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Me Enamoré De Mi Enemigo

Me Enamoré De Mi Enemigo

Status: En proceso
Genre:Escuela / Romance / Amor prohibido / Amor a primera vista / Amor-odio
Popularitas:983
Nilai: 5
nombre de autor: Nyra Dark

A sus 19 años, arina de lucas parece ser una estudiante común: bonita, callada y aplicada. Trabaja en la cafetería de su abuelo y aparenta ser una joven más de preparatoria. Pero bajo esa máscara se esconde la futura heredera de un poderoso imperio criminal. Entrenada en artes marciales, fría cuando debe serlo y con un corazón marcado por el rechazo de sus propios padres, dirige en secreto a los hombres de su abuelo, el único que la valora.

Del otro lado está ethan moretti, de 21 años. Inteligente, atractivo, respetuoso y aparentemente un estudiante modelo. Sin embargo, también arrastra un legado: pertenece a otra familia mafiosa rival, dirigida por su abuelo, que pretende heredarle el trono del poder. A diferencia de la chica, sus padres sí conocen la verdad, aunque intentan disimularlo bajo la máscara de ejecutivos ejemplares.

Lo que ninguno sospecha es que sus vidas están unidas por un destino retorcido: enemigos en la sombra, pero vecinos en la vida real.

NovelToon tiene autorización de Nyra Dark para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 9

—Ariana se frotaba los brazos, temblando un poco. Su ropa seguía húmeda, pegada a la piel, y la incomodidad se notaba en cada movimiento, —pero? dijo Ariana confundida.

Ethan, caminó hacia 

el fuego de la chimena, la miró de reojo y habló con esa voz grave, directa, sin rodeos:

—Antes de acostarte, quítate la ropa y quédate solo con la interior. La ropa necesita secarse o te vas a enfermar.

Ariana abrió los ojos de golpe, incrédula.

—¿¡Qué!? —giró la cabeza hacia él, sonrojándose de inmediato—. ¿Tú estás loco?

Ethan se encogió de hombros como si no entendiera el drama.

—No es un capricho, Ariana. Es sentido común. —Y sin darle tiempo a más protestas, se llevó las manos al cuello y se quitó la sudadera empapada, dejándola caer sobre una vieja silla cercana.

El fuego iluminó su torso desnudo, marcado por cicatrices y un cuerpo trabajado. Ariana, con las mejillas ardiendo, se dio vuelta bruscamente.

—¡Eres un desconsiderado! —murmuró, apretando los labios—. ¿Cómo esperas que haga eso… contigo aquí?

Ethan, imperturbable, colgó su sudadera junto a la chimenea para que se secara.

—No estoy pidiendo nada extraño. Prefiero que te quejes de mí a que termines con fiebre mañana.

Ella resopló, sin encontrar argumentos. El frío pegajoso de la tela sobre su piel no le dejaba opción. Murmurando una protesta apenas audible, se fue quitando con torpeza la ropa húmeda, de espaldas de ethan.

Cuando terminó, con solo su ropa interior, corrió rápido hacia la cama, evitando mirarlo. Se metió bajo la cobija y se tapó de hasta su cuello volteando su cara hacia la pared, con el corazón latiendo desbocado.

Ethan giró apenas la cabeza, notando su apuro. Una media sonrisa irónica asomó en sus labios.

—Al menos obedeces cuando entiendes que tengo razón.

—¡Cállate! —se escuchó desde la cama, la voz de Ariana cargada de vergüenza.

Él soltó una risa corta, seca, mientras acomodaba su ropa al calor de la chimenea. Después, caminó hacia su propio lado de la cama, en silencio, como si nada hubiera pasado.

Pero Ariana, apretaba los ojos cerrados con fuerza, tratando de ignorar que el sonido de su respiración y el calor de su presencia tan cerca la mantenían más despierta que nunca.

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Ethan se recostó al otro extremo, dejando un espacio entre ambos.

La única cobija los cubría a los dos, y aunque ninguno lo admitió, el calor compartido resultaba reconfortante.

La lluvia seguia golpeando el techo de la cabaña con una fuerza constante. La chimenea crepitaba, pero el calor no alcanzaba a disipar la tensión en el aire. Ariana estaba acostada boca arriba sobre la cama pero su cabeza estaba girada mirando hacia la pared, su tobillo vendado y cubierto con la manta. Ethan estaba acostado a su lado, con el ceño fruncido, observándo el techo en silencio hasta que, finalmente, se decidió a hablar.

—Ariana —dijo con voz grave—. ¿Por qué te asustaste tanto cuando te tenian secuestrada? Para alguien como tú… eso debería ser normal.

Ella lo miró fijo, con un destello de rabia en los ojos.

—¿Normal? —repitió con ironía amarga—. ¿Crees que es normal que te aten, te tapen la boca y no tengas cómo defenderte?

Se acomodó  un poco sobre la cama, respirando hondo.

—Me asusté porque mi tobillo está herido. El médico me advirtió que, si no guardo reposo, podría tener consecuencias graves. ¿Cómo iba a correr? ¿Cómo iba a pelear? Estaba indefensa, Ethan. —Su voz tembló apenas, pero enseguida se recompuso—. No tenía armas, no tenía un teléfono… no tenía nada. Y ellos podían hacer lo que quisieran conmigo.

Ethan la miró sin apartar la vista, su mandíbula tensa. No interrumpió.

Ariana bajó un poco la mirada, apretando los dedos contra la manta.

—Eso fue lo que me aterrorizó. No el secuestro en sí, sino el no poder hacer nada… quedarme sin salida.

El silencio pesó unos segundos, hasta que Ethan, con un leve suspiro, cambió de tema.

—Oye, Ariana… sobre las fotos y el sobre del otro día…

Ella lo interrumpió antes de que pudiera continuar, girando el rostro hacia él con firmeza.

—No es necesario que digas nada. —Sus palabras fueron cortantes, pero no había odio en ellas, solo distancia—. No confío en ti lo suficiente como para escuchar explicaciones.

Ethan la observó largo rato, como si quisiera atravesar esa coraza. Sus labios se apretaron en una línea fina. No insistió.

Ariana, suavizando apenas la dureza de su tono, añadió:

—Aun así… gracias por salvarme.

Ethan no respondió. Y volvió a mirar hacia el techo, conteniendo lo que nunca se atrevería a confesar.

El silencio se llenó con el golpeteo de la lluvia contra el techo. Ariana cerró los ojos, todavía con el corazón acelerado por todo lo ocurrido. Ethan la observó de reojo, notando cómo el cansancio finalmente la vencía.

—Eres más fuerte de lo que crees —murmuró él en voz baja, casi para sí mismo.

Ariana, medio dormida, alcanzó a oírlo. Una débil sonrisa curvó sus labios antes de que el sueño la envolviera por completo.

Ethan suspiró, apoyando un brazo tras la cabeza.

No entendía por qué sentía esa necesidad de protegerla, pero una cosa era segura: mientras él estuviera cerca, nadie volvería a tocar a Ariana sin pagar el precio.

---

Al otro lado de la ciudad, Isabella esperaba una llamada de sus cómplices, confiada en que Ariana habría pasado la peor noche de su vida. Pero cuando el teléfono sonó, la noticia no fue la que esperaba.

—Fallamos… —dijo una voz nerviosa al otro lado—. Moretti la encontró primero.

Isabella apretó el celular con tanta fuerza que casi lo rompió.

—¡Maldito Ethan…!

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El amanecer entraba tímido por las rendijas de la cabaña. El murmullo de la lluvia había disminuido hasta volverse un eco lejano, y el calor del fuego que Ethan encendió la noche anterior aún mantenía el aire tibio.

Ariana abrió lentamente los ojos, sintiendo el peso de la cobija sobre su cuerpo y una calidez distinta a la que recordaba. Tardó unos segundos en darse cuenta de que no estaba sola: Ethan dormía frente a ella, a escasos centímetros de distancia.

Quiso moverse con cuidado para no despertarlo, pero en ese intento su frente rozó la de él. La respiración tranquila de Ethan le acarició los labios, y antes de que pudiera apartarse, un movimiento involuntario hizo que sus bocas se rozaran apenas, un contacto leve, suave… pero suficiente para que un escalofrío le recorriera la espalda.

Ariana se quedó paralizada, con los ojos muy abiertos. Ethan abrió los suyos casi al mismo tiempo, y durante un segundo eterno se quedaron inmóviles, conscientes de lo que acababa de ocurrir.

El silencio era tan espeso que podía cortarse con un cuchillo.

Ethan fue el primero en reaccionar: se incorporó de golpe, apartándose, con la mirada fija hacia el lado contrario.

—Lo… lo siento. No fue intencional.

Ariana se cubrió la boca con la mano, intentando controlar el rubor que le ardía en las mejillas.

—Yo… tampoco quería… —balbuceó, incapaz de hilar una frase coherente.

La tensión entre ambos se volvió casi insoportable. Ninguno se atrevía a mirarse directamente, pero el recuerdo del roce persistía, latiendo en la memoria como una chispa que se negaba a apagarse.

Ethan carraspeó, rompiendo el silencio.

—Será mejor que regresemos. La lluvia ya ha parado y la ropa debe estar seca.

Ariana asintió en silencio, recogiendo sus cosas con torpeza. Cada movimiento era mecánico, pero su mente no dejaba de repetir ese instante, esa sensación que había encendido algo que no sabía cómo controlar.

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El camino de regreso fue largo y casi en completo silencio. La motocicleta avanzaba por la carretera húmeda, y aunque Ariana se aferraba a Ethan por necesidad, cada contacto de sus manos contra su chaqueta le recordaba demasiado al momento de la mañana.

Cuando por fin llegaron a la ciudad, los miraban desde las aceras. Los rumores habían corrido más rápido que ellos.

—¿Viste? Están juntos.

—Desde ayer unos dicen que pasaron la noche fuera.

—Seguro que… ya sabes. —dicen unas chicas que van a la misma escuela.

Ariana apretó la mandíbula, avergonzada. Ethan, en cambio, parecía indiferente, aunque en el fondo estaba igual de incómodo.

—Ignóralos —le dijo en voz baja.

El motor rugió suavemente antes de apagarse. La moto se detuvo frente a la entrada de una calle solitaria, iluminada apenas por la luz de los postes. Ariana se bajó despacio, sujetando su bolso contra el pecho. El viento de la madrugada aún le enredaba el cabello.

Ethan apagó el motor y se quitó el casco, quedándose serio, en silencio, como siempre.

Ariana se giró hacia él y, aunque sus labios esbozaban una sonrisa ligera, en sus ojos aún quedaban restos del cansancio y del recuerdo de lo ocurrido en la cabaña.

—Gracias otra vez… por salvarme. —Su voz era firme, pero con un matiz suave—. Prefiero volver sola a casa y luego iré a la escuela.

Ethan la observó sin decir nada. Sus ojos oscuros parecían estudiar cada palabra, como si quisiera descubrir lo que Ariana callaba. Ella, nerviosa, bajó la mirada un segundo, y luego se dio media vuelta.

—Nos vemos, Ethan —murmuró antes de comenzar a alejarse por la acera.

Él la siguió con la mirada, viendo cómo su silueta se iba perdiendo entre las luces amarillas de la calle. Entonces, con voz baja, casi un susurro que solo el viento alcanzó a oír, dejó escapar sus pensamientos:

—Puedes huir de mí todo lo que quieras, Ariana… pero en esa cabaña dejaste claro que no eres tan intocable como aparentas. Y eso… solo yo lo vi.

Una sonrisa apenas perceptible cruzó su rostro, más de orgullo que de ternura. Guardó el casco, arrancó la moto y condujo hasta su casa. Allí, la rutina lo recibió: ducha rápida, ropa limpia, el espejo devolviéndole su propio reflejo marcado por ojeras y un gesto que rara vez se suavizaba.

Cuando terminó de arreglarse, se ajustó la camisa frente al espejo y tomó sus llaves. Con el mismo paso firme y frío de siempre, salió rumbo a la escuela, como si nada hubiera pasado… aunque en su mente todavía resonaba la imagen de Ariana corriendo a taparse bajo las cobijas, roja de vergüenza.

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Ariana regreso a su apartamento se arreglo, se puso una camisa manga larga para que nadie notara los moretones que le habían hecho aquellos hombres, y que solo Ethan sabia que los tenia.

—Suspiró, terminó de arreglarse y tomó otro de sus bolsos y se dirigió a la escuela, pero no era tan fácil. Ariana sabía que esa mañana no solo había cambiado la percepción de todos si no que también había cambiado algo dentro de ella.

Y aunque no lo admitiera en voz alta, ese simple roce de labios era un recuerdo imposible de borrar.

La mañana se abrió clara, como si el cielo quisiera dar una tregua al escándalo que se venia proximando,  la ciudad y la escuela ardían  con el rumor que nadie se atrevía a callar.

—Ariana y ethan llegaron uno detrás de otro.

Cuando Ariana y Ethan cruzaron el portón de la preparatoria, el murmullo que los recibió fue inmediato: miradas, cámaras de celular, susurros que se deshilachaban en todo el patio. Era como si el colegio entero hubiera puesto una lupa en cada paso que daban.

Ambos caminaban juntos sin proponérselo— y esa proximidad, minúscula o monumental según quien la mirara, bastó para que el bullicio se multiplicara. Las amigas de Isabella se pegaron a ella como siempre; Isabella, sin embargo, tenía una expresión distinta: una mezcla de humillación, rabia y ese orgullo que no sabe transformarse en otra cosa que agresión. Había pasado sola unas horas desde el secuestro fallido, y ya su mundo había explotado: el orgullo herido, las expectativas rotas ante la idea de que Ethan, el perfecto, pudiera mirar a otra.

La campana sonó, y de inmediato los alumnos se arremolinaron en el pasillo central, formando un corredor humano que no tenía nada de festivo. Ariana sintió que las miradas la atravesaban de un lado a otro; su piel erizada la obligó a llevar la espalda recta, el mentón alto. No permitiría que la vieran deshecha otra vez.

Isabella apareció entre su séquito con pasos medidos, la cabeza alta como una princesa desplazada. Su falda, su peinado, la forma en que acomodó su cabello eran instrumentos cuidadosamente afinados para demostrar control. Pero hoy, el control le temblaba en la mano. Respiró hondo y se plantó delante de Ariana, bloqueándole el paso con la elegancia premeditada de quien sabe que todos miran.

—¿Qué haces aquí, De Luca? —arrancó Isabella, su voz cortando el aire—. ¿Acaso te crees muy importante por pasar una noche con Ethan, que puedes venir y ocupar el lugar que me pertenece?.

El pasillo se enmudeció. Algunos estudiantes, ávidos del espectáculo, sacaban sus celulares con manos temblorosas; otros retrocedían, incómodos. Ariana la miró con los ojos encendidos, pero con la serenidad que había aprendido a fingir. No quería darle nada de notoriedad a esa mujer, así que respondió con voz medida.

continuará...

1
Briana
😳🫣🫢
felipe_oquendo
10/10
Yaquelin Yaqui
me encanta esta re bueno ☺️
Leonardo Martinez
listo
Leonardo Martinez
bn
Leonardo Martinez
me encanta
Briana
♥️
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