Capítulo 20

Lizandra

El señor Tirion nos agradeció una vez más y nos ofreció un vaso de jugo. Jimi ya venía con la bandeja y los vasos llenos del puro jugo de nuestras frutas frescas.

Bebimos, le agradecimos y nos despedimos antes de dirigirnos al huerto. Entramos de nuevo al invernadero y salimos con Derick llevando la mochila en su boca. Nos dirigimos hacia el huerto y, una vez que llegamos, no encontramos a nadie. Volví a mi forma normal de hada, abrí mis alas, volé hasta las ramas de los árboles, extendí mis manos, volé entre las ramas y esparcí mi magia rosa por las copas de los árboles.

Cuando terminé, volví a mi forma camuflada, envolví mis alas y me vestí. Estaba cansada. Recogí la mochila y me la puse en la espalda, subí a Thomas y volvimos a casa.

Almorzamos, descansamos y nos preparamos para la presentación.

Derick estaba tenso, asustado por la reacción de la gente. Pero yo lo tranquilicé.

"No te preocupes, todo saldrá bien. Solo te pido que no actúes violentamente, como lo hiciste con el médico. Déjame manejarlo. Sé paciente y presta atención solo a mí, ¿de acuerdo?"

Él frunció el ceño y contestó: "No soy un debilucho. ¿Quieres que me quede callado? Si la gente viene a ti con violencia, no me quedaré de brazos cruzados. Soy el Alfa y deben respetarme y respetarte a ti como mi Luna".

"Mi amor, el respeto se gana. Ya no soy la misma niña rara con una bufanda en la cabeza. Soy tu Luna, un hada de la naturaleza con un lobo ángel. Todo estará bien. Confía en mí".

Llegamos a la plaza y todos ya estaban allí, con caras serias, esperando a ver qué pasaría, ya que había un murmullo desagradable que se detuvo cuando llegamos. Subimos al escenario y Derick comenzó a hablar:

"Pueblo de la Manada de la Luna Azul, hoy estamos aquí para darle la bienvenida a nuestra Luna. Les presento a Lizandra Bener, mi compañera y la nueva Luna de la Manada de la Luna Azul".

Fue entonces cuando alguien se levantó en medio de la multitud y gritó: "¡No queremos a esta rarita como nuestra Luna!"

Luego varios otros levantaron sus voces y también gritaron insultos.

"Es cierto, no queremos a esta marginada".

"¡Bastarda!" gritaron.

"No está capacitada para ser nuestra Luna...".

El caos se desató y fue entonces cuando vi muchos brazos levantados con huevos, tomates y naranjas, productos que prosperaron en el huerto gracias a mí y ellos no tenían ni idea. Miré a Derick, le pedí silenciosamente que tuviera paciencia y él me miró con pesar, con ganas de enfrentarse a la gente. Le sonreí, levanté la mano y miré de nuevo a la multitud.

En un instante, la magia flotó. Esa luz rosa coloreó el aire y parpadeó, asustando a las personas, que abrieron los ojos cuando se sorprendieron por ese espectáculo colorido que cubría todo el ambiente con magia.

La magia tocó todo y la gente quedó en silencio. Aún con los ojos muy abiertos, se quedaron inmóviles, observando lo que estaba sucediendo: de los huevos, nacieron pollitos y de los tomates brotaron plantas, produciendo más frutas que trepaban por las manos de quienes los sostenían.

Las naranjas también empezaron a brotar y sus portadores las arrojaron al suelo asustados. Continuaron creciendo, convirtiéndose en árboles que se llenaron de frutas.

Detuve la magia y le pedí a Jimi, quien estaba cerca, que trajera algunas canastas y recogiera las frutas para que no se desperdiciaran. Las personas intentaron liberarse de las plantas de tomate que las enredaban, los niños jugaban con los pollitos, pero la mayoría no sabía qué hacer. Algunos se reían, como Derick y el señor Tirion.

Pronto, Jimi llegó con las canastas y, antes de que comenzara otro alboroto, le pedí que colocara las canastas en el suelo junto a las plantas, separadas. De nuevo, dejé que la magia fluyera y las frutas se acomodaron en las canastas, los tomates con los tomates y las naranjas con las naranjas, todo bien organizado y sin desorden. Los pollitos se quedaron con los niños, quienes adoraban a sus nuevas mascotas.

Cuando todas las frutas estuvieron en las canastas, hice desaparecer los árboles y la vegetación. Todo volvió a la normalidad. Las personas se quedaron quietas frente al escenario, mirándome. Tirion pidió el micrófono y habló:

"¿Pensaron ustedes que la prosperidad del huerto y del jardín era un milagro? No, mi gente, fue esta joven mujer, a quien siempre humillaron, menospreciaron e insultaron, quien utilizó su magia, oculta para todos, y convirtió a nuestra manada en la más próspera del continente.

Entonces fue el turno de mi padre, quien tomó el micrófono y habló humildemente.

"La culpa de que todos maltrataran a mi hija es mía. La rechacé porque pensé que era muy diferente a mi familia y a mi pareja. Pero la verdad es que yo estaba ciego y cometí el mayor error de mi vida." Se ahogó de emoción y dejó de hablar.

Fue entonces cuando mi madre dio un paso adelante y, enfurecida, gritó:

"¿Qué dijiste? Sufrí toda mi vida y tuve que cuidarla yo sola, ¿y ahora que es la pareja del Alfa, es tu hija?"

Sus palabras se clavaron como espinas en nuestros corazones y causaron dolor, pero no estaba equivocada. Viví con su amargura todos estos años. Sé bien cómo fue.

"No, Celia, nuestra hija hizo lo que nadie se preocupó por hacer, ni siquiera yo. Investigó, durante meses, fue a la biblioteca y leyó libro tras libro hasta que descubrió los registros de mi familia. Hay un dibujo de mi tatarabuela Leonora dos Anjos, quien se casó con el Alfa Desmond Cavelier, mi tatarabuelo. Nuestra hija es igual a ella. Después de ella, solo nacieron varones, hasta Lizandra. Parece que la herencia genética de Leonora solo se transmite a las hembras de la familia. Así que eso es todo. Me disculpo contigo, Celia, mi pareja, y contigo, Lizandra, mi hija, por el inmenso dolor que causé. No fui un hombre honorable, actué basado en las apariencias y lastimé a quienes más amaba. Asumo toda la responsabilidad, aquí, frente a todo el pueblo de la Manada Luna Azul, a quienes también pido disculpas."

Se arrodilló en una rodilla y bajó la cabeza en un gesto de humillación y sumisión.

Mi madre soltó un grito, un grito agudo y fuerte, como si descargara toda su ira y desprecio hacia todos. Salió a trompicones, pisoteó y se marchó.

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