Ji Eun había reencarnado en su novela bl favorita, en un personaje lamentable que apenas logra reconocerlo ¿Morirá como una simple extra? Odia la idea de tan solo pensarlo. Al saber la cura del príncipe heredero decidió mejor pedir disculpas después al protagonista con tal de poder proteger su vida.
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10 - ¡PAPÁ, NO VAYAS A HACER UNA LOCURA!
Roxana instintivamente se escondió detrás de su padre al momento en que llegó.
“¿Quién eres?” Cuestionó el archiduque con dureza y frialdad. Él era consciente de su rango, no había quien pudiera desafiarlo.
“Disculpe, no me presente al ver a su excelencia. Soy Etténi L' Blóng”. Hizo una reverencia, Gian todavía no se sentía convencido, pero al sentir el aroma de Etténi se tranquilizó, era omega. No había peligro de que le quitase a su hija.
“Fue mi compañero en la academia”. Le susurró en el oído Roxana, haciendo reír a Etténi qué había escuchado lo que estaba diciendo. La pelinegra había despertado aún más su curiosidad, parecía divertida.
Los ojos del archiduque no perdieron de vista las expresiones de Etténi, al momento de que se rio lo estaba casi matando con solo la mirada.
“Si me disculpa, debo irme. Como puede ver ya es tarde y quiero cenar con mi hija”. Etténi asintió y Gian tomó de la mano a Roxana, llevándola casi a arrastrada.
“¡Cuídate, Etténi!” Le gritó sonriendo, el peliblanco no pudo evitar sonreír ampliamente al ver la sonrisa de Roxana, era hermosa. Parecía un lirio entre rosas.
“No es necesario que le hables, tenemos más poder y dinero que toda su generación junta”. El comentario de su padre hizo reír a Roxana, quien solo negaba.
“No se ve mal chico, no tienes de que preocuparte. Viviré con papá y seré una holgazana toda mi vida”. En la mente del archiduque no sonaba tan mal.
“¡Ya vi esa expresión! No puedes mantenerme de por vida, papá. Debo ser una adulta independiente y digna de nuestra familia”. El archiduque le ayudó a subir el carruaje a Roxana.
“Solamente no quiero que te esfuerces demasiado, hagas lo que hagas serás mi única hija y sucesora”. Roxana negó.
“Solo quiero hacerte sentir orgulloso”. Las palabras de su hija conmovieron de sobre manera el corazón de Gian, no pudo evitar sonreír. El mal humor se le había ido al instante, sin duda esa niña era su remedio.
“No me quedará más remedio que apoyarte hasta mi muerte”. Roxana le sonrió, se sentía tan tranquila con su padre.
“Duerme durante el camino, te despertaré en el momento que lleguemos a casa. Hoy fue tu primer día, debes estar cansada” El archiduque era tan comprensivo con ella, solamente por eso soportaría más tiempo estar al lado del príncipe. No podría huir dejando a su padre a la deriva, se había encariñado con él.
Los ojos de Roxana se iban cerrando, lo último que sintió fue un beso en su frente. Probablemente, fue el archiduque, de verdad estaba agotada y no se había dado cuenta.
Al momento de llegar al archiducado, Gian se había arrepentido de haberle dicho a Roxana qué la iba a despertar. Se miraba muy cómoda arrecostada en su hombro, espero media hora a que se levantará.
“¿Ya llegamos?”. La pelinegra talló sus ojos.
“Sí, apenas”. Mintió y la ayudó a bajarse del carruaje.
“Muero de hambre”. Frotó su estómago y Gian río.
Los sirvientes le ayudaron con sus abrigos y entraron a la mansión.
“Todo se ve delicioso”. El chef que se encontraba parado al lado suspiró aliviado, el archiduque los había amenazado que debía todo salir bien y ajustarse al paladar de su hija. Debido al cambio de Roxana fue difícil elegir los alimentos adecuados, pero parecía haber podido acertar.
“Come lo que quieras” Ella asintió sirviéndose pollo, verduras y un guiso. Estaba delicioso, luego de unos minutos el archiduque no había comido, pero la miraba fijamente.
“¿Qué pasa, papá?” Preguntó Roxana para después tomar agua.
“Nada”. El archiduque se sintió tímido al ser atrapado, se empezó a servir comida.
“No me has comentado cómo te fue en el palacio”. Gian le quería hacer esa pregunta a Roxana desde que estaban en el carruaje pero no deseaba agobiarla.
“Quiere que me vaya a vivir al...”. Roxana se calló así misma tapándose la boca, no debía haberle dicho. No estaba equivocada, al ver la expresión de ira de su padre.
“¿Quién quiere qué? ¿Fue el incompetente del príncipe heredero o del emperador?”. El archiduque era el único que atrevería a hablar así de la familia imperial, la rabia estaba atrevesando sus venas. Se levantó de la mesa, seguro ese idiota quería enamorar a su preciosa hija ¡No lo permitiría!