Capítulo n°14: "En casa y con enfermera particular".

Brayden.

Ya pasaron varios días desde el accidente, sigo en reposo absoluto, es muy molesto tener que depender de

alguien para todo. El cuello ortopédico me lo quitaron hace una semana dándome un poco más de movilidad.

Minufer duerme a mi lado, hace horas que he despertado, pero no quiero hablarla. Su cansancio se ve debajo de sus ojos ha tenido que ser mi enfermera personal ya que no aceptaba una negativa de mi parte. Tiene que soportar mis cambios de humor debido a que no puedo moverme por medios propios.

Mientras espero a que se levante reviso los mensajes en el celular, hay varios entre ellos Florencia que no ha

dejado de insistir con el mismo tema, aunque ya regreso a Inglaterra. Pobre niño espera con ansias que su padre lo conozca, sin embargo, yo no pedí un hijo, ni ella menos. Solo fue una imprudencia de nuestra parte y él no tiene la culpa de dos adultos irresponsables.

Todavía tengo el yeso en el brazo derecho lo que me dificultad ponerme de costado y moverme. Estoy cansado de estar en cama todo el día, pero más me da pena que Minufer se lleve la peor parte.

Es muy atenta en todo lo que necesito, lo hace con mucho cariño, lo veo en esos ojos azules que brillan al

sonreírme amándola cada vez más. Sí me he enamorado de ella sin pensarlo, ni quererlo, el único lazo que nos unía cuando nos conocimos era el majestuoso plan de su padre, aunque muchas de sus acciones como cuidarme sin pedir nada a cambio fue lo que desato ese amor provocando que la amara todos los días de mi

vida hasta aquí.

Ella duerme como un ángel, estiro el brazo izquierdo porque con el otro no puedo, delineo cada parte de su rostro. Se remueve con facilidad ante el mínimo contacto sonriendo tímidamente sin abrir sus ojos. La lámpara encendida me permite ver cada mueca que hace, frunce el entrecejo arrugando la nariz y al llegar a sus labios la sonrisa se ensancha. Abre primero un ojo mirándome, le sonrió de manera burlona.

-Buenos días, bella durmiente – digo, ella se acerca para darme un beso fugaz.

- ¡Buenos días! – responde de muy buen humor.

Nos ha costado llevarnos bien todo este tiempo en reposo, no coincidíamos en algunas decisiones, otras veces peleábamos por no querer tomar los medicamentos y cuando trabajábamos juntos discutíamos por cuál era la mejor opción en un contrato.

Aunque tuvo su lado bueno nos conocimos más respetando el espacio de cada uno. Hemos aprendido a convivir en mi departamento porque ella quiso mudarse para cuidarme.

Estirando su cuerpo se pone de pie yendo al baño. Llamo a Max para saber cómo va todo en el hotel. Él, dentro de todo, salió ileso. Solo le cosieron una herida en la pierna, pero yo me lleve la peor parte aún sigo sin entender porque el auto se quedó sin frenos. Con Christopher hablamos sobre el tema, él oculta algo que no quiere que sepa, ya me lo dijo. Sin embargo, no puedo vivir con la incertidumbre de no saber nada al respeto.

-Max ¿Cómo vas? – preguntó y escucho que bosteza.

-Todo bien – pausa su repuesta – y tú ¿qué tal amaneciste?

-Pues aquí sin poder moverme, ya quiero que me saquen el yeso, no sabes cómo pica y es súper molesto.

-Menos mal que me salve de eso – reímos los dos por su comentario.

-Tú puedes caminar sin dificultad.

-La verdad, bueno se surge algo te aviso ¿de acuerdo?

-De acuerdo.

Cuelgo cuando Minufer vuelve del baño, veo sus piernas blancas como el papel porque el vestido que tiene puesto es demasiado corto. Trae una almohada en sus manos, las acomoda en el respaldo de la cama para que me ayude a sentarme y estar un poco más cómodo. Va a abrir las cortinas entrando el sol en su plenitud.

Nunca borra su sonrisa de su cara, es un gesto propio de ella que me encanta. La observo cambiarse de ropa delante de mi sin pudor, pero de espaldas, detallo con mis ojos cada centímetro de su piel. Relamo mis labios deseando tocarla, aunque debo aguantarme porque en mi estado no puedo hacer nada de nada.

¡Una diosa tallada a mano hecha especialmente para mí! Exclamo mentalmente riéndome por el repentino aumento de mi ego. Se peina sentada frente a la mesa con espejo que ella misma trajo para su comodidad, luego viene hasta mi lado.

-Voy a traerte el desayuno – se agacha para besarme en la frente – ya vuelvo, ¿bueno? – antes de que se pueda ir la atrapo con el brazo menos hábil, sujeto su cabeza introduciendo mi lengua dentro de su boca que no opone resistencia alguna.

Se acopla a mis movimientos fuertes pidiendo más, su deseo es el mismo que el mío, pero debemos separarnos porque el aire nos falta.

- ¡Gracias amor mío! – y la beso suavemente obteniendo una sonrisa de su parte.

En el último tiempo la habitación solo huele a jazmín, su perfume favorito que se ha transformado en el mío

también. La puerta queda entre abierta, se oyen pasos que suben por la escalera, miró al costado viendo una cara conocida, aunque nada agradable.

-Hijo – parada en la puerta indecisa si entra o no - ¿Puedo pasar?

-Ya que estas, pasa de una vez.

- ¿Cómo has estado en estos días? – interroga en el papel de víctima. – Perdón por no venir antes tuve una

emergencia.

-Y ¿Qué quieres que haga? Que te de un premio o dinero ¿Cuál de las dos prefieres? – mi humor estaba espectacular hasta que llego, le hablo con total ironía.

-Hijo, no es para que me trates así – toma su bolsa entre sus manos parada en el extremo de la cama. – Como sea, ¿Pudiste hablar con Florencia? – una sonrisa aparece en su rostro cabizbajo.

-Eso a ti no te interesa – miró hacia la ventana – no te involucres en asuntos que no te corresponde.

-Ese niño es mi nieto – levanta su mirada – ¿Cuándo se lo vas a decir a tú novia?

-No vas a decir ni una sola palabra a nadie de esto – apretó los dientes. – Porque en tú vida te volveré a hablar. ¿Entendido?

-Como quieras hijo.

Detesto que este aquí insinuando que es lo correcto y que no, me pone furioso su hipocresía. Ahora quiere ser la señora decente que da consejos. Ella no se va a meter en mi vida nunca más.

No se va a quedar mucho tiempo, sabe que no soporto su presencia así que va a irse cuanto antes. Minu regresa con una charola en sus manos, la deja en la mesa para acomodarme mejor, pone la bandeja sobre mis piernas endulzando el café.

 Sabe mejor que nadie que no me agrada la visita de mi madre, que husmea por los rincones de la habitación. Lleva la taza a mi boca para beber de a poco el líquido marrón, intento empujar la taza con la mano izquierda también me pasa una tostada que si la llevo a la boca con mi mano.

Pasan minutos cuando se retira mi madre dando falsas modestia. Yo blanqueo los ojos llevándome una palmada de Minufer en el brazo.

- ¡Auch! – me quejo haciendo pucheros como un niño.

Ella se ríe bebiendo de su café moviendo su cabeza. Al terminar, intento levantarme para ir al baño obviamente me tienen que ayudar. Es irritante tener que pedir ayuda, tuvimos que contractar un guardia

o mejor dicho lo hizo Christopher. Cada vez que quiero levantarme él viene a socorrerme porque soy demasiado peso para una mujer como Minufer.

-Me puedes llevar directo a la sala – le digo luego de salir de baño – estoy harto de la cama.

Él asiente y caminamos como tortugas hasta la silla de ruedas para que me baje. La silla marcha al revés con mucho cuidado son varios escalones que tengo que pasar, ella también viene a mi lado para ver que no me pase nada.

Esperamos a que Amanda arregle el sillón para que me coloquen ahí. Después de tantos malabares en llegar me quedo tranquilo al respirar el aire que entra por el ventanal con mucha más luz que en la habitación.

Enciendo la televisión para ver las noticias, tantos días adentro es difícil encontrar con que entretenerte. El

yeso lo van a retirar la semana próxima el del brazo, debo ir a rehabilitación por un tiempo indefinido para poder moverme de nuevo.

Tendré que seguir aguantando este calvario. Espero poder soportarlo.

Al medio día llegan de sorpresa Lux y Max, ahora son frecuente sus visitas para hacernos compañía. Mientras las dos mujeres van a la cocina, nosotros conversamos del trabajo, de la investigación del accidente que tuvimos, entre otras cosas.

Los frenos no fallaron alguien los corto con qué intención no lo sé, he intentado atar los cabos, sin embargo, mis hipótesis se caen cuando quiero sacarle información a mi suegro. “Que es por mi bien que no sepa nada” es lo que dice siempre. Pero a Minufer no puedo preguntarle porque esta tan ciega o le han ocultado todo para protegerla. Ese señor oculta muchos secretos que no puedo descifrar.

Este almuerzo me levanto el ánimo ya que mis salidas están limitadas, solo salgo al consultorio del médico. Pero rara vez, la rutina nos ha absorbido no es porque así lo quisimos sino porque el accidente ocurrió, como ocurre cualquier accidente que nadie espera.

Entre chiste, bromas y muchas carcajadas debido al efecto del alcohol en las mujeres pasamos una agradable

noche. Lux tomo casi una botella de vino, Minufer no se quedó atrás hace mucho que no la veía tan contenta, estar encerrada no fue fácil para ninguno de los dos.

Se ríe de los malos chiste de Lux que articula ni una palabra coherente, quiere pararse para ir por otra botella

y se cae en el suelo, todos explotamos en carcajadas porque no puede pararse sin tambalear. Su amiga quiere ayudarla cayendo encima de ella sin dejar de reírse. Max corre a socorrerlas, pero no puede contener la risa sin poder ponerlas de pie a las dos. Al fin para de reír, estira su mano ayudándola a Luz secándose las lágrimas de tanto reírse. Luego levanta a Minufer un poco ya más calmada.

Yo no me muevo tampoco puedo solo me digno a observar sin dejar de reírme al igual que ellos. Les trae un vaso de agua a cada una.

- ¿De qué se ríen tanto? – preguntó sin entender el motivo.

-Que no has escuchado – toma agua – el chiste malo que hizo Luz – dice Minufer toda agitada.

-No es verdad – se defiende Luz dicha acusación de su amiga.

Respiran tratando de tomar aire. – Yo creo que el alcohol es mala compañía para ustedes – habla Max serio

frunciendo los labios para dentro.

Amanda trae en una bandeja café también se ríe de la vergonzosa escena que montaron nuestras mujeres. Ojalá el café les baje el alcohol en la sangre. Max le quita la botella que abría Luz, ella se enoja sin lograr nada. Nos retiramos a la sala a ver una película, pero ellas se duermen a mitad.

Minufer apoya su cabeza en mi pecho estirada del lado izquierdo, el único que no duerme soy yo porque no he bebido ni una gota de alcohol. Y no tengo sueño, no tengo otra opción que terminar de ver la película. Rodeo todo su cuerpo con el brazo cuando se acomoda mejor acariciando su cabellera, se tomó media botella de vino que termino ebria al segundo vaso por no saber beber a diario.

Despacio se acerca Amanda para ver si necesito algo, pero al ver mi negativa se retira a hacer sus cosas.

Apago la tele para ver si así puedo dormirme, sin obtener resultados me fastidio porque todos duermen menos yo. Suspiro cuando el teléfono comienza a sonar, vuelve Amanda a contestar, su entrecejo relajado se empieza a fruncir alarmándome sin saber de qué se trata.

- ¿Quién es? – enderezándome preguntó.

-Es mi hermana la internaron – pone una mano en el parlante del teléfono – voy a ir a ver que le sucede.

-Sí está bien, lo que necesites sabes que puedes pedírmelo.

Desaparece en la cocina y mis acompañantes son como verdaderos troncos durmiendo ningún ruido los saca de sus sueños.

Obligo a mis ojos a dormir porque me voy a aburrir de esperar que se despierten estas marmotas. Apoyo el codo en el brazo del sillón para bajarme un poco más, ella al darse la vuelta deja un pequeño espacio donde me acomodo mejor sin golpear la pierna o el brazo.

Me siento totalmente incomodo en la posición que estoy así que debo traer un almodón con la pierna derecha colocándolo en la cabeza. Ahora si estoy a gusto.

Empiezo a cerrar los parpados cayendo de a poco en un sueño profundo.

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