Luisa escapó de un matrimonio arreglado, pero su prometido la encontró, la llevó de regreso a Grecia y la obligó a contraer matrimonio, sobre todo, a darle un hijo, porque de lo contrario, la herencia familiar pasaría a manos de fundaciones, y Francesco Nikolauo, no estaba dispuesto a perderla.
En un país que ya no siente suyo, encerrada en las cuatros paredes de una mansión, mientras su abuela está en el calabozo, Luisa le súplica a su cruel esposo, la dejé en libertad, pero él, firme en su posición le propone.
"Libertad a cambio de que seas mía, y me des un hijo".
NovelToon tiene autorización de Miry - C para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 10
Por otra parte, Luisa se encontraba en su habitación, de pronto la puerta se abrió y, Francesco apareció—. Tranquila, solo vengo a ver si necesitas algo —Luisa negó—, si tienes antojos, si te da ganas de comer algo, solo dímelo, iré a buscarte ese antojo a la hora que sea.
Luisa sonrió internamente por la estupidez de Francesco. Apenas llevaba un día de inseminada y, ya creía que podía sentir antojos— No los tengo, señor Nikolauo.
Francesco caminaba por el pasillo de la elegante mansión, sus pasos firmes y cuidadosos mientras llevaba una bandeja con la cena que la empleada había preparado para su esposa.
Luisa, por su parte, recostada en la cama de la habitación, observaba con una mezcla de sorpresa y confusión los inusuales gestos de atención de su esposo. Después de todo, su matrimonio había sido arreglado con el único propósito de recibir la herencia de su abuelo común. No había amor entre ellos, solo un contrato que los unía. Entonces ¿Por qué actuaba así?
Cuando Francesco abrió la puerta de la habitación, se detuvo por un momento, tomando una profunda respiración. Luisa pudo ver la ansiedad reflejada en sus ojos, pero no lograba comprender el motivo de su comportamiento. Después de todo, apenas un día había pasado desde el proceso de inseminación, y aún no sabían si estaba realmente embarazada.
Con cuidado, Francesco entró en la habitación, se acercó a la cama, su mirada fija en ella, y depositó la bandeja con la cena sobre las piernas de Luisa.
—He traído tu cena. La empleada me ha dicho que bajarías a comer después. No quiero que te levantes de la cama, necesitas descansar para que todo salga bien.
Luisa lo miró con cautela, sin saber cómo reaccionar—. Pero, no era necesario, caminar no me hará daño, además, no sabemos si realmente estoy embarazada.
—Lo sé, pero quiero asegurarme de que no hagas ni un esfuerzo, así todo saldrá bien y, pronto tendremos nuestro bebé —apartó la mirada de ella y le recomendó—. Frutas, tiene mucha agua y, es bueno para las embarazadas.
Luisa se quedó en silencio, observando a su esposo con incredulidad. ¿Qué la pasaba a ese hombre?
Mientras Luisa se debatía entre la sorpresa y la confusión, Francesco se movía a su alrededor, acomodando las almohadas para que estuviera más cómoda y asegurándose de que la bandeja estuviera perfectamente colocada sobre sus piernas.
—Come. Necesitas mantener tus fuerzas —dijo Francesco, con una suavidad en su voz que Luisa no había escuchado antes.
—Lo haré cuando se retire.
Francesco se cruzó de brazos y la observó fijamente—. Me iré cuando termines.
—Señor Nikolauo, no le parece que está invadiendo mi espacio.
—Para nada, tú estás en la cama, yo estoy acá —un ápice de ira se reflejó en el rostro de Luisa.
—Vamos, come. O es que comes feo y por eso no quieres que te vea.
—Me es incómodo que esté en mi habitación, señor Nikolauo.
—Pues vete acostumbrando, porque cuando nazca nuestro hijo entraré cada vez que el niño me necesite.
—Bueno, hasta que ese momento llegue, no entre a mi habitación —Luisa se cruzó de hombros—, si no sale, no comeré y su hijo pasará hambre —Francesco rodó los ojos.
—Está bien. Por esta vez ganas, pero acábate todo, porque de lo contrario vengo y te doy de comer en la boca —sin decir más salió, al cerrar la puerta se quedó parado en ella.
—¡Idiota! —rugió Luisa logrando que los oídos de Francesco escucharan, pero este ignoró aquello y terminó de cerrar la puerta haciendo ver a Luisa que aún estaba ahí. Esta se alzó de hombros sin importarle que hubiera escuchado el insulto.
Alessandro yacía profundamente dormido, su cuerpo envuelto en las suaves sábanas de la cama. Los rayos del sol se filtraban a través de las cortinas, iluminando tenuemente la habitación. De pronto, una delicada pluma deslizándose por su espalda le causó una leve cosquilla, y lentamente abrió los ojos.
Al enfocar la vista, Alessandro se encontró con Eliane, su hermosa esposa, sentada a su lado, jugueteando con la pluma sobre su piel. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Eliane al ver a Alessandro despertando.
—Buenos días, mi amor, o más bien buenas tardes —susurró Eliane, acercando la pluma a la mejilla de Alessandro.
Alessandro parpadeó un par de veces, aún aturdido por el sueño— ¿Qué hora es? —preguntó, su voz aún ronca.
—Cerca del mediodía —respondió Eliane, con un brillo travieso en sus ojos—. Parece que alguien necesitaba descansar.
Alessandro se estiró lentamente, sintiendo cómo sus músculos se relajaban—. Debí de haber estado muy cansado para no hacerte el amor al amanecer —admitió, esbozando una sonrisa.
Eliane se inclinó hacia él, sus labios apenas rozando los de Alessandro—. Bueno, ahora que estás despierto, tengo algunas ideas de cómo podemos pasar el resto del día —susurró, con una mirada llena de lujuria.
—Ah, sí ¿Y cómo que cosas? —inquirió inocentemente.
Sin previo aviso, Eliane dejó caer la pluma y se abalanzó sobre Alessandro, cubriendo su rostro con besos apasionados. Alessandro, pronto correspondió con la misma intensidad, envolviéndola entre sus brazos. Cuando ella mordió sus labios, él se quejó. Empezó a hacerle cosquillas.
Rodaron sobre la cama, riendo y besándose como un par de amantes dementes. Las sábanas se enredaban a su alrededor, creando un ambiente íntimo y cálido.
Finalmente, jadeantes y con las mejillas sonrosadas, se detuvieron, Alessandro sobre ella, mirándose a los ojos con una mezcla de deseo. Alessandro acarició suavemente el rostro de Eliane, admirando su belleza.
—Te amo —murmuró, acercándola una vez más para sellar sus labios en un beso lento y profundo. Rápidamente despojaron sus prendas y se fundieron uno al otro. Ya bañados y cambiados, Eliane dijo. Creo que debemos retrasar el viaje.
—¿Por qué? —inquirió consternado— Iba a pedirte lo mismo. Debo viajar a asuntos de trabajo y, tiene que ser esta semana.
—Pues no tengo problema en que se posponga el viaje.
gran historia .muchas felicidades escritora