Hasta Que Mi Marido Nos Separe

—Emilia, amor, ya llegué—Estaba a penas terminando de vestirme para ir al trabajo esta mañana, cuando escuché la voz de Jackson.

Juro que traté de poner mi mejor cuando lo vi, pero es que de tan solo ver su rostro , la imagen de él y su secretaria regresa a mi mente.

—Te extrañé, cariño— Dijo acercándose tratando de dejar un beso en mis labios que esquivé el cual terminó por dejarlo en mi mejilla. —Lo sé, sigues enojada— Me sorprende que lo reconozca. —Pero traje algo para ti. Sé que no compensa nada de lo que te he hecho pasar, pero espero que sirva como una muestra de mi arrepentimiento.

Colocó su maletín sobre la cama, lo abrió y sacó de el una pequeña caja aterciopelada en color negro que procedió a darme.

—Esto no era necesario, Jackson— Sobre todo porque no deseo recibir absolutamente nada que venga de ti.

—Es solo un pequeño detalle, cariño. Por favor no lo rechaces.

No necesitaba comenzar mi mañana con una pelea con él, así que decidí abrir la caja y una pulsera de plata con brillantes incrustados quedó a mi vista.

—Esto es demasiado— ¿De dónde habrá sacado el dinero? —No puedo aceptarla— Jackson y yo, no es que vivamos mal, nuestros respectivos trabajos nos han ayudado a llevar una vida relativamente cómoda, pero siempre procuramos no hacer gastos innecesarios.

—Cariño, estuve ahorrando por mucho tiempo para poder dártela. Iba hacerlo en dos meses para nuestro aniversario, pero dadas las circunstancias, tuve que adelantarme.

—Gracias— Le dije colocando la caja sobre la cama. —Tengo que irme ya al trabajo.

—¿No te la vas a poner?

—No creo que sea conveniente usarla para el trabajo. Mejor la guardaré para alguna ocasión especial.

—Nuestra vida juntos siempre es una ocasión especial— Tomó la pulsera y se acercó a mi. —Déjame ponértela.

Acepté a regañadientes desviando mis ojos de su absurda sonrisa que tanto me había engañado antes.

—Sabes cariño— Colocó uno de los mechones de mi cabello detrás de mi oreja. —Llevamos cinco años de matrimonio, casi seis— Su tacto en mi piel me provoca un rechazo inexplicable dentro de mí. —Lo estuve pensando y creo que ya es tiempo de que tengamos un hijo.

—¡Un hijo!— Dije asombrada por la confesión.

—Si, ambos estamos en nuestro mejor momento para ser padres.

—Pero tu eras el que insistía en que debíamos aguardar— Gracias a Dios. —¿Por qué ahora?

—No hay una razón. Solo es algo que estuvo rondando por mi mente y gracias a eso, me di cuenta de que deseo ser padre— Esto tiene que ser una broma. —¿Tu no quieres?

—Por supuesto que me gustaría ser madre— Pero no de tus hijos, Jackson. —Pero no creo que sea el momento adecuado. Estoy más que ocupada con mi nuevo trabajo y...

—Amor, piénsalo. Tener un bebé podría ser algo bueno e incluso tus padres podrían volver a tener contacto contigo para conocer a su nieto.

—Voy a pensarlo, Jackson y luego, te daré mi decisión— Puedes esperar todo lo que quieras mucho mejor si es hasta que nos divorciemos. Jamás tendré un hijo contigo. —Debo irme ya, no quiero llegar tarde.

—¿No te olvidas de algo?

—¿Qué?

—Mi beso de despedida— Respiré profundo e intenté colocar una sonrisa que resultó ser más una mueca.

Me acerqué a él, cerré mis ojos y dejé un corto beso en sus labios. Eso sería todo, pero me tomó de la nuca y me acercó a él invadiendo mi boca con su lengua, brusco y sin una pisca de romanticismo como solía ser antes. Forceje un poco con él hasta que logré zafarme de su agarre.

—No vuelvas hacer eso, Jackson.

—Eres mi esposa, ¿Qué tiene de malo?

—No me gusta que me trates como si fuera una puta. Si eso es lo que quieres, ve a buscar a tu secretaria.

—Perdóname cariño, yo solo...

—Nos vemos luego— Dije tomando mi bolso y marchándome.