Una relación nacida de la obsesión y venganza nunca tiene un buen final.
Pero detrás del actuar implacable de Misha Petrov, hay secretos que Carter Williams tendrá que descubrir.
¿Y si en el fondo no son tan diferentes?
Después de años juntos, Carter apenas conoce al omega que ha sido su compañero y adversario.
¿Será capaz ese omega de revelar su lado más vulnerable?
¿Puede un alfa roto por dentro aprender a amar a quien se ha convertido en su único dueño?
Segunda parte de Tu dulce Aroma.
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Capítulo 8
Para Carter era como si el tiempo se hubiera detenido. La realidad parecía suspendida en un limbo extraño como si todo lo que había esperado con ansiedad —o más bien con temor— finalmente se hubiera materializado ante sus ojos. Durante semanas había soñado con Misha. Aunque en realidad llamarlo sueños era demasiado indulgente, sería mejor llamarlo pesadillas. En cada una de ellas los ojos violetas del omega lo perseguían con crueldad, acorralándolo cada vez que intentaba huir y ahora al tenerlo frente a frente sentía que estaba atrapado otra vez en uno de esos sueños oscuros… con la diferencia de que esta vez no podría despertar.
Lo que quedaba de él mismo de su orgullo como alfa era apenas un despojo. Su cuerpo famélico, la mugre incrustada en su piel, el peso del encierro y del hambre lo habían transformado en una sombra de lo que alguna vez había sido. Sin embargo, al ver a Misha respirando y vivo… lo asaltó una sensación extraña. No era alegría, no podía llamarlo de esa forma, pero sí, quizás, alivio.
Alivio de comprobar que el omega no había muerto de que seguía allí, con esa aura peligrosa que le resultaba imposible de ignorar.
—Estás vivo… —susurró con voz quebrada apenas audible.
Misha arqueó una ceja y sus labios se curvaron en una sonrisa teñida de ironía.
—Sí, y tengo entendido que gracias a ti. —El omega lo observó con descaro como quien evalúa un trofeo—. Pensé que después de todo el escándalo que armaste por el inútil de tu ex, serías tú mismo quien pondría la bala en mi cabeza.
Hizo un gesto burlón llevando los dedos a su sien como si simulara un disparo. La escena parecía casi cómica, pero en Carter provocó un vuelco en el estómago. Lo miró en silencio con los labios apretados la verdad era que él mismo no comprendía del todo la razón que lo había llevado a salvarlo tal vez por instinto, por impulso o por un absurdo que no lograba definir.
Al fin murmuró sin levantar la vista del suelo
—Ni siquiera yo sé por qué lo hice…
—Oh, kotik… —ronroneó Misha, estirando la palabra como si disfrutara cada sílaba—. Parece que el encierro te ha vuelto más dócil. Ya no estás tan huraño como antes.
Alargó la mano acariciándole el cabello en un gesto casi afectuoso como si tratara con un gato rebelde. Carter herido en su orgullo, reaccionó de inmediato apartando bruscamente la mano del omega, rechinando los dientes.
—No confundas las cosas, omega. —Su voz, aunque débil, destilaba veneno—. Sigo pensando que estás loco y que eres un psicópata. Puedes quebrar mi cuerpo, puedes intentar arruinar mi mente… pero lo sabes tan bien como yo que si yo muero, tú pierdes. Nadie te quiere, Misha. Estás solo.
Cada palabra era un cuchillo, pronunciado con desprecio, pero en lugar de enfadarse el omega soltó una carcajada suave y oscura que se extendió como un escalofrío por la habitación. Sus ojos violetas brillaron con perverso deleite.
—Extrañaba verte sacar las garras, kotik. —Misha chasqueó los dedos, girando el rostro hacia Haya, que esperaba junto a la puerta—. Basta de tanta nostalgia, tenemos cosas más serias de qué hablar. Llévenlo a una habitación y que lo bañen… porque apesta a mierda. Y denle comida de verdad.
Lo miró con sorna.
—Supongo que Garlic te ha estado alimentando con sus infames experimentos, quizás estabas comiendo grasa de venado y vísceras. En fin, sáquenlo de mi vista.
Los dos betas que lo habían traído hasta allí se acercaron para tomarlo como si cargaran un saco vacío. Sacaron a Carter por los brazos con rudeza arrastrándolo fuera del cuarto el alfa no opuso resistencia, ni siquiera replicó. Haya, como una sombra leal, siguió sus pasos con prisa asegurándose de que la orden se cumpliera al pie de la letra.
En cuanto la puerta se cerró, Misha exhaló despacio, como si el mero acto de mirar al alfa lo hubiera agotado y divertido a la vez. Giró la cabeza hacia Yuri quien permanecía de pie imponente y expectante.
—Bien. Ahora que el gato ha salido de la caja… actualízame de todo lo que ha estado pasando mientras yo tomaba un… descanso.
Yuri asintió cuadrando los hombros, y comenzó a hablar. Su tono era grave y preciso como un soldado dando un informe a su comandante. Relató lo sucedido después de la salida del galpón de seguridad el despliegue de Fergus, la magnitud de la ofensiva, el derrumbe de varios de sus refugios y la persecución feroz que habían desatado sobre ellos.
Misha lo escuchaba en silencio aunque en sus ojos brillaba una chispa peligrosa. En retrospectiva quizás había sobreactuado por Skylar. Aquel omega frágil con rostro de porcelana y aire quebradizo le inspiraba una mezcla de repulsión y burla. No concebía la existencia de seres tan débiles. Él había sido forjado en hielo y endurecido como el acero.
Y tarde o temprano tendría la oportunidad de vengarse de Fergus O'Brien, le debía una deuda una que se cobraría con intereses.
—En resumen —concluyó Yuri con el ceño fruncido—, estamos sitiados. Fergus ha reventado casi todas las guaridas. Está sacando a flote el otro negocio que teníamos oculto. Nuestros socios están bajo presión y los encubiertos están siendo rastreados. Nos estamos quedando sin apoyo estratégico, jefe. Y a usted lo buscan por cielo, mar y tierra.
Misha se inclinó hacia atrás cruzando las manos detrás de la cabeza y luego sonrió.
—¿Y qué tiene? Hemos estado peor. Siempre existió esta posibilidad, si me hubiera rendido cada vez que el mundo me decía que todo estaba en contra, habría muerto antes de aprender a caminar.
Clavó la mirada en Yuri con los ojos afilados como cuchillas.
—Si te tiemblan los huevos porque la situación es difícil, dimite. Por los años que hemos compartido esta será la primera y única vez que te daré esa opción. Los cobardes son malos consejeros.
El alfa tragó saliva conocía demasiado bien a Misha para saber que esas palabras eran una sentencia. Y aun así, no vaciló.
—Soy leal a ti, Misha. —Su voz fue firme teñida de devoción.
El omega sonrió de medio lado, satisfecho.
—Entonces no lo olvides. Cuando yo digo que algo no importa… simplemente es así.
—Así sea. —Yuri inclinó la cabeza en un gesto de sumisión.
—Bien. Ahora que hablamos de lo fácil… —los labios del omega se curvaron en una sonrisa depredadora—, vamos al plato fuerte.
Los ojos violetas brillaron con malicia. Había un filo inquietante en su mirada, como si anticipara con placer lo que estaba a punto de escuchar.
—¿Qué sabes de él?
Yuri comprendió de inmediato a quién se refería y su mandíbula se tensó.
—Andrei está prófugo. Después de que arrasamos con los Berger, Zian dio la orden de acabar con él antes de morir. Tiene demasiados enemigos buscando su cabeza si quiere seguir vivo, debe estar bien escondido. Ni siquiera nosotros hemos podido rastrear alguna noticia de él.
—Entiendo… —Misha lo observó con suspicacia entornando los ojos. Su instinto le gritaba que algo no cuadraba—. Pero siento que me estás ocultando algo.
El alfa dudó apenas un instante. En sus ojos de acero se asomó un matiz de angustia que no pudo disimular.
—Andrei Petrov ha puesto precio a tu cabeza, Misha.
El omega lo miró fijo… y luego estalló en una carcajada es tridente y oscura que reverberó en las paredes.
—¡JAJAJAJAJA! Ese viejo nunca sabe cuándo darse por vencido. Vamos, dime, ¿cuánto vale mi cabeza?
Yuri inspiró hondo antes de responder:
—Diez billones de dólares. Al que te traiga vivo… o muerto.
Misha llevó los dedos a su rostro, acariciando la propia piel con deleite como si aquella noticia fuera un regalo.
—Diez billones… —repitió con voz ronca, cargada de humor macabro—. Vaya, parece que soy un artículo de lujo.
Sus ojos violetas resplandecieron, encendidos de una furia fría, pero también de diversión.
—El viejo nos declaró la guerra. —Su sonrisa era la de un lobo que olía sangre—. Y yo adoro la guerra.