Richard Ford, el Ceo de Industrias Ford, es un hombre acostumbrado a tener el control, nadie le dice que no, pero todo cambió cuando aquella pelirroja de ojos azules se atravesó en su camino robando una de sus pertenencia y aunque la ha buscado por cielo y tierra para castigar su insolencia, su paradero es todo un enigma. Lo que desconoce Richard, es que será ella quien toque a su puerta en busca de un empleo, luego de eso podrá recuperar el sueño, o tal vez esta vez le roben algo más valioso... su corazón.
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Maratón 3.
...Pov. Richard....
— ¿Pero quién se cree?, esto le va a salir más caro de lo que piensa, no existe la persona que se atreva a golpearme y salir ilesa, no sé por qué rayos no le he enviado a una maldita cárcel por ladrona, pero, por otro lado, no sé que pensar, fácilmente pudo sacar provecho de mi oferta y aun así no lo hizo.
— ¿Quieres que te responda o son preguntas retóricas? — Pregunta Larry con la boca llena de no sé que fritura y quién como es costumbre irrumpió hace poco en mi oficina.
— Procura no hablar con la boca llena, sabes lo mucho que me irrita.
— Mmm últimamente todo te irrita. Yo en tu lugar mandaba a volar a esa palomita, no entiendo tu afán de darte mala vida por una mujer que no te hace el más mínimo caso.
— En eso te equivocas, anoche lo comprobé.
— ¿Cuándo? ¿Antes o después de la cachetada? jajajajaja como me hubiese gustado verlo.
— Lárgate de aquí. — Espeto molesto.
— Eso no se va a poder, he decidido tomarme unos días de vacaciones y necesito que hagas lo mismo, por lo menos este fin de semana completo, nos vamos mañana viernes y volvemos el domingo en la noche, ya verás las muñecas preciosas que van a ir a la cabaña de...
— Ni pensarlo, no es una opción en este momento, tengo asuntos inaplazables.
— Claro, asuntos con cabello rojo.
...Pov Chanel....
— Hija, ¿pensé que te habías ido a trabajar?
— No, me dieron el día libre en compensación por las horas extras que he realizado. — Sé que prometí no volver a mentir a mi madre, ¿pero qué puedo hacer? Generarle estrés no es una opción.
— Que lindo y comprensivo es tu jefe, me cae bien, deberías invitarlo a cenar para agradecer lo gentil que es contigo.
— Seguro mamita, más adelante lo haré, hoy se haría cargo de asuntos personales. — Le ofrezco una sonrisa fingida, mientras solo pienso en que veneno no dejaría rastros.
El día de hoy decido pasarlo con mi madre, solo trabajé una semana y creo que lo que me paguen solo servirá, para pagar a mi amiga Raiza lo que me presto para movilizarme y comprar algo de ropa.
El día transcurre y trato de disfrutar el tiempo con mi madre, vemos películas, jugamos ajedrez y preparo su cena favorita, mientras servimos la cena suena el timbre.
— Yo abro le digo a mamá quien está concentrada en preparar un jugo de lulo.
— Ve, yo termino de servir.
Rápidamente, voy a la puerta sin quitarme siquiera el delantal. Al abrir me encuentro con la última persona que esperaba ver.
— No sé qué quiere, pero será mejor que se marche, ayer quedó todo claro entre usted y yo.
— No entiendo como puede ser así, cuando actuó como una chiquilla histérica y huyo de mí como si fuese la peste...
— ¡Chanel, cariño! ¡¿Quién es?!
— ¡No es nadie mamita! — Cierro un poco la puerta, esperando que no lo haya visto.
— ¿Cómo que no es nadie? — Pregunta acercándose mi madre.
— Por favor márchese ahora. — Le pido en un susurro; no quiero que mi madre se entere de que le mentí respecto a mi trabajo. Contrario a eso en un rápido movimiento abre por completo la puerta.
— Buenas noches. — Saluda con una amplia sonrisa a mamá.
— Buenas noches. — Contesta ella igual de sonriente, como si acabara de ver a su actor favorito.
— Hija, has pasar a tu jefe, no seas descortés.
— Tiene que irse mamita, eso me estaba comentan...
— De hecho me encantaría conocer a su mamá, ya que por lo visto ella me distingue.
— ¿Cómo no hacerlo? Lo he visto en las revistas. — Él vuelve a sonreír. — Chanel, pon un puesto más en la mesa.
— Mamá, el señor Richard, está acostumbrado a otro tipo de comidas. — Le abro los ojos para que entienda y se largue de una vez sin que mi madre se dé cuenta.
— Que poco me conoce Chanel, me encanta la comida casera y el olor es exquisito, si no es molestia me encantaría acompañarlas.
— Oh hija, este hombre es un encanto. — Por Dios, mamá parece una adolescente embelesada.
— Está bien, ya vuelvo. — Lamentablemente me toca aparentar amabilidad cuando lo unico que me provoca es sacarlo a los golpes.
— Ve cariño, estoy algo agotada, te esperaré en la mesa. — Al escucharla se encienden mis alarmas.
— ¿Estás bien? ¿Quieres que llame al doctor?
— No, no es necesario. — Sonríe amablemente, lo cual me tranquiliza.
— Vaya tranquila, yo me quedo con ella.
— ¡No! — Se apresura a decir mi madre. — Ayúdela a traer lo que falta para la cena, estoy bien, el cansancio es normal en mi estado.
Camino rápidamente a la cocina tratando de mantener la distancia. Una vez entro, procedo a servir otro plato lo antes posible.
— Chanel...
— ¡¿Qué, qué quiere?! ¡¿A qué viene?! ¡¿Se divierte?! ¡Estoy cansada, cansada de usted, cansada de lo que me rodea, cansada de toda esta mierda! así que le voy a agradecer que encuanto termine toda esta farsa se largue y no vuelva nunca más! — Me sorprendo cuando me toma firmemente del brazo, aún cuando la fuerza que ejerce no es la suficiente para hacerme daño.
— Me golpeo, eso es algo que no voy a olvidar, así que me debe una compensación. — Sin previo aviso une sus labios a los míos. No le respondo, lo alejo haciendo uso de todas mis fuerzas y tal como la noche anterior vuelvo a dejar caer mi mano sobre su rostro, el me mira con rabia. — Vuelve a quedar en deuda. — Réplica y una vez más me vuelve a besar, esta vez sostiene mis puños llevándolos hacia mi espalda baja mientras atrae mi cuerpo al suyo, sé que no lo esperaba, pero esta vez respondo a sus exigencias, mis labios se mueven al compás de los suyos, su lengua arremete contra la mía y juntas danzan, saborea cada espacio de mi cavidad bucal y yo permito que haga lo que desea, su beso se suaviza, muerde levemente mi labio inferior y luego pasa su lengua sobre el mismo y no puedo negar qué, no sé que me sucede con este desgraciado, pero no le voy a dar el gusto de que piense que soy su juguete, suelta mis manos mientras sus labios acarician los míos y pasa a sostener mi rostro.
— ¿Ya termino? ¿Considera que ha cobrado su deuda y puede dejarme en paz? — Me separo, me quito el delantal, tomo lo que había servido y salgo hacia la mesa dejándolo con la palabra en la boca. — He cancelado, mi mamá no sabe que ya no trabajo para usted.