Marta trabaja en un rincón oscuro de la oficina, porque no quiere ser vista. Pero el Presidente Joel del Castillo decide sacarla a la luz, como su mujer.
El es un playboy y ella un ratón de biblioteca. Ninguno de los dos cree en el amor, pero por cuestiones prácticas el necesita esposa y ella... ella no necesita nada de él, ¡pero no consigue quitárselo de encima!
Y así, entre tiras y aflojas, se pasan la vida. Es de suponer que es la clásica historia en la que terminarán juntos pero... ¿y si no?
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Un pacto
Capítulo 10
Marta se fue al invernadero y se sentó allí en el suelo, entre las rosas, inundada por el aroma floral y el olor a tierra húmeda. Ese espacio la reconfortaba. Se quedó allí por no saber cuánto tiempo. No sabía que debía hacer ahora. Marcharse, desde luego, pero a dónde podía ir era el asunto. Si antes la buscaban ahora sería mucho peor. No podría pisar la calle, ni su casa, ni la empresa, ni visitar a sus amigas. Esta sensación de estar prisionera empezaba a ser agobiante.
¿En qué momento pasó de ser una mujer completamente libre a estar encerrada para evitar el acoso de mucha gente?. ¿Podía probar a salir y enfrentar a la prensa?. Eso también lo había pensado. Pero, ¿y si le daba un ataque de pánico?. Ya le pasó una vez, justo cuando fue acosada por todos los amigos de su ex e incluso por un montón de desconocidos, solo porque el infiel, la denigró y se inventó un montón de patrañas, que casi todo el mundo creyó sin cuestionarlo. Claro, ¿quién iba a cuestionar al chico más popular de la escuela?. Y además David, su exnovio, era alguien que tenía dinero e influencia y a quien nadie se atrevería a enfrentar.
El carácter tímido y reservado de Marta, no ayudaba. No le granjeaban las simpatías de nadie y en todo el tiempo que estuvo en esa universidad, se dedicó a estudiar y no a sostener relaciones amistosas, por tanto, no tuvo a nadie que hablara por ella. Y aunque hubiera querido tener más carácter y defenderse a sí misma, no pudo hacerlo. No conseguía superar su apocamiento, máxime cuando incluso los docentes y la dirección del centro, se hicieron partícipes del acoso por parte de aquel tipo.
¡Ojalá se pudriera en las entrañas del infierno, él y toda su jauría de desalmados amigos!. Cuando decidió marcharse a otra universidad lo hizo porque después de aguantar bullying sistemáticamente, resistiendo a pesar de la injusticia pues creía que no tenía por qué irse, solo porque había terminado la relación con alguien que la traicionaba, fue atacada gravemente.
Un día la rodearon entre un montón de chicos y empezaron a empujarla y toquetearla, jalando de su ropa para arrancársela y avergonzarla en público. Nadie absolutamente hizo nada frente a esa agresión abusiva. Ella lloraba y gritaba para que la dejaran en paz, pero los hombres cada vez se acercaban más y la apretaban entre ellos. Hasta que empezó a sentir como le faltaba el aire y con ojos desorbitados sintió que perdía la consciencia y caía al suelo golpeándose la cabeza fuertemente.
Solamente entonces se marcharon dejándola allí en un charco de sangre. Nadie la atendió hasta que pasó un señor de edad que venía de visita y fue el único que se apiadó de la muchacha desmayada y que sangraba sobre el piso. El caritativo hombre miraba asombrado a toda la gente que pasaba curioseando, pero sin intención de ayudar y sintió asco por todos ellos. Se imaginó lo que pasaba y el porqué de que nadie se acercaba a aquella criatura que estaba herida de gravedad.
Llamó a una ambulancia y luego se permitió la licencia de coger su identificación y su móvil del bolso. Con la identificación ayudó a completar su ingreso y con el móvil se puso en contacto con su familia. Esa fue la primera vez que sus padres se enteraron de lo que estaba sufriendo su hija por culpa de aquel depravado.
Quisieron presentar una denuncia contra el centro por negligencia y contra los acosadores para que pagaran, pero fue poco menos que imposible, debido al poder económico de los padres de David Torres del Olmo. Su familia, de rancio abolengo, y que permitía todos los desmanes que su amadísimo vástago cometía, encubriéndolo y sacándole siempre las castañas del fuego, eran totalmente responsables de las actitudes del hijo. Marta no quiso luchar contra los molinos de viento y tampoco quería perder más energía, tiempo y dolor alargando esta situación.
Habló con sus padres para que la ayudaran a mudarse de ciudad y de universidad y simplemente desapareció. Al parecer David estuvo intentando verla y fue varias veces al centro médico, más sus padres le impidieron acercarse y no la dejaron sola en ningún momento. Incluso se plantearon moverla a otra clínica, pero antes de eso el médico le dio el alta. Cuando salió del hospital ni siquiera volvió por aquel sitio.
Se había desmayado debido a un ataque de pánico y no fue la única vez que le sucedió, aunque esa primera fue la peor, pues realmente creyó que se estaba muriendo, ahogándose por falta de aire. Así funcionan los ataques de ansiedad y pánico. Tardó mucho tiempo en recuperarse con ayuda de un psicólogo y terapia. Ahora ya no le pasaba con frecuencia, solo que a veces como en este momento sentía que estaba a punto de repetirse. Empezó a poner en práctica los ejercicios que ya sabía para dominarse antes de que fuera a más.
Allí en la quietud, empezó a nombrar las rosas que veía, enfocándose en una cada vez, describiendo los colores y la forma de los pétalos y las necesidades de riego de cada una. De esa manera conseguía sacar a su cerebro de ese estado de “dejarse llevar” tan peligroso para ella. Si lo permitía, terminaría en el hospital una vez más, engañada por su mente y creyendo que realmente no entraba aire a sus pulmones ni era capaz de respirar, y su cuerpo entraría en shock. No quería eso, ya no más.
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Joel entró buscándola, primero en la planta baja, luego en su habitación y finalmente acudió a la cocina por si alguien del servicio la había visto. Así fue que se enteró de que lo había visto en la rueda de prensa. Eso complicaba un poco las cosas pues hubiera preferido decirle todo de primera mano. Pero ya estaba hecho. Le explicaría el porqué de su lógica y esperaba que no lo tomara demasiado a mal.
En eso estaba cuando la vio entrar desde el jardín. Debió imaginar que el primer sitio en que se escondería sería el invernadero sin duda. Lo miró un poco inexpresiva y muy seria. Bueno, eso pintaba bien. Al menos no estaba cabreada nivel dios y quizá estaba dispuesta a escuchar antes de nada.
-¿Por qué hiciste eso?
-¿Nos sentamos primero?. Te explicaré todo y luego me dices que piensas
Fueron hasta los grandes sillones de la sala y como si hubieran estado sincronizados, aparecieron dos sirvientes, con zumo, infusiones y algunos bocadillos de merienda.
-Mi departamento de marketing lleva días buscando la mejor solución para esto. Han intentado de todo, desde soltar contra noticias para desviar la atención de la nuestra, hasta comprar a los periódicos para borrar las publicaciones pero fue imposible. Parece que somos una de las parejas favoritas de los internautas y cualquier estrategia ideada se topaba con la popularidad inesperada de este escándalo en el que nos hemos visto envueltos.
Él se detuvo en la explicación y se recostó contra el sillón suspirando un poco. Se le notaba cansado. Se pasó las manos por la cara y continuó contándole.
-Luego me propusieron negarlo todo, pero me pareció realmente estúpido porque nuestras fotos son… ¿Cómo decirlo?. - pienso durante un momento. - El encuadre es tan perfecto que nos captaron en un momento de pasión desatada y nuestras caras lo dicen todo. Se nos ve comiéndonos la boca como si no hubiera un mañana. Ni mi madre me creyó cuando le dije que había sido un malentendido - levantó los brazos frustrado.
-¿Tu madre? ¿Tu madre? ¿Te llamó? - Marta saltó del sillón y se puso en pie, mostrando sus nervios. Hasta ahora no había pensado en los familiares de él ni en los suyos propios. ¿Sus papás también habían visto esa foto?. Se cubrió la cara llena de horror y deseando la muerte. Quizá la habían llamado, pero ella ni siquiera tenía el teléfono encendido porque Joel le contó que ya tenían su número localizado.
No creyó en que debía llamarlos y explicarles. Tampoco se había dado cuenta de que eran tan populares y lo lejos que llegaría el asunto. Ella no veía la televisión ni las noticias de internet y estos días en casa de Joel se había aislado completamente. Para ella vivir en su propio mundo era normal. Se dejó caer sobre el sillón de nuevo, con la cabeza gacha y totalmente devastada. Todo era peor de lo que ella había pensado. Esos días ahí, se había evadido de la realidad, esperando tontamente que todo se arreglara sin más.
-Si, mi madre. Imagínate… no nos creería nadie si negamos la situación. Entonces se me ocurrió que, ya que no se puede evitar, que digan que estamos juntos. Era la mejor opción para recuperar tu reputación y la mía. Por eso he dicho que eres mi mujer y no permitiré que nadie te humille, te critique o te trate como a una cualquiera. - aseveró.
-Pero no entiendo Joel, que hay en esas fotos? Si ni siquiera te respondí al beso, no entiendo nada
-Te las enseño ahora mismo, Marta. Mira aquí - La chica se sentó a su lado en el sillón para ver las imágenes publicadas.
Corriendo por todo internet, había más de una docena de fotos donde se les veía como una pareja, acaramelados, en éxtasis, y para decir la verdad ella tenía cara de estar disfrutando plenamente, aunque no recordara que hubiera sido así. En las fotos el hombre, mucho más alto y fuerte que ella, la apretaba contra su pecho, como si fuera una linda muñequita, y hacía de todo con su boca y con sus labios.
Ella, que en aquel momento se sujetó de él para no caer al suelo, aparentemente estaba respondiendo amorosamente a los besos de su supuesto amante y ahora prometido, complaciente y enamorada. No sabía cómo se podía tergiversar una imagen a tal punto, pero así era y así estaban las cosas. Era innegable que se estaban besando en la puerta de su casa como amantes enamorados.
-¿Entiendes ahora? - preguntó él. Ella dijo sí con la cabeza. No había manera de salir de eso. Así que entendió perfectamente la lógica de su estrategia. Si no puedes con el enemigo, únete a él. Al menos su reputación no sería socavada y además con él protegiéndola nadie se atrevería a decirle una palabra más alta que la otra o tratarla mal.
-Bueno entiendo por qué hiciste lo que hiciste. ¿Cuál es el siguiente paso?
-Claramente, seremos pareja hasta que podamos terminar el compromiso sin levantar sospechas de esta farsa. Para ese entonces haremos las cosas discretamente y ninguno de los dos se verá perjudicado
-Si es lo que hay que hacer, hagámoslo
-Además, a mí me viene de perilla el asunto porque mi madre me dejará en paz de una buena vez con su loca búsqueda de prometidas insoportables. ¿Tenemos un acuerdo entonces?
Ella aún dudó un poco. Pero estiró la mano hacia él para sellar el pacto. No podían hacer otra cosa en este momento así que tendrían que manejar las cosas como pudieran con lo que tenían. Eso la hizo sonreír. Eso se llamaba ergonomía del trabajo.
-Tenemos un acuerdo