...Lo hice, volví a casa....
^^^-Kaleani W.^^^
Paso mis manos por mi corto cabello y me aseguro de peinarlo con acondicionador barato, mi cabello está muy corto, creo que hace años que no lo tenía así, se encuentra peinado hacia atrás y solo puede tocar mi nuca. Me he vestido y peinado, me siento lista para enfrentar a John ¿lo estoy? Debo creer que lo estoy, debo confiar en que ya no soy alguien que debe seguir sus órdenes, Nadia está muerta y eso quiere decir que sus palabras tiene el mismo valor que… nada, no tienen valor.
Escucho un golpe en la puerta de la habitación y me pongo de pie, no sé cuanto tiempo ha pasado, pero siento que he tenido mucho tiempo para pensar, fue lo suficiente para saber que quiero golpear a Keysi y que sus lágrimas esta vez no van a salvarla. Escucho el sonido de mis tacones al caminar y me resulta tan familiar, es un sonido que no debe traerme tranquilidad, pero lo hace.
Abro la puerta y por unos segundos puedo ver sorpresa en el rostro de Mark, pero eso desaparece de su rostro segundos después ¿Quién es este hombre? Sé que puedo confiar en él, pero no me gusta, las personas que son tan calmadas y calladas suelen ser un peligro, un peligro desconocido y que no esperas.
-Pasaron dos horas. – me dice.
Miro el cielo azul y suspiro sintiendo la brisa tocar mi rostro, no he dormido nada y tampoco he comido, solo bebí un poco de agua y me siento estable, eso es más de lo que puedo pedir. Vuelvo a entrar a la habitación por mi bolso y al salir recuerdo lo que hice en el baño, dejo de caminar en el pasillo y miro a Mark antes de hablar.
-Deberías pagarle algo extra a la persona de la recepción. – le digo.
-¿Por qué? ya page las habitaciones. – me dice.
Deja de mirar mi rostro y cuando mira hacia mis manos él entiende de que hablo, no dice nada y asiente, bajamos las escaleras y caminamos hacia el auto, veo al hombre que conduce fumando y lanza su cigarrillo al suelo al vernos acercarnos ¿él no habla? Es tan extraño. Entro al auto y digo la dirección, nuestra meta ahora es llegar a Whitestone, un vecindario residencial al norte de Queens.
Sé que John ha estado viviendo ahí desde hace años, cuando se mudo estuve muy feliz porque sabía que no tendría que ver todos los días al hombre que me envió al hospital y que lastimo a V… ¿Qué estoy haciendo? No debo pensar en esto ahora, no debo recordar ahora.
- Cuando lleguemos deben irse. - les informo.
- ¿Qué? – pregunta Mark de inmediato, se gira en el asiento del copiloto y me mira. – te dije que…- lo interrumpo.
- No me importa lo que has dicho. – empiezo a decir. – si te ven conmigo pensarán que pueden utilizarte para lograr que yo haga lo que quieren, es simple. – le digo.
- ¿Puedo saber al menos hacia donde vamos? – pregunta con molestia en su voz.
- Vamos a visitar a John. – respondo restándole importancia. – era la mano derecha de Nadia, supongo que sabes quien es Nadia. – digo.
-Según lo que sé, tú no deberías acercarte a él ¿me equivoco? – pregunta.
- Es solo un hombre con un gran ego, no es letal, habla demasiado y eso es lo que necesito, pero no lo hará si te ve o a alguien más, debo hacer esto sola. – le digo.
Se queda en silencio por unos segundos y vuelve a mirar hacia mis manos ¿Qué sucede con él?
- Deberías quitarte tu anillo, sabrá que estás casada. – dice sorprendiéndome.
Miro mis manos y lo noto ¿Cómo pude olvidarlo? Me quito el anillo de inmediato y lo guardo en el bolso, al hacerlo me siento extraña, miro la marca que ha dejado el anillo en mi dedo y suspiro. Vuelvo a mirar a Mark y este me observa fijamente.
- Entonces ¿solo vas a aparecer en su casa y eso es todo? – pregunta.
-Si ¿Qué quieres que diga? – pregunto con molestia.
-Espero escuchar un plan, maldita sea. – responde.
- No estás aquí para dar tu opinión o preocuparte, así que cállate. – le digo molesta.
Se ríe ¿acaba de reírse? Este sujeto me molesta.
- Eres divertida. – dice simplemente antes de mirar hacia delante.
Me quedo en silencio, no quiero discutir con él, debo ahorrar mis energías para lo que tendré que hacer. Miro por la ventana del auto, edificios y tiendas, veo personas que están demasiado ocupadas en sus celulares para darse cuenta que tienen un regalo en sus vidas, el regalo de ser invisibles ¿Quién dijo que eso es malo? Daría mucho por ser normal “invisible”, me gusta la atención, pero siempre fue raro llegar a un lugar y que al decir mi apellido ellos pudieran ver a través de mí, todos parecían saber lo que había hecho.
Por eso Henri pudo entrar, él me vio y no pensó en todo lo que había hecho, no pensó en las personas con las cuales me había acostado, él es demasiado bueno para esto, él merece una familia tranquila, una casa en los suburbios ¿puedo darle eso? No lo sé.
Soy egoísta, porque sé que él estaría tan bien sin mi y quizás ya hubiera regresado a casa, pero quiero que se quede, porque quiero ser feliz, con él, con nuestro hijo.
Limpio mis mejillas al sentir humedad ¿estoy llorando? Miro hacia el espejo retrovisor del auto y me encuentro con los ojos verdosos del conductor, deja de mirarme de inmediato, patético ¿cierto? los años no me han hecho más fuerte, me han hecho más sensible. Por meses no he fingido nada y todo lo que hice fue sonreír, por eso ahora que llego la tristeza no sé como pelear, solo quiero llorar y eso es lo que hago.
No me molesta el sol en mi rostro y tampoco el tiempo que tarda el conductor en llevarnos a Whitestone, estoy demasiado ocupada tratando de ocultar mis sentimientos. El auto se detiene a dos calles de llegar, veo las casas costosas y siento enojo ¿Cuánto dinero ha utilizado John ? ¿lo hemos hecho rico? Eso no me gusta.
Bajo del auto, cierro la puerta y antes de que pueda dar un paso, Mark dice mi nombre.
-¿Tienes buena memoria? – pregunta, alzo una de mis cejas. – acércate. – me pide.
Me acerco a su ventana y me muestra algo, es un número de celular, muchos dígitos que no suelo recordar, pero debo hacerlo ahora, observo la pantalla de su celular con mucha atención y me repito una y otra vez los dígitos haciendo que se cree una sensación de familiaridad. Dejo de mirar la pantalla y lo miro, veo duda en sus ojos, es un hombre leal o eso creo, quiere seguir sus órdenes, pero Audrey no está aquí y aunque estuviera aquí, sus palabras ya perdieron poder.
Camino con pasos decididos por la acera y por instinto trato de jugar con mi anillo, pero ya no está, no lo estoy usando y eso aumenta mi molestia, camino furiosa por la acera y veo dos niños jugando en el jardín de una casa, ambos se ríen con felicidad y con inocencia ¿Por qué no disfrute esa etapa? Quería crecer con locura, que estúpida fui.
Cruzo la calle y me sorprende lo tranquilo que es este lugar ¿así viven los ricos? A pesar de crecer siendo "rica", en mi vecindario teníamos unos vecinos un poco ruidosos y si corría cerca de sus casas llamaban a Nadia, todavía recuerdo a esa vieja bruja que era nuestra vecina más cercana. Me detengo al sentir cansancio y algo de dolor en mis pies ¿fue buena idea? Mis tacones son de al menos 10 centímetros.
Miro hacia los lados y veo un auto pasar, la persona que conduce me mira con curiosidad y eso me dice que debo llegar, debo entrar a la casa de John antes de que un vecino haga una estupidez, sigo caminando lo más rápido que puedo y al llegar me encuentro jadeando, ya no me siento lista para esto y estoy sudada, paso mis manos por mi cabello y me aseguro de que este bien.
Camino por la entrada de la casi mansión y me detengo al notar que no hay algún tipo de seguridad ¿Qué demonios? pensé que sería más complejo entrar aquí ¿Qué sucede? tengo mi respuesta cuando la puerta principal se abre y sale un hombre vestido de traje, me observa desde la puerta y solo puedo sonreír, esto es incómodo y raro ¿me equivoque de casa? Estoy segura de que es esta, color blanco perla, recuerdo todo, estuve aquí hace unos años ¿Se mudo? Por esto odio improvisar.
Sigo caminando y subo los pequeños escalones del porche, me detengo delante del hombre con traje negro, luce mayor, al menos unos 40 años y eso es más sorprendente, John no suele usar personas que superen sus 30.
- ¿En que puedo ayudarla, señorita? – pregunta.
Su voz es ronca y firme, no me gusta.
-Necesito ver a John. – respondo.
- Creo que se equivoco de casa, señorita. – me dice. – tenga un feliz resto del día. – dice.
Se gira y eso me molesta, hablo antes de que pueda volver a entrar en la casa.
- ¿Eres nuevo, cariño? – pregunto molesta, se gira y me mira con confusión. – dile a John que Kaleani Wagner está aquí, te aseguro que debe estar buscándome todavía. – digo con seguridad.
Me mira fijamente, como si quisiera saber si miento, supongo que de verdad no sabe quien soy o lo que puedo hacer para lograr lo que quiero. Lo veo llevar su mano a su oreja y repetir mi nombre, por unos segundos espera una respuesta y cuando la recibe su rostro cambia.
Lleva su mano a su espalda ¿va a dispararme en la puerta de su casa en medio del día? Eso es imprudente, lo miro con prepotencia y sin miedo alguno, se aleja de la entrada y entiendo lo que debo hacer, entro a la casa y mi cuerpo se tensa cuando la puerta se cierra de golpe. Observo todo detenidamente y es sofisticado, todo el lugar lo es, frunzo mi ceño al ver un balón de color rosa en el piso ¿Qué es esto?
- No te muevas. – me pide el hombre y levanto mis manos con diversión.
Pone la pistola en mi espalda y me quedo quieta cuando toca mi cuerpo, por eso no traje una pistola, sería crear un problema innecesario y si necesito disparar, puedo quitarle el arma a cualquier persona, es simple. Sujeta mi brazo y me gira sorprendiéndome, me mira fijamente y lleva sus manos a mis pechos, actuó indiferente y no dejo de mirarlo, no encuentra nada oculto en mi sostén ¿realmente no tengo nada? Es una buena pregunta.
-Tengo ordenes de dispararte si dices algo que no deberías ¿entiendes? – pregunta.
- Entiendo.– respondo con indiferencia.
- Sígueme. – me pide.
Bajo mis manos y empiezo a seguirlo, miro hacia todos lados en caso de que tenga que correr fuera de aquí, veo unas escaleras que me llevarían hacia el segundo piso y dejo de mirarlas segundos después, entramos a un lugar y no puedo ver que sucede, hasta que escucho una voz infantil ¿una niña? Se encuentra hablando sin parar y trato de no verme sorprendida ante lo que dice el hombre que me escolta.
-La señorita Wagner. – dice antes de moverse.
¿Señorita? No lo creo, pongo una sonrisa en mi rostro al ver un comedor familiar, veo a John sentado en la cabeza de la mesa como hombre de familia, se encuentra desayunando y al verme se pone de pie con una sonrisa más falsa que mi paciencia, se acerca a mi y veo a una mujer joven sentada con una niña de al menos 4 años en su regazo, vuelvo a poner mi atención en John cuando me abraza, mi cuerpo se tensa ¿Qué demonios?
Su perfume me recuerda cosas que no quiero recordar y siento ganas de vomitar.
-Bienvenida a casa, Kaleani. – me dice.
Deja de abrazarme y me mira sonriendo.
-Debiste decirme que llegarías tan temprano, hubiera enviado a alguien por ti al aeropuerto. – dice, eso me confunde ¿Qué está haciendo? – está es mi esposa. – dice.
Miro a la mujer y la veo ponerse de pie, camina hacia mi y sujeta mi mano sin que pueda evitarlo, sonríe con naturalidad y se ve emocionada ¿ella sabe quien soy? Decido seguir el juego y abrazarla con emoción, miro a John dejando de sonreír y su sonrisa está a punto de desaparecer.
-Estoy tan feliz de verte, me han contado mucho sobre ti. – digo con una sonrisa dejando de abrazarla.
Me mira feliz, su cabello es castaño y sus mejillas se encuentran enrojecidas.
- ¿en serio? Espero que cosas buenas. – dice con diversión.
- Por supuesto, John siempre ha sido un caballero. - digo con sarcasmo, pero ella no lo nota.
- ¿quieres desayunar? – pregunta.
- No. – responde John por mí. – no tenemos tiempo cariño, quiero que resolvamos algunas cosas antes de que vuelva a su hotel ¿cierto? – me pregunta.
- Tiene razón, fue un placer conocerte. – le digo a su mujer.
-Puedes llamarme Meg, Meredith es un nombre muy largo. – me dice.
Asiento.
- Por supuesto Meg. – digo con una sonrisa.
Me despido sacudiendo mi mano energéticamente antes de irme con John, él pone su mano en mi espalda al salir de la pequeña sala y no puedo evitar hablar.
- Aleja tu asquerosa mano de mí, bastardo. – digo molesta en voz baja.
Ignora mi comentario y camina más rápido dejándome atrás, lo sigo y mientras caminamos hacia un lugar que no conozco veo fotos en las paredes ¿se casó? Esto es algo poco creíble ¿Quién es ella? Debe ser alguien importante para lograr que este hombre firmara algo. John abre la puerta y entramos a un estudio, veo un escritorio y lo odio, odio lo que me recuerda, lo escucho cerrar la puerta y cuando me giro, antes de que pueda evitarlo de un golpe me encuentro en el piso.
Me siento furiosa y no siento dolor, escupo la sangre en el piso y me pongo de pie de inmediato, lo miro con prepotencia y su sonrisa ha desaparecido, estoy viendo al monstruo que es.
- Eso fue por Nadia. – me dice molesto.
- ¿Vas a llorar? – pregunto limpiando la sangre de mis labios con mi mano. – no luces sorprendido al verme y eso quiere decir que…- me interrumpe.
- ¿Viniste por algo, pequeña? – pregunta, odio ese apodo. – deja que John lo consiga para ti. – dice acercándose a mí.
- No soy la misma chica, tus palabras no me molestan. – digo. - ¿Dónde está ella? – pregunto.
- ¿Quién? – pregunta con inocencia.
- No tengo tiempo para esto. – respondo.
- ¿Tiempo? Creo que si tienes, porque si quieres volver a verla, vas a tener que escucharme por primera vez. - dice, sigue acercándose.
Se encuentra a pocos centímetros de mi y no retrocedo, alguien me dijo que nunca lo hiciera y no voy a hacerlo, estoy cansada de fingir que no puedo hacerlo, cansada de pretender que lo único que me hizo mi vida anterior fue herirme, mentí. Quizás las personas tenían razón al llamarme la reina del circo, porque algo está mal en mi y eso solo pide sangre cada vez.
- Estoy escuchando. – digo con prepotencia.
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