Eran niños

Disculpe señorita Amaris, decía mi secretaria.

- ¿Qué paso?, dije con el rostro oculto en mis brazos sobre el escritorio.

- El señor Worms quiere hablar con usted, está en recepción.

- ¿Y que quiere?, dije aún con el rostro oculto.

- Solo me dijo que quiere hablar con usted sobre algunos negocios.

- Pásalo a la sala de juntas, ahora voy.

- Si señorita.

Me levanté, sequé mis lágrimas y respire profundo.

Cuando entre a la sala de juntas el me miró y se me acercó.

- ¿Estás bien?, decía preocupado.

- Si estoy bien, que desea señor Worms, dije mirándolo, sería.

- Quiero platicar sobre algunos negocios, me interesa expandirme en este territorio, perdón por incomodarte, pero tus ojos están hinchados.

- Si estaba durmiendo, dije molesta.

El me miraba y sonreía.

- ¿Quieres ir a cenar algo?, ahí podemos aprovechar para hablar de negocios.

Mire la hora.

- Ok, deje ir por mi bolso.

- Sí, decía sonriendo.

Tenía una hermosa sonrisa, pensé que era un amargado y ahora se ve tan diferente al día de la junta, donde se tapo la nariz.

- Nos vemos mañana, celeste.

- Sí Amaris

El señor Worms estaba mirándome y sonreía.

Caminamos al elevador.

- Siempre la tratan así sus empleados, como si fueran grandes amigos.

- Celeste es una gran amiga, dije sería mirando los números del elevador.

- Escuché que le gusta el vino.

- Si, casi no bebo, pero me gusta.

Salimos del edificio y nos subimos a su auto.

El chófer arranco el auto, el no dejaba de mirarme.

- Disculpe, señor Worms podría adelantarme que es lo que desea de la empresa Linked.

- Tengo varias empresas que me gustarían que mis productos se comercialicen en otros países.

- Si entiendo, ¿quien le dijo que me gusta el vino?

- El señor Walter.

- Así que ya hablo con mi socio, entonces no veo por que quiere hablar de negocios conmigo si el y mi hermano son los negociantes.

- Bueno es que su socio me dijo que hablara con usted en su ausencia.

Entonces comencé a sentir tristeza de nuevo.

- No deberías de estar triste, es una gran noche, la luna se ve increíble.

- Si claro, dije sería.

Que le sucede a este tipo, acaso sabe que termine con Walter y por qué Walter le contó de mi, no puedo creerlo ahora que lo vea juro que lo voy a matar, pensaba.

El auto se detuvo, bajamos al restaurante, el mesero nos guiaba a nuestra mesa, nos sentamos, comencé a leer el menú, la verdad no quería mirarlo me sentía algo nerviosa, el no dejaba de mirarme como si quisiera devorarme.

- Usted es muy hermosa.

- Gracias señor Worms.

- Su perfume es muy exquisito.

Lo mire asombrada, apenas nos conocemos y ya va directo.

- Huele muy rico, decía acercándose a mi rostro.

- Disculpe señor Worms, pero creo que usted es un atrevido.

El se carcajeaba.

- Al escucharlo mi cuerpo se erizo y sentí un escalofrío por mi espalda.

El tomo mi mano.

- Lo siento Amaris, pero sere honesto, no puedo dejar de mirarte, me gustas mucho.

Yo sentí que me quemaba la piel, jale mi mano, el dejó de sonreír.

- Perdoname, imagine que ahora que no estoy gordo tal vez te sentirías atraída a mi.

- ¿Disculpé, de que habla?

- ¡Soy leltxu, flamita!, dijo en mi oído.

Lo mire asombrada.

- Perdoname, te juro que no fue mi intención decirte todo eso pero era una niña y con todo lo que ocurrió ese día me sentía muy nerviosa y quería defenderme.

- Cómo lo haces ahora, dijo sonriendo.

- Es que acabo de terminar una relación y ahora estoy aquí contigo, cuando debería estar llorando, mirando películas románticas, no se ya estoy hablando tonterías.

- ¿Lo amas?, dijo serio.

- En realidad era una relación más de amistad, pero si tal vez lo amo es mi mejor amigo.

El dejó de mirarme y cortaba su carne.

Yo también deje de mirarlo y comencé a comer mi ensalada.

Nos quedamos callados por un largo tiempo, podía ver qué se sentía molesto, su rostro se transformó.

- Te ves muy bien, dije sonriendo.

El me miró serio.

- Si, no me lo tomes a mal en verdad te miras muy diferente, tu porte es perfecto, ahora entiendo por qué todos dicen que eres un hombre muy respetable.

- Eso dicen de mi, decía sonriendo.

En realidad no, pensaba pero no quería hacerlo sentir mal, se que mi comportamiento de niña fue muy grosero, pero era una niña consentida, después de ese día todo mi mundo cambio, entendí lo que es trabajar duro y respetar a las personas sin importar su clase social o su físico.

- Si eso dicen, lo que no entiendo es por qué el día de la junta te tapaste la nariz. Acaso apestamos, mi socio y yo.

El se acercó y me miró tan cerca que me puse nerviosa, me miró a los ojos con deseo.

- Tu perfume me vuelve loco, lo percibí desde que entré al edificio, cuando te mire en la oficina, quería acercarme a ti, pero recordé el día que rompiste mi corazón y solo quería salir de ahí, pero en realidad mi cuerpo reacciona a tu aroma mi amor, dijo susurrando en mi oído.

Mi piel se erizó al escuchar su voz.

El se alejo y sonrió.

- ¿Quieres postre?, decía tranquilo.

- Si, dije mientras sentía mis mejillas calientes.

- ¿usted también va a pedir postre?

- si, decía mientras me miraba con deseo.

- ¿qué va a pedir?, dije nerviosa

- A ti, A mí me gustas tu, eres mi adicción.

Yo me reía de nerviosa.

- Basta, señor Worms, por favor aún no nos conocemos bien.

El sonreía.

- Dime leltxu, linda. Tal vez no nos conocemos pero estamos destinados a estar juntos, dijo tomando mi mano.

Sentí toques eléctricos que llegaban a mi corazón.

Suspire y sonreía. El llamo al mesero.

- ¿Algún postre?, decía el mesero.

- Si quiero una tarta vianner.

- Claro señorita.

- Usted señor.

- Así está bien gracias, solo llena mi copa.

- Claro señor.

- ¿Pensé que querías postre?

- Tu perfume es tan dulce que con eso tengo, decía sonriendo.

- Leltxu, ¿esto es un juego?, no me siento cómoda, no deberías de coquetear conmigo, yo actúe mal cuando éramos niños, deberías detestarme.

- Solo éramos niños, decía sonriendo.

Se que ahora no lo entiendes Amaris, se acercó y acomodo mi cabello detrás de la oreja, solo no me rechaces esta vez, miraba mis labios, mi corazón latía muy rápido, mi cuerpo se quemaba, sentía un deseo enorme por sentir sus labios, de pronto me perdí en sus ojos olvide todo, solo era ese hombre y yo.

- Su postre, dijo el mesero, sacándome de su embrujó.

- Gracias, dijo alejándose y dándome mi espacio.

El miraba como disfrutaba mi postre.

- ¿quieres?, dije nerviosa.

- perdóname es que no dejo de imaginar a qué sabrán tus labios ahora.

- a chocolate, dije con las mejillas rojas.

Termine mi postre, pago la cuenta.

mientras caminamos al auto el me tomo de la mano, yo lo miré asombrada.

El solo sonreía y miraba hacia el auto.

Leltxu

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Consuelo Flores

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Odixa Perozo

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Consuelo Flores

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