son amigos de la infancia se quieren como hermanos pero ella siente algo más que una amistad ¿un amor no correspondido por él?
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capitulo 10 la revelación de Axel
El día siguiente transcurrió con calma. Amelia había comenzado su primer día de trabajo en la tienda de ropa, y aunque estaba nerviosa, la emoción de estar tomando sus propios pasos hacia la independencia la llenaba de fuerza. Axel la había dejado allí por la mañana, asegurándose de que se sintiera cómoda antes de marcharse, y ella sabía que siempre podría contar con él.
Cuando regresó a la mansión de Axel esa tarde, después de su jornada de trabajo, se encontró con que la casa estaba vacía. Axel le había dicho que tenía algunos asuntos que atender, así que decidió sentarse en el salón, tomando un momento para relajarse. Las horas pasaron lentamente, y aunque el sol ya comenzaba a ponerse, la sensación de soledad invadió la casa de lujo.
De repente, escuchó el sonido de la puerta principal abriéndose. Axel entró, con el rostro cansado pero también una expresión pensativa que Amelia no pudo evitar notar. Parecía que algo le estaba preocupando, y por un momento, ella se sintió inclinada a preguntarle qué sucedía.
— ¿Todo bien? — preguntó Amelia, observando a Axel que comenzaba a quitarse la chaqueta.
Axel la miró con una sonrisa que no lograba ocultar su cansancio. Se dejó caer en uno de los sillones, y luego la miró fijamente.
— En realidad... no — respondió, suspirando. — Hoy fue un día raro. Mucha gente vino a hablar conmigo sobre cosas que no quiero escuchar.
Amelia se sentó frente a él, notando la tensión en su rostro. No le gustaba ver a Axel de esa manera, siempre tan seguro y en control. Era extraño verlo vulnerable.
— ¿De qué hablas? — preguntó ella, un poco preocupada. — ¿Qué pasó?
Axel miró al frente, como si buscara las palabras correctas para explicar lo que sentía. Era evidente que había algo en su interior que llevaba tiempo guardando, algo que necesitaba decir. Y, por alguna razón, sintió que Amelia era la única persona en quien podía confiar.
— No es fácil ser yo — dijo Axel finalmente, su voz más suave de lo que Amelia había escuchado antes. — La gente cree que soy solo un niño rico, que todo me lo dan, que no tengo preocupaciones. Pero la verdad es que me he criado rodeado de personas que solo se acercan por mi dinero, por mi apellido, por lo que tengo. Nadie ve lo que realmente soy. Nadie ve el miedo, la inseguridad... o la soledad que siento.
Amelia lo miró, sin comprender del todo, pero sabiendo que había algo más profundo detrás de las palabras de Axel. Siempre había visto a Axel como una persona fuerte, alguien que no se dejaba afectar por nada. Pero ahora, al escucharlo hablar así, se daba cuenta de que había mucho más que no conocía.
Axel hizo una pausa, y luego se inclinó hacia adelante, como si estuviera preparando una confesión.
— Cuando era más joven, mi vida era diferente. Mis padres eran distantes, siempre ocupados con sus negocios, y yo quedaba al margen. Siempre esperaron que fuera perfecto, que nunca mostrara debilidad, que fuera el hijo perfecto que todos pudieran admirar. Pero la verdad es que todo eso me terminó aplastando.
Sus ojos se oscurecieron por un momento, y Amelia sintió una punzada en el pecho al ver lo vulnerable que Axel se veía en ese instante. Era un lado de él que nunca había conocido, un lado que no se permitía mostrar a los demás.
— Así que empecé a construir esta fachada — continuó Axel, su voz algo áspera. — Me volví rudo, desagradable, como una especie de muro para que nadie pudiera acercarse. Nadie podría lastimarme si no dejaba que se me acercaran, ¿cierto? Empecé a comportarme como un "maliante", porque así es como todo el mundo me veía. Pero en el fondo, todo eso solo era una máscara. Yo solo quería que alguien me viera por lo que realmente era, sin juzgarme por mi dinero o mi apellido. Quería que alguien me aceptara, que me quisiera por lo que soy, no por lo que tengo.
Amelia lo miró con los ojos muy abiertos. No podía creer lo que estaba escuchando. Axel, el chico que siempre había visto como imparable y seguro, en realidad llevaba una vida marcada por la soledad y el miedo a ser juzgado por su estatus.
— ¿Y por qué nunca me lo habías dicho? — preguntó Amelia, con una mezcla de sorpresa y tristeza.
Axel la miró fijamente, como si estuviera evaluando sus propias palabras. Su rostro estaba algo tenso, pero había una suavidad en sus ojos que le dio la respuesta que buscaba.
— Porque nunca dejé que nadie se acercara demasiado. Nadie más. Pero... — Axel hizo una pausa, mirando sus propias manos, como si esas palabras fueran las más difíciles que había dicho en su vida. — Tú, Amelia, eres la única persona que me ha hecho cuestionar todo eso. Eres la única que ha conseguido romper mi fachada.
Amelia sintió que el aire se le escapaba del pecho. No sabía qué decir. Estaba impresionada por la sinceridad de Axel, por la forma en que se había abierto a ella, por la vulnerabilidad que había mostrado. Por primera vez, veía a Axel como un ser humano real, no como el chico rico y rebelde que todos pensaban que era.
— No sé qué decir... — murmuró Amelia, bajando la mirada. — No sabía que te sentías así.
Axel sonrió, pero era una sonrisa melancólica, una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
— Tampoco yo lo sabía, hasta que te conocí. — Axel se acercó a ella, y aunque no dijo una palabra, la miró fijamente a los ojos, como si estuviera esperando una respuesta.
Amelia sintió un nudo en el estómago, pero no pudo apartar la mirada. Había algo en él que la hacía sentirse conectada de una manera que no podía explicar. Había sido un proceso lento, pero ahora entendía por qué Axel había sido tan protector con ella, tan rudo y distante. Todo lo que había hecho había sido una forma de defenderse del mundo.
— No tienes que hacerlo todo solo, Axel — dijo Amelia, casi en un susurro. — No tienes que seguir construyendo muros. Yo estoy aquí, y no me voy a ir.
Axel la miró, como si esas palabras fueran la única verdad que había escuchado en mucho tiempo. La expresión de su rostro cambió, y por primera vez en mucho tiempo, parecía estar en paz consigo mismo.
— Gracias, Amelia — murmuró, su voz suave y sincera. — En serio.
Un silencio cómodo llenó el espacio entre ellos, pero esta vez no era incómodo ni tenso. Amelia sabía que Axel estaba pasando por algo profundo, algo que tal vez tomaría tiempo sanar, pero también sabía que él ya había comenzado a cambiar, a abrirse.
Poco a poco, sus corazones se iban acercando, y aunque ninguno de los dos lo dijera en voz alta, ambos sabían que algo había comenzado entre ellos, algo que era más grande que cualquier barrera que Axel hubiera construido en su vida.