, pierna y brazos me hacen saber lo inútil que es resistirse. Sin embargo, la herida de mi corazón me repite una y otra vez que lo mejor es dejar de luchar y reunirme con ellos. Todos mis dolores y tormentos desaparecerían de una vez y por fin podría liberarme de esta cadena de sufrimiento.

Con la vista fija en la sangre que sale de mi cuerpo, recuerdo los momentos felices al lado de mi familia, las palabras de aliento de mis padres, las escenas de celos de mi hermano. Sin saberlo, lo tenía todo y no supe valorarlo. Con lágrimas, cierro los ojos deseando que todo esto termine de una vez y me vuelva a encontrar con ellos en el más allá.

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