Corazón De Piedra

...LILIAM:...

— Hago lo que sea para defender a mis hermanas.

— De eso no tengo duda — Dijo mientras me evaluaba con intensidad — ¿ Cuántos años tiene ?

Me quedé pensativa ¿ Para qué rayos quería saber eso ?

— Veinte, soy la mayor de mis hermanas — Murmuré y alzó sus cejas.

— Pensé que tenía menos, parece una adolescente.

Sabía muy bien que el rey tenía casi cuarenta. Había heredado el trono cuando yo era tan pequeña para recordarlo. Aunque se conservaba muy bien, no es que fuera un anciano. Yo no conocía otro reinado que el de Evans, jamás me imaginé estar frente al rey, no pensaba en conocerlo y ahora estaba cenando con él.

— No soy una adolescente.

— Lo parece, solo una adolescente se comporta como usted lo hace... Sus hermanas son completamente diferentes, femeninas y educadas ¿ A caso a su padre no le alcanzó la fortuna de mi padre para educarla a usted? — Preguntó mientras se inclinaba sobre la mesa — ¿ O es qué no era la preferida?

Puse los ojos en blanco.

— Mi padre nos dió la libertad de elegir oficios y pasatiempos que nos gustaban... Todss fuimos educadas por mi padre pero cada quien se dedicó a lo que mejor le parecía — Me encogí de hombros.

Se tocó la barbilla.

— ¿ Así qué no es analfabeta? — Preguntó de una forma que me pareció un insulto, él mantenía ese tono arrogante y despectivo.

— Por supuesto que no, sé leer aunque no es mi actividad favorita... También se de etiqueta, excepto usar zapatillas, pero como le dije, me considero con la suficiente libertad para comer con las manos si quiero... Mi padre jamás hizo lo que usted está haciendo, jamás me impuso llevar vestidos, ni usar maquillaje, ni esas molestas zapatillas, él dejó que yo eligiera.

Se quedó con el ceño fruncido como si no aceptara mis palabras.

— Eso es muy moderno para lo que estamos acostumbrados, ningún padre dejaría que sus hijas eligieran lo que mejor les parezca, el Señor Cuper es bastante liberal en ese punto ¿ Qué hay del matrimonio? Usted ya debería estar casada.

Negué con la cabeza y me quedé callada. Me evaluó detenidamente.

— ¿ Por qué usted quiere hurgar en mi vida ? — Pregunté.

— ¿ A caso prefiere a las mujeres? — Preguntó insinuante, fruncí el ceño, eso era ridículo.

— Claro que no — Otra ofensa y me levanto de la mesa, pensé en mi mente.

— Es solo una simple pregunta, no debe ofenderse, la verdad es que su forma de ser, su forma de vestir me indicaban que usted poseía otro tipo de gustos.

Solté un chasquido — Eso no quiere decir que yo prefiera a las mujeres, tal vez sea por eso que nunca tuve un pretendiente...

Me callé y suspiré pesadamente. No podía notar que mi debilidad a sido el desprecio por como soy.

El rey se quedó sopesando mis palabras.

— ¿ Qué hay de sus hermanas ? — Preguntó.

— Ellas fueron más afortunadas en ese punto, pero cuando mi padre cayó en banca rota todos desaparecieron — Dije tensa.

— Físicamente también son diferentes, hay una rubia, una pelirroja, usted, morena y su padre es un hombre del piel oscura — Murmuro, ya estaba harta de su curiosidad.

— Somos adoptadas, mis padres no podían tener hijos así que acudieron al orfanato de Urla — Dije mientras observaba mi regazo — Así que no tenemos idea de quiénes son nuestros padres.

— Entiendo... Yo...

Comenzó a decir pero alguien entró al comedor con ínfulas de dueño. La expresión del rey fue de molestia cuando un joven de cabello castaño que le llegaba a los hombros y liso, se paseó por el comedor.

Se acercó sonriente, llevaba una túnica color crema con botas marrón pulidas. Era alto y semi fornido pero no más que el rey.

El rey ni siquiera se molestó en levantarse, ni en saludar cuando el hombre se detuvo al pie de la mesa.

— Hermano ¿ Cuándo llegaste ? ¿ Perdiste la cortesía cuando estabas de viaje ? — Preguntó burlón, él era el Príncipe Eidan, le dió una palmada en el hombro e hizo una reverencia burlona al ver la expresión de irritación del rey — Majestad, disculpe, se me olvidaba que debo rendirle pleitesía a pesar de ser mi hermano.

El rey se levantó — ¿ Qué rayos haces aquí? Sabes muy bien que no me gustan las interrupciones cuando estoy en mi hora de comer — Gruñó el rey mientras se limpiaba la zona donde le había tocado el príncipe, tratando a su hermano como si fuese un mendigo, al parecer le daba el mismo trato a todos por igual.

— Mi hermano el cascarrabias.... Nadie te va soportar si sigues así — Dijo mientras ponía los ojos en blanco — Vine a darte la bienvenida, quería saber cómo te fué en la persecución, supongo que hubo más muerte que pagos en piezas.

— Tus ironías te las guardas.

El príncipe soltó una risa sarcástica y notó mi presencia. Me observó con curiosidad y picardía, efecto que sucedía por primera vez en un hombre al verme. Sus ojos eran verdes, era guapo y de rasgos cálidos, no como los rasgos felinos de su hermano. Ellos tampoco tenían parecido físico y dudo mucho que tampoco de personalidad, eran el día y la noche, completamente diferentes.

— Hola — Dijo y avanzó hacia mí, se apoyó al borde de la mesa, dándole la espalda a su hermano e impidiendo su visión al propósito.

— Hola — Dije y mi rostro se calentó.

— ¿ Quién eres ? preciosa, No te había visto en el palacio — Dijo mientras me daba una mirada seductora, me giré a ver sino había una mujer detrás de mí, no creí que me hablara a mí.

Tragué con fuerza.

— Soy Liliam Cuper — Dije y me tomó la mano, me tensé cuando acercó mi mano a su boca y me besó el dorso, me dió escalofríos, retiré la mano rápidamente.

— Es un placer, Soy Eidan Asgarria, el príncipe y hermano menor del canalla que comporte mesa contigo, pero... ¿ Qué título tienes ? — Preguntó curioso.

El rey se acercó rápidamente y tomó al príncipe del brazo, obligando a alejarse de la mesa y de mí.

— Es mi prometida, así que no pretendas cortejarla con tus artimañas — Gruñe mientras le soltaba con expresión asesina, me pareció demasiado real su actuación.

El príncipe se tornó erguido y lo observó incrédulo.

— No puedo creerlo, ¿ Tú? ¿ Comprometido ? ¿ Cuándo ? ¿ Cómo? ¿ Dónde? — Me observó a mí como asimilando. Sentí ganas de reír pero me quedé callada.

— Conformate con saber que sí, ella es mi prometida — Cortó con la paciencia agotada.

El príncipe soltó una carcajada de felicidad.

— Esto es increíble, mi hermano a decidido dejar su vida de soltero y libertino empedernido — Dijo mientras apoyaba un brazo del hombro de su hermano.

El rey retiró el brazo de su hermano e impuso distancia.

— No tienes dignidad para decir eso, ya me pusieron al tanto de tus escapadas a la ciudad para andar de bar en bar y de fiesta en fiesta.

Eidan resopló y luego se observó las uñas.

— Son lujos que me puedo permitir, no tengo un reinado bajo mi cargo.

— Aún así tienes obligaciones aquí, deja de ser un inmaduro y cumple con tu deber — Ordenó el rey y su hermano apretó la boca en una línea — Ahora deja que termine la cena con mi futura esposa.

Ay, no quiero seguir conversando con él.

Aproveché la interrupción para escapar, me levanté y ambas me observaron, me aparté de la silla pero recordé que no tenía zapatillas, ambos hombres observaron mis pies cubiertos por las medias de ceda. Me sonrojé y me agaché rápidamente, arrodillándome, me metí bajo la mesa para buscar mis zapatillas.

Las encontré y volví a salir. Me las coloqué frente a ellos. El rey me observó con indignación pero el príncipe parecía divertirse con mi comportamiento.

— Disculpen pero tengo sueño, así que me retiro a la habitación — Dije lo más cordial que pude como sino acabara de hacer algo impropio.

El príncipe sonrió y dio una reverencia ¡ El príncipe me dió una reverencia!

— Un gusto conocerte, Lady Liliam.

Le devolví la reverencia sin tomarme la molestia de corregirlo.

— Buenas noches — Dijo el rey en un tono seco, ni me observó.

— Buenas noches — Gruño.

Caminé torpemente, alejándome pero sintiendo sus miradas hasta que salí del comedor.

Adelaida ya estaba afuera para llevarme de vuelta y ayudarme con el vestido y el corsé.

Así que volvimos a la habitación, sacó un blusón de tela fina del armario y me lo coloqué. Cuando me acosté me siento perdida, cerré mis ojos deseando despertar en casa, en mi cama pequeña y no en esa enorme habitación desconocida.