–Yo escuché que la tal Emily es bastante vieja y por eso anda tan desesperada en buscar esposo.
–Oye, también escuché algo parecido. Dicen que tiene tantas arrugas igual que sus canas.
–Jajaja. Me pregunto quién será el que se sacrificara por todos.
Todos se ríen como si fuera una tontería graciosa de sacrificio, pero luego se miran como enemigos. Saben que el que se case con ella, se queda con una gran fortuna. Y eso está muy claro para todos. Desde que entraron a esta casa, vieron lujos donde quiera. Se nota claramente que esta mujer es demasiado millonaria. Todos desean casarse con ella, pero les molesta que aún no se presenta.
– ¡Hay que hacer un brindis por la fea!
Este tipo levantó una copa al aire completamente alegre. No le importó subirse en la mesa estando bien borracho, tenía que aprovechar esta oportunidad de placer, está claro que se burla de ella. Como nadie la ve, no tienen miedo de enfrentarla. Lo que no saben es que Emily está ahí, vestida de hombre, los está analizando, los está evaluando, está como chita a punto de morder al cuello al estúpido de la copa. Ahora sí, Emily pondrá un alto a esta bola de estú...
– ¡Basta!
Todos quedaron impactados, hasta Emily le robó su atención. Ya no hizo arder la fiesta. ¿Cómo no? El hombre parece europeo. Con ese traje tan sexi... Ese peinado tan atrevido... Y esos ojos... ¡Por favor, abrázame señor Rodrigo! ¡Hágame el ricolino en la cama de su habitación! Jajaja. Bueno, Emily nunca pensó algo así, pero si lo vio atractivo y de paso se acordó que era el tipo que golpeó ayer.
Borró su cara de interesada y decide mirarlo como nadie importante. Ese rayón la dejó más en claro, ese tipo no le agrada para nada. El de la copa al escuchar la voz gruesa de ese macho dominante, se asustó tanto, tanto que por el miedo se cayó de la mesa. Se mojó la cabeza. Se levantó todo enfadado. Piensa poner en su lugar, al tipo que arruinó su brindis glorioso.
– ¡¿Quién eres tú para interrumpir mi brindis?!
Agarró el cuello de la camisa de Rodrigo, lo agarró como todo un macho defendiendo su territorio.
–No deberías ofender a la señorita Emily.
Rodrigo mira como escoria a este payaso. Aprieta sus inmundas muñecas como palitos crujientes de chocolate, las aleja de su cuello con mirada amenazante. Emily sonríe discretamente en el fondo de su corazón, le hace feliz el ver a ese idiota en las manos de ese hombre. Como que Rodrigo le empieza a caer bien. Su carácter delicadito sirve mucho. Es gracioso cuando no es ella con quien se molesta.
–Yo la ofendo a mi regalada gana, ella es quien nos hace esperar. Si diera la cara, nadie hablaría mal de ella.
Todos murmuran. Intenta soportar el dolor profundo que lo hace pasar este hombre, no piensa sacar lágrimas por ese apretón de muñecas. Es un hombre y debe aguantarse como hombre. Y eso significa seguir viendo a este hombre como un enemigo que debe enfrentar.
–Entonces vete. No creo que le guste conocer a un tipo tan asqueroso como tú.
– ¡Tsk! ¡Maldito!
Lanzó un puño a la cara, lo lanzó con deseos que partírsela a su regalada gana. Todos abrieron los ojos con la boca abierta. Es un idiota el haberse atrevido a golpear a ese hombre. Saben que esto se pondrá feo, pero nadie los detiene. Emily quiere interrumpir la pelea, quiere interrumpirla, pero... Lamentablemente Rodrigo no se dejó, no es estúpido, no se deja golpear con tipo como este.
– ¡Suéltame!
Lo soltó. Y este casi le hace una mala jugada, pero esta vez alguien los interrumpió. Llegó con un concierto móvil, trajo fiesta presumiendo ser más rico que todos ellos. Hasta trajo mil rosas para Emily y por supuesto, las más hermosas de todo el mundo. Se nota que ese hombre pensó en ella, pensó como conquistar a esa mujer difícil que él conoce.
–Madre santa, ¿por qué él?
Susurró. Emily se cumbre la frente con la palma de su mano. No puede creer que hasta Enrique lo haya invitado su padre. Ese hombre podría reconocerla. Tiene que irse pronto, no quiere ser descubierta. No es que tema ser descubierta por la bola de estos idiotas, sino más bien por el coqueteo molesto de Enrique. Su amiga quiere a Enrique, ella no lo quiere a él. Sabe que fueron amigos en el pasado, pero para ir lejos, tampoco. No siente ni una gota de amor hacia él.
Rodrigo escuchó claramente lo que dijo el hombre de atrás. Ahora que se fija más de cercas... No puede ser. Acaba de darse cuenta que es el mocoso ese que rayó su auto. Su furia está en llamas, quiere partirle su mandarina en gajos ahora mismo. Pero si lo hace, puede perder la atención de Emily cuando decida presentarse. Debe dar una buena impresión a la primera, aunque tenga deseos de matar a este tipo. Lo odia. Casi le deforma su hermoso rostro con ese maldito golpe. En serio quiere matarlo, se nota que está furioso igual a cuando empujas para sacar todo en el baño.
– ¿A dónde piensas ir?
Rodrigo agarró con fuerza su brazo. No lo dejó ir. Dejó que su furia dominara sus propósitos. No piensa dejar libre a ese tipo sin antes humillarlo como se debe.
–Veo que me reconociste.
Emily miró de manera amenazante a este tipo delicadito.
– ¿Ah? ¿Cómo no te iba a reconocer? Tienes la misma cara de majada fresca de ayer.
– ¿Majada? ¿Me dijiste majada? ¿A mí?
Esté hombre que ha venido a pretenderla, le está diciendo que ella es estiércol, excremento de vaca. Intenta aguantarse esa risita burlesca hacia él. No sabe con quién se ha metido, es un completo idiota el haberla ofendido.
No puedo creer que tenga tantas pelotas en decírmelo en la mera cara, ¿qué cara pondrá si le digo que soy la tal Emily? La mujer que acaba de ofender públicamente. Porque viendo lo retrasado que está, aún no se da cuenta que soy mujer, está igual que esta bola de extraños.
–Sí, "majada".
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