¿Qué podría decir aquí? Emily Blake golpeo tan fuerte a Rodrigo, pero tan fuerte que no solamente lo hizo ver las estrellas con ese beso. Lo hizo ver el infierno que había olvidado, un infierno que debió seguir en el fondo de su corazón, ya que ese infierno ha liberado a un demonio.
Hace muchos años, cuando Rodrigo era un inocente y lindo niño. Bueno, no era tan bueno. Era todo un caos, era como esos niños que vez corriendo en las calles como vagabundos en versión chiquita. Era un niño travieso, de "esos", de esos niños que vez en un lugar y después aparecen en otro como arte de magia con su pequeña maldad.
Tenía mucha energía. Cualquier adulto terminaría bajando más de cincos kilos en un sólo día, sólo por alcanzar a este niño malcriado. Tenía una hermosa familia. Todos eran felices. Rodrigo hasta se hartaba, era demasiado amor para este niño de ocho años. Tenía un padre estricto, una madre consentida y una linda hermanita que lo echaba de cabeza cuando se portaba mal. ¿Quién no tiene hermanos así? Lo siento si no tienes, te prestó uno. A veces son insoportables, muerden, te traicionan, te mienten pero aun así siempre están contigo cuando los necesitas y aun cuando para nada los necesitas.
Todo era felicidad, todo era perfecto, nada podía podría arruinar, excepto eso...
Un día Rodrigo se le ocurrió ir con sus amigos a lanzar piedritas a las personas que pasaban por ese camino. Te digo, era todo un diablillo, hacia maldades, hacia travesuras con sus amigos. Es que todos eran mayores, tenía que alcanzarlos, tenía que superarlos aunque fuera el más chiquitito. Para él, seguir a los grandes era igual que un soldado en seguir a su rey, era magnifico.
–¡Jajaja! ¡Miren como se la lanzó a ese tonto que viene ahí!
–No lo va a lograr.
–A ver. Hazlo.
Lo malo fue que ese sujeto no era cualquier tonto, era su padre, y lo peor de todo es que volteó a mirar con horror. Rodrigo salió corriendo.
Su padre dio cuenta de dicha travesura tan desagradable que hacia su hijo. Se avergonzó de esto. No se avergonzó de "ay, mi pobre hijito, ¿qué voy hacer para que sea un buen niñito?". Más bien se avergonzó con furia pensando maldiciones groseras a su hijo malcriado. Así todo furioso, lo persiguió con su caballo salvaje, igual que la historia del jinete sin cabeza. Parecía que humos salían de la boca. Lo alcanzó, tomó la mano de su hijo y se lo llevó montado en el caballo. Ya te imaginas el berrinche que hizo. No quería irse en el caballo, quería seguir divirtiéndose con sus amigos. Su padre no lo escuchaba, no quería escucharlo, estaba totalmente enojado con él. Nunca lo ha educado, para hacer esa clase maldades tan desagradables.
–A partir de hoy te pondrás a estudiar todos los días, tienes prohibido volver a ver a esos niños que dices que son tus amigos.
– ¡No puedes obligarme a estar encerrado aquí! ¡Tengo el derecho de salir a divertirme!
–Ya lo hice. Adiós.
Cerró la puerta sin una gota de lástima a su hijo, le dolió un poco castigarlo de esa manera, pero si le da rienda suelta, terminará convirtiéndose en escoria de la sociedad. Y eso es algo que no quiere para su futuro. Debe convertirse en un hombre hecho y derecho, un buen hombre, un hombre que se respete. Y no un hombre malvado con corazón más podrido que la carroña de los montes caídos.
Sabe que está siendo estricto con él, pero debe serlo aún más, algún día lo entenderá y ese día será cuando se dé cuenta el daño que ha evitado. Rodrigo está furioso por lo que su padre ha hecho. Él aun no entiende las buenas intenciones de su padre, aún no sabe diferenciar el mal y el bien. Aún no está listo para entenderlo. ¿Leer libros y estar encerrado todo el día? Eso sólo lo hacen los niños tontos. Él no es tonto, es bastante inteligente. Rompe todo incluyendo los libros. Más tarde su madre le llevó algo de cenar a su hijo, le llevó sus galletas favoritas. Él se puso feliz.
–Mamá, ¿puedo salir de aquí? Me he portado bien. Mis amigos me invitaron ir a una feria.
Rodrigo hizo una carita de ángel, una carita dulce, la hizo con esos ojos tiernos de cachorro. Quiere escaparse para ver a sus amigos, no le importa manipular a su propia madre. Tiene que ir, les prometió que iba ir a la feria a cualquier costo. Una promesa, es una promesa. Si no lo hace, dejarán de ser sus amigos. Su madre desea sacarlo de ese cuarto, ve deplorable a su propio hijo, y no estaría mal liberarlo, él ya aprendió lo que hizo mal.
Tal vez su esposo no se enoje. Ella decide liberarlo, pero para su mala suerte su esposo se dio cuenta, estaba a fuera de la puerta. Sabía que debía desconfiar de su esposa. Ella tiene demasiado inocente el corazón, para perdonar a cualquier demonio. A veces desearía que su propia esposa se diera cuenta que a las personas malas, no hay que perdonarlas con facilidad. Tienen que aprender que la vida es dura y no es fácil a lo que creen manipular.
– ¿Qué pensabas hacer?
Miró su esposa fríamente.
–Él ya aprendió la lección, es hora que vaya a dormir a su habitación.
–Tiene todo para dormir ahí, no necesita regresar a la habitación.
Rodrigo sale corriendo, sale corriendo para no ser atrapado, pero a su padre no engaña, a ese no le ves la cara de tonto. Rodrigo hizo berrinche, tiene que ir a ver a sus amigos a cualquier costo.
– ¡Mamá, por favor ayúdame!
Hizo la carita más dulce de todo el mundo, se nota que la quiere manipular de nuevo. El dolor de su hijo, hizo que lo defendiera sin dudar. Ya te lo imaginas, todo fue una gran revolución. Sus padres no dejaban de discutir, parecían perros y gatos. Al último termina esta discusión en que Rodrigo vuelve a estar encerrado de nuevo, ignora la palabra de su esposa por ser fácil de influenciar. Si ella fuera dura, no dudaría de ella, pero no lo es y por eso él debe ser más estricto con este niño. Rodrigo mostró los dientes, mostró una furia ante la injusticia que le han hecho.
– ¡Los odio! ¡Deseo que se mueran!
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