Los Villanos En Época Moderna

Iván y su padre se encontraban en la oficina. La conversación fluía con satisfacción, mientras discutían sobre un contrato millonario que Iván y su esposa, Sofía, habían cerrado ese mismo día. Era un punto importante en la carrera de Iván, quien, por fin, parecía encontrar su camino profesional.

— Me parece excelente el rumbo que estás tomando en confiar con tu esposa. Mirá, al trabajar juntos lograron lo que no podías solo; cerrar un contrato millonario —dijo Hanst, observando con orgullo a su hijo.

— Sé que en el pasado fui un idiota. No tenía remedio y como pensaba en anteriormente lo iba a perder todo. Pero las cosas cambiaron y Sofía estuvo ahí siempre.

A medida que Iván hablaba, Hanst no podía evitar sentir emoción. Veía en Iván lo que siempre había querido; un hijo que no solo mostraba interés en la empresa familiar, sino que también estaba dispuesto a trabajar duro por su futuro, a no desperdiciar su juventud. Esa transformación que jamás pensó que pasaría para él y, a su vez, le dió oportunidad de ofrecerle a Iván una oportunidad en el negocio familiar. No obstante, Iván le pide solo una cosa.

— Padre, solo que Sofía tiene que estar conmigo. Ella forma parte importante en los negocios —insistió Iván, reafirmando su compromiso con su esposa.

— Por supuesto. Nunca pensé en dejarla afuera. Siempre he mantenido a la vista la empresa y sé que Sofía dejó su trabajo para ayudarte —respondió Hanst, estrechándole la mano a su hijo en un gesto de apoyo.— Vamos a cerrar este trato tú y yo... ¿Te parece?

Iván sonrió y apretó la mano de su padre con firmeza, sintiendo la conexión que había entre ellos. Sin embargo, esa satisfacción momentánea se quebró rápidamente cuando repentinamente escucharon gritos provenientes del exterior.

— ¡Nooo! ¡Suéltame, loca! —gritó Clarisa, la hija de Hanst.

Ambos hombres se dirigieron rápidamente hacia la fuente del ruido y, al salir, se encontraron con una escena inquietante. Giovana, estaba atada de pies y manos, mientras que su hija estaba siendo sujetada con fuerza por Sofía, quien no parecía dispuesta a soltarla.

— ¡Papá, dile que me suelte! ¡Yo solo intentaba ser amable! ¡Me duele la pierna!—gritó Clarisa, tratando de justificar su comportamiento.

— Tan amable que me dijiste perra y malagradecida... Buen vocabulario te enseñó tu madre. Veremos si eres valiente cuando te deje colgada del techo —respondió Sofía.

— ¡Papi, haz que pare! —imploró Clarisa, llena de pánico.

Hanst, por su parte, se limitaba a observar la situación, sin intervenir de inmediato. Tenía dos razones para ello, la primera, sabía que su hija no era una persona agradable y que merecía alguna clase de castigo por su comportamiento. La segunda, había notado que Sofía se había cansado de ser la víctima en la situación familiar y estaba tomando acción.

— Sofía... Termina ahí y ven con nosotros —dijo Hanst, finalmente tomando la iniciativa.

— De acuerdo —respondió Sofía, mientras ajustaba el nudo que le había hecho a Clarisa. Luego chasqueó los dedos y llamó a los perros. — Peluche, Coco... Si se mueven, las muerden.

Los perros, obedientes a su comando, se sentaron en una posición firme, con sus miradas fijas en Clarisa y Giovana, lo que provocó que ambas se estremecieran. Ambas se sentían atrapadas entre el miedo y la incredulidad. Era un recordatorio claro de que Sofía ya no iba a dejar que la pisotearan.

Al poco tiempo, ya en una habitación apartada, Sofía se sirvió un vaso de whisky. Miró a Hanst y, sin vacilar, le dijo.

— No me disculparé por lo que hice. — Bebió un trago. — Ellas me han hecho cosas peores, por ahora estoy siendo blanda.

Iván, a su lado, se rió con ironía. Sabía que Sofía tenía razón.

— Es cierto, de lo contrario sería peor el caso de esas dos.

— Miren... —dijo Hanst, mirando fijamente a ambos. — No sé cuál sea su cambio, pero para mí, mejor. Así es como debería ser la pareja, apoyarse mutuamente. Mientras que en mi matrimonio todo es lo contrario, yo les deseo lo mejor a ustedes. Ya Iván te dirá qué es lo que tenemos que hacer. Van a trabajar conmigo, desde ahora.

Sofía vio aquella oportunidad que no debía desaprovechar. Sin dudarlo, aceptó la oferta. Sabía que el padre de Iván podría ser un mejor inversionista, alguien que podría ofrecerles la estabilidad y el respaldo que necesitaban para prosperar en sus proyectos.

Más tarde, Iván y Sofía se encontraban en la intimidad de su habitación, listos para descansar, pero un tema inesperado surgió en la conversación.

— Me han estado llamando mi antigua asistente... Me dejó mensajes de que quiere que vuelva a protagonizar una nueva película. —dijo Sofía, jugando con su cabello, mientras se acomodaba junto a Iván.

— ¿Qué le dijiste? —preguntó Iván, curioso sobre la respuesta de su esposa. Acostumbrándose a ese cercanía.

— Que tengo un mejor trabajo... Donde todos me obedecen.—respondió ella, acercándose lentamente a él, subiendo de manera seductora sobre sus piernas y acariciando su rostro.

Iván, sintiendo la química entre ellos, intentó mantener un tono serio.

— ¿No era que no tendríamos nada por ahora? —le recordó, aunque en su interior sabía que Sofía tenía su propio estilo para manejar las cosas.

— No lo habrá... Al menos de que me supliques... —respondió Sofía con picardía, disfrutando del juego que habían comenzado.

Iván sabía que no iba a suplicar, pero la electricidad en su cuerpo lo impulsó a acercarse a su oído y susurrarle con deseo.

— Por favor... bésame.

Sin esperar más, Sofía se lanzó hacia él, atrapándolo en un beso fervoroso, lleno de pasión. Donde Iván la volteó y la atrapó entre la cama y él. Besándola como nunca ha besado a nadie.

— ¿Quiere que te quite la pureza, príncipe?— dijo ella, riéndose.

— Ya estamos casados. Hagámoslo.

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