—¡Basta!—grito, abro los ojos repentinamente y me incorporo.
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Tocan la puerta sacándome de mis pensamientos y bajo mis pies de la cama, sentándome en la orilla.
—¿Qué pasa, mamá?—grito.
—Me falto darte tu regalo, ¿Puedo pasar?—habla en un tono alto del otro lado de la puerta.
—Sí mamá, pasa—vuelvo a gritar, ella abre la puerta y entra con una caja en sus manos. Ya me dio curiosidad saber que hay en esa caja, además que es grande y tiene hoyos a los lados.
Mi mamá se sienta a mi lado y me entrega la caja, siento como algo se mueve dentro de la caja de manera inquieta y abro la caja, un cachorrito se para en dos patitas, recargando sus otras patitas en uno de los lados de la caja mientras mueve a los lados su colita.
—Todavía recuerdo cuando de pequeño me decías que querías tener un perro—dice con una sonrisa, volteó a verla y la abrazo.
—Gracias mamá—siento como acaricia mi cabello y me separo.
—¿Y cómo lo vas a llamar?—inquiere, pienso por unos segundos desviando mi mirada, <
—Lo llamaré, Max—respondo, regreso mi mirada a ella, mi mamá se veía convencida con ese nombre y no tenía ninguna objeción.
—Es un nombre frecuente, pero sencillo—opina—¿Te gustó tu regalo?.
—Sí y mucho—dije con sinceridad, mi mamá me sigue sonriendo y se levanta, la sigo con la mirada mientras se acerca a la puerta y se detiene en el marco.
—Te dejo para que te prepares para la escuela—dice, voltea a verme y yo asiento, ella deja de mirarme y sale de mi habitación cerrando la puerta.
Saco al perrito de la caja y lo dejo en el suelo, empieza a explorar mi habitación mientras yo me cambio la ropa por el uniforme, me acerco al tocadiscos y aparto el brazo, quito el disco y lo guardo, me acerco al mueble y dejo el disco de vinilo con los demás, <
Tomo mi mochila y salgo de mi habitación dejando la puerta abierta para que el perrito explorará el segundo piso, <
Bajo las escaleras y entro al comedor, los platos ya están en la mesa y sin pensarlo me siento, mi mamá sale de la cocina y se sienta a mi lado, comimos en silencio, puse mi mochila en el suelo junto a mí.
Saco el collar de debajo de mi playera y lo abro, veo la foto de mi amiga de la infancia y me provoca nostalgia, también intriga de que fue lo que sucedió con ella, si sigue viva o no, son preguntas que nunca tendrán respuestas o eso supongo yo. Aunque tengo mis sospechas, ya que nadie para de decir que ese monstruo tuvo algo que ver y yo creo firmemente en esa posibilidad.
—¿Aún la extrañas?—indaga mi mamá rompiendo el silencio, la miro y cierro el collar, lo vuelvo a meter debajo de mi playera.
—Sí…—dije con tristeza.
—No te puedo asegurar que ella aparecerá, ya que es una posibilidad muy baja—hace una pausa—Lo que sí te puedo asegurar es que ella siempre estará contigo, aunque no puedas verla—asevera mi madre.
Eso no me animo, solo hizo que mis ánimos bajaran hasta el suelo y pensará lo peor….
Me levanto de repente y agarro mi mochila, doy zancadas a la salida y salgo de la casa sin mirar atrás.
—Hijo, espera—grita mi madre que estaba siguiéndome y se detuvo en el marco de la puerta, me aleje lo suficiente hasta estar a medio camino de mi escuela, mi amigo grita a lo lejos y me detengo, me doy la vuelta y él corre hacia mí.
—¿Estás bien?, te noto distraído y pensativo—Inquiere Eduardo
—Sí, lo siento, estaba reflexionando en cosas sin importancia—miento, él me mira con sospecha, pero lo deja pasar y me toma del brazo, me jala directamente a la escuela.
Sara
Espere a mi hora de salida que se estaba volviendo eterna, miraba el reloj repetidas veces y mis amigas lo notaron, en mi hora de descanso, una de mis amigas se sentó frente a mí y levanto mi mirada de mi teléfono.
—¿Sucede algo?—inquiero, se le nota en su cara que quiere contarme algo emocionante.
—Se nos olvidó hablarte del tipo con el que saldrás en una cita—dice—el hombre se llama Steven Fear.
—Su apellido es raro—añado.
—Lo que pasa es que pertenece a una familia multimillonaria, en esa familia sus apellidos son raros y también por eso son conocidos—explica Dulce, <
—Ya veo—dije sin darle importancia.
—Bueno, regresando al tema, ese hombre es lindo y caballeroso, te vas a enamorar en segundos de él, eso te lo aseguro—asevera Dulce, <
—Que emocionante—dije con sarcasmo mientras ruedo los ojos.
—¡Oye!, ¡Noté tu sarcasmo!—grita con molestia, me empiezo a reír abiertamente mientras ella me asesina con la mirada.
Espero unas horas más hasta que llego mi hora de salida, me despido de mis amigas y salgo corriendo del supermercado, me dirijo a mi casa y veo la puerta abierta. Es algo inusual que la puerta esté abierta y pienso lo peor.
Entro a la casa y veo en medio de las escaleras a un pequeño perrito, cierro la puerta y subo las escaleras, me inclino y alzo al perrito en mis brazos, me incorporo y bajo, entro a la sala de estar mientras lo acarició.
Miro a mi alrededor y la sala ya estaba casi decorada con tiras de papel china, globos y un cartel que dice “Feliz cumpleaños”, todo de color negro, es algo sencillo, ya que mi hermano desde pequeño odió las fiestas de cumpleaños con muchas personas.
—Ya llegué mamá, ¿De quién es este perrito?—inquiero, ella se gira y suelta el globo.
—Es el perrito de tu hermano, yo se lo regalé—responde, me agacho y bajo al perrito con mucho cuidado, me levanto rápidamente.
—Es muy hermoso—añado.
—Lo sé hija, ¿Cómo te fue en el trabajo?—cambia de tema mi madre.
—Me fue bien.
—Me alegro mucho, mi niña.
Mi madre se vuelve a girar y continúa en lo que estaba, me acerco y empiezo a inflar los últimos globos que quedaban, la ayudó a poner las últimas decoraciones y mi madre se sienta a descansar.
—Mamá, ¿Puedo hacerte una pregunta?.
—Claro, dime Sara.
—¿Tú dejaste la puerta abierta?—indago.
—No, ¿Por qué?—responde con una ceja enarcada, siento el miedo hacerse más grande con su respuesta y me dispongo a revisar toda la casa, mi mamá se levanta y me sigue sin entender nada, me detengo en mi habitación, la reviso mientras miro detenidamente cada lugar y algunas cosas mías no estaban.
Como una blusa de gatito que estaba tirada junta a la cama, mi anillo en forma serpiente que estaba en mi mesa de noche y una pulsera que estaba sobre la cama.
—¿Qué sucede, hija?—indaga mi mamá con confusión, me doy la vuelta y la miro fijamente.
—Cuando llegué, la puerta de la casa estaba abierta y creí que fuiste tú, la que dejó abierto—refunfuño—se robaron algunas cosas mías y me parece raro que solo a mí me hayan robado—dije con miedo, ella se asusta y se lleva las manos a la boca.
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