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DESTRUYEME

DESTRUYEME

Status: En proceso
Genre:Posesivo / Dominación / Traiciones y engaños / Amor-odio / BDSM / Enfermizo
Popularitas:3.5k
Nilai: 5
nombre de autor: DayMarJ

Sinopsis de Destrúyeme

Lucas Santori es un hombre marcado por el odio, moldeado por un pasado donde el dolor y la traición fueron sus únicos compañeros. Valeria Montalbán, una mujer igual de rota, encuentra en él un reflejo de su propia oscuridad. Unidos por una atracción enfermiza, su relación se convierte en un campo de batalla entre el amor y el deseo de destrucción. Juntos, navegan por un abismo de crímenes, secretos y obsesiones, donde la línea entre víctima y verdugo se desdibuja. En su mundo, amar significa destruir y ser destruido.

NovelToon tiene autorización de DayMarJ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPITULO 8

...Una semana después....

...Valeria...

Después de vender todo lo que robé de la casa de ese pomposo hijo de puta, envié el dinero a mamá sin quedarme con un solo centavo. No lo necesitaba, no más que ella.

Durante días, una extraña sensación de ser observada se aferró a mí como una sombra. No importaba a dónde fuera, la sentía arrastrándose por mi piel, erizándome la nuca. Pero cada vez que intentaba descubrir al causante, se desvanecía entre las sombras. O quizá solo era mi mente jugándome una mala pasada.

Estuve paranoica, convencida de que Santori aparecería en cualquier momento con la policía, listo para aplastarme como una cucaracha. Pasé días maquinando mi defensa, buscando cualquier resquicio que pudiera jugar a mi favor, pero al final, todo apuntaba en su dirección y en mi contra.

Pero ese día nunca llegó. Santori desapareció de mi vida sin dejar rastro, y de aquel engreído miserable no volví a saber nada. Algo que, sinceramente, agradezco.

Sus dedos siguen marcados en mi piel, como un eco que se niega a desvanecerse, aunque el tiempo haya pasado. Me duele admitirlo, pero hasta ahora, ha sido el mejor polvo de mi vida.

Desenredo mi cabello y lo dejo caer libremente sobre mis hombros. Me pongo un short y una blusa de tiras, burlándome del calor sofocante. Hoy iré a ver a mamá.

Mi abuela nunca fue una buena madre con ella, y mucho menos un alma caritativa. Pero el dinero lo mueve todo, Incluso a las personas.

Tomo una pequeña mochila y meto apenas una muda de ropa. Las ganas de ver a mamá y a mis hermanas me pesan en el pecho, así que no pierdo tiempo. Cuando todo está listo, abro la puerta… solo para encontrarme con un par de hombres al otro lado.

Uno de ellos es Zack Daniels, mi contacto en la policía y, sin duda, el amante más conveniente que he tenido. El otro… no tengo idea de quién es, pero por su expresión, deja claro que no viene en son de paz.

—Zack… —murmuro, pero el otro hombre lo fulmina con la mirada.

—No sabía que conocía a la sospechosa, Daniels. Me temo que aquí hay un serio conflicto de intereses —su tono es duro, cargado de desconfianza.

¿Sospechosa?

Esa palabra resuena en mi cabeza como una alarma, pero no me dejo llevar. Enderezo la espalda y, sin dudar, intervengo antes de que esto se complique más.

—No me conoce —corrijo con calma, fingiendo indiferencia—. El detective Daniels me ayudó una vez a buscar a mi hermana. Fue una tontería pensar que la habían secuestrado cuando, en realidad, solo se había escapado con su novio. Una idiotez de mi parte, y él tuvo demasiada paciencia conmigo.

Mis palabras parecen calmarlo, al menos por ahora. Pero la tensión sigue ahí, flotando en el aire como una amenaza latente.

—Disculpe, ¿pero acaba de decir "sospechosa"? —pregunto, manteniendo la voz firme, aunque algo en mi interior se tensa.

El hombre endereza la espalda y saca una pequeña libreta del bolsillo de su pantalón.

—Sospechosa de homicidio —dice tajante, y siento cómo la sangre me baja a los pies.

—¿Qué?

—Valeria… —interviene Zack con un tono más mesurado—. El señor Nicolas Delacroix fue asesinado.

El nombre no me dice mucho, pero el apellido es inconfundible. Delacroix… están hablando del padre de Dante.

—¿Y qué tiene que ver eso conmigo? —pregunto, ajustando la mochila sobre mi hombro, como si el peso de la tela pudiera anclarme a la calma que necesito mantener.

—Sabemos que tuvieron un altercado hace unos días, durante un evento en esta universidad —continúa el detective, frunciendo el ceño al fijarse en mi maleta—. ¿Se va de viaje?

Aprieto los dientes antes de responder, sosteniéndole la mirada con frialdad.

—Eso no le importa.

—Me resulta sospechoso. ¿No le parece?

—No. Lo que me parece una maldita estupidez es que usted me haga perder el tiempo con esto —espetó con frialdad—. No me interesaba ese señor ni un poco. ¿Por qué querría ensuciarme las manos con él?

—Lo siento, pero tiene que acompañarnos —dice, y antes de que pueda reaccionar, su mano se cierra alrededor de mi brazo con demasiada fuerza, como si tuviera derecho a tocarme así.

La rabia me hierve en las venas al instante. Actúo sin pensar. Mi puño se cierra y lo estrello contra su cara con toda la fuerza que tengo.

—¡No vuelva a tocarme, maldito infeliz! —le gruño, sintiendo el impacto retumbar en mis nudillos. Un latido punzante recorre mi mano, pero no me importa.

La sangre escurre lentamente por su nariz. Está cabreado. Su mirada me taladra como la de un demonio listo para atacar.

—Parece que no se pudo a la buena —murmura, limpiándose la sangre con desdén.

-—Williams… —Zack trata de interponerse, pero el otro lo empuja sin miramientos. Eso me deja claro que mi supuesto aliado no es más que un pelele frente a su autoridad.

Antes de que pueda reaccionar, Williams me somete contra la pared con una brusquedad innecesaria y encadena mis manos a la espalda.

—Quedas arrestada por agresión a un servidor público, obstrucción de una investigación judicial, resistencia a la autoridad y lesiones personales.

Aquello me arranca una sonora carcajada. ¿En serio? Vaya lista de cargos ridículos.

—Montalbán… —Esta vez, el tono en el que Zack pronuncia mi apellido es una advertencia velada. Lo miro de reojo y decido callarme, al menos por ahora. No porque me arrepienta, sino porque, aunque me divierte desafiar a este imbécil, no quiero empeorar mi situación más de lo necesario.

Odio que me toquen sin mi permiso. Eso nunca termina en nada bueno. La rabia me recorre como un veneno caliente, y antes de poder contenerme, ataco. No pienso, no mido las consecuencias. Solo reacciono, igual que un animal acorralado.

Me llevan a rastras bajo la atenta mirada de mis compañeros. Algunos susurran, otros fingen que no ven nada, pero sus ojos están sobre mí, juzgando, especulando.

Estoy a solo dos días de presentar mi tesis. Es mi último año. Toda esta mierda me ha costado demasiado como para perderla por una estupidez como esta.

Mataron al padre de Dante. ¿Y qué demonios tengo que ver yo con eso? ¿Acaso soy la única persona con la que ese imbécil discutió?

Cuando llegamos a la estación, después de un montón de información aburrida y sin una sola prueba real de mi posible vinculación con el caso, me conectan de inmediato a un polígrafo.

El cuarto es pequeño, iluminado con una luz blanca y fría que parpadea a ratos, como si estuviera a punto de fundirse. La máquina emite un leve zumbido constante, una sinfonía mecánica de cables y sensores que se conectan a mi cuerpo. Pueden atarme a todos los aparatos que quieran, hacerme preguntas hasta el cansancio, pero no van a encontrar lo que no existe.

El hombre encargado del polígrafo se aclara la garganta antes de empezar.

—¿Cuál es su nombre completo?

—Valeria Isabel Montalbán Lombardo.

El bolígrafo del polígrafo rasga el papel con un sonido rítmico. Su línea avanza sin alteraciones.

—Fecha de nacimiento.

—24 de octubre de 2005.

—¿Qué edad tiene?

—A un mes de cumplir los 19 años, idiota.

El hombre se detiene. Me mira con una mezcla de incredulidad y fastidio. Es obvio que esperaba que el polígrafo detectara alguna alteración en mi respuesta, pero la aguja sigue su camino sin desviarse. No hay nada que pueda delatarme porque no tengo nada que ocultar.

Recupera la compostura y sigue con la rutina.

—¿En qué ciudad nos encontramos?

—Velmont.

—¿Qué día es hoy?

—21 de septiembre de 2024.

Todas las preguntas son sosas, aburridas, desgastantes. Quisiera estar en cualquier lugar menos aquí, pero al menos me divierte verlos intentando desestabilizarme sin éxito.

El detective al que le rompí la nariz se acerca cuando el hombre del polígrafo le hace una señal. Se planta frente a mí con los brazos cruzados, queriendo intimidarme. Su presencia no me provoca ni cosquillas.

—¿Conocía a la víctima, el señor Nicolas Delacroix?

—No. Sé que era el padre del chico con el que follaba a menudo, pero jamás nos presentó. La primera vez que lo vi fue en la ceremonia de premiación. Intercambiamos palabras poco amistosas, pero desde ese día no lo vi más.

—Así que admite que tuvo un altercado con él.

—Jamás lo negué. Dígame algo, detective, si alguien llega a atacarlo con insultos o le agrede de cualquier forma, ¿usted se queda tranquilo como si nada? No soy ese tipo de persona. Usted mismo puede dar fe de eso.

Mis ojos se desvían a su nariz rota y sonrío de lado. Él aprieta la mandíbula.

—Entonces, ¿lo mató?

—Nunca dije eso. Que me haya defendido en su momento no me convierte en una asesIna. ¿Sabe lo que veo, detective? Que está tan lejos de saber quién es el culpable que tuvo que arrestarme a mí para sentirse menos inepto.

Sus ojos destellan ira pura. Sabe que tengo razón. Si tuviera una sola prueba en mi contra, no estaría recurriendo a un polígrafo.

—¿Dónde se encontraba el 19 de septiembre en horas de la noche?

—En mi dormitorio. Puede hablar con mi compañera de al lado. Estuvimos en una pijamada hasta la madrugada. ¿Quiere que también le dé detalles íntimos de lo que hicimos?

Me muerdo el labio de manera calculada. Sé lo que eso provoca en la mayoría de los hombres. Y él no es la excepción. Se endereza, intentando parecer menos afectado.

—¿Ella puede corroborar la información que me está dando?

—Claro. Ella y el resto de los compañeros del campus que se sumaron a la orgía.

El hombre que maneja el polígrafo parece atragantarse con su propia saliva y comienza a toser con fuerza. El sonido áspero de su tos llena la habitación.

El detective le lanza una mirada asesina, mientras Zack, en el fondo de la habitación, sonríe de lado. Me conoce demasiado bien. Sabe que no miento respecto a la orgía.

—Está… diciendo la verdad, señor —jadea el operador del polígrafo, luchando por recuperar el aliento.

El zumbido de la máquina sigue siendo un recordatorio constante del objetivo de todo esto. No les importa la verdad, solo quieren atraparme en una mentira.

Entonces, el detective suelta la pregunta que esperaba desde que me senté en esta silla.

—¿Alguna vez ha sido autora o cómplice en algún homicidio?

El cuarto se queda en silencio.

Puedo sentir cómo todos contienen la respiración, esperando una reacción, un atisbo de culpa, un temblor en mi voz o en mis manos. Pero no les daré ese placer.

No parpadeo. No respiro más rápido. No hay tensión en mis hombros ni vacilación en mi mirada.

—No.

El polígrafo sigue su curso, la aguja avanza con la misma monotonía de siempre. Ni un solo pico, ni una sola oscilación brusca.

El operador traga saliva, revisa el papel, lo mira una vez más como si no creyera lo que ve.

—Dice la verdad —susurra.

Zack deja escapar una risa seca. El detective aprieta los puños.

Yo solo sonrío de lado.

Ellos querían verme dudar. Querían que me inmutara.

Pero yo no soy ese tipo de persona.

—¿Dejará que me vaya? Tengo cosas que hacer.

—Ni pensarlo. Aún quedan los cargos por lesiones personales.

Su respuesta no me sorprende, pero igual me hace rodar los ojos. Antes de que pueda responder, otro hombre entra en la sala y se acerca al detective, susurrándole algo al oído. Williams frunce el ceño y se aleja conmigo aún en su campo de visión. Lo sigo con la mirada hasta que desaparece por la puerta.

Luego, mi atención se centra en el panel de vidrio polarizado frente a mí. Sé que hay alguien detrás, observando cada uno de mis movimientos, evaluándome. Probablemente algún experto en lectura corporal, analizando cada parpadeo, cada gesto. O quizás solo un baboso que no tiene nada mejor que hacer.

Saco el dedo del medio y lo alzo en esa dirección, sin ninguna sutileza, sabiendo perfectamente que el detective también está ahí en este momento. Que lo vea, que lo entienda.

Uno a uno, todos salen de la sala. Me retiran los aparatos y me dejan sola, con el eco de mis propios pensamientos rebotando en las paredes.

Mi mente viaja de inmediato hasta mi madre. Debe estar esperándome, contando las horas, confiando en que pronto llegará el dinero que he reunido para cubrir la próxima semana.

Mamá no puede trabajar. Hace años, mi padre la golpeó con tanta fuerza que le causó una lesión grave en la cabeza. Desde entonces, su vida cambió para siempre. No puede concentrarse en nada durante mucho tiempo, sus manos tiemblan cuando intenta hacer tareas simples, y su cuerpo no le responde como antes. Esas son cosas que cualquiera daría por sentado, pero para ella son un obstáculo insalvable.

Ningún trabajo quiere a alguien así.

Por eso hice lo imposible por destacar académicamente y ganar esta beca. Me gradué antes de lo esperado, y ahora estoy a un año de terminar la carrera. Todo lo he hecho por ellas. Por mamá y mis hermanas. Porque les debo mucho más de lo que puedo pagar. Porque, aunque nadie lo diga en voz alta, soy culpable de muchas de sus desgracias. Y esto… esto se lo debo.

La puerta se abre al fin, y al levantar la vista, mis ojos se encuentran con la figura imponente de Lucas Santori. Su sola presencia llena la habitación con ese aire de autoridad y arrogancia que siempre lo acompaña. Sonríe, como lo hace siempre, con esa maldita superioridad que me irrita y, al mismo tiempo, me provoca.

Avanza con la calma de quien se sabe intocable y se sienta frente a mí, apoyando los codos sobre la mesa como si este fuera su territorio.

Mi cuerpo se estremece al sentir su cercanía. Es un reflejo involuntario, traidor. Mi mente se inunda de recuerdos, de piel contra piel, de jadeos compartidos en la penumbra de una habitación desconocida. El cosquilleo es inmediato, tan inoportuno como inevitable.

—Hola, Valeria.

Su voz se desliza como un veneno dulce.

—Santori.

Lo pronuncio con la misma neutralidad con la que podría nombrar a un extraño, pero ambos sabemos que no lo es.

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Nancy RoMo
🥺🥺🥺
Nancy RoMo
laura no estorbes, les esta salvando el pellejo a todos
Lisseth 👩🏽
Excelente
Lisseth 👩🏽
Excelente gracias
Mar
quiero maratón maratón maratón maratón maratón maratón maratón maratón de este par de locos yo los amo jajaja /Sob//Sob//Sob//Sob//Sob//Sob//Sob/
Nancy RoMo
me gusta este par de justicieros 😆, con todo y sus retorcidas mentes 🤭
Lisseth 👩🏽
Excelente
Lisseth 👩🏽
Dios que locura de verdad ese par deberían estar en el manicomio jajajaajaja
Lisseth 👩🏽
Excelente
Mar
locos es lo que son jajaja quiero maratón maratón maratón maratón maratón maratón maratón maratón maratón maratón maratón maratón
Lisseth 👩🏽
Excelente gracias 🤩
Lisseth 👩🏽
Ese par son desquiciados tienen una mente muy retorcida que me encanta 🥰 como cada capítulo me gusta 👍 más que los anteriores 😍😍😍
Nancy RoMo
cada capitulo me atrapa mas 🤩, me encantan los personajes 😁
Nancy RoMo
te confias santory, valeria es de cuidado 😅
Lisseth 👩🏽
Excelente
Lisseth 👩🏽
Excelente gracias 🙏
Lisseth 👩🏽
Exacto es tu contador Santori
Lisseth 👩🏽
😳😱😱ósea que vale batea para los dos lados wow 😮 jajaja cuando se entere Lucas de eso 😅😅😅😅😅😅 será un golpe bajo para el oh lo enciende más
Nancy RoMo
ambos se aman a su retorcida manera pero se aman 😅
Lisseth 👩🏽
No pues otra loca para un loco 😜
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