El joven de sangre pura había sido encontrado por el gran gobernante, Theo. Noah Everhart nunca podría escapar de su destino.
Encerrado en la imponente presencia de Theo Langston, su cuerpo tembló involuntariamente cuando el aire se impregnó con el embriagador aroma de sus propias feromonas. El Alfa frente a él sonrió con satisfacción, sus ojos ámbar brillando con un peligroso fulgor depredador.
—No tiene sentido correr, Noah —murmuró Theo, su voz profunda y envolvente—. Ya eres mío.
Los latidos de Noah se aceleraron. No... no hay escapatoria.
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📌 BL / Omegaverse (Chico x Chico)
📌 Embarazo Masculino
📌 ¿Kitsunes?
📌 Fantasía BL
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Capítulo 9
Theo abrió los ojos de inmediato al percibir una presencia peligrosa. Su cuerpo se tensó en cuanto sintió la brisa que entraba por la ventana: traía consigo un aroma extraño, cargado de un aura densa y opresiva. Ese tipo de presencia no era humana… era divina. Y no venía en son de paz.
—Oh, gracias al cielo, ya despertaste, Theo —murmuró Noah, visiblemente aliviado. Su tono era suave, pero su preocupación era evidente en cada palabra. Desde que llegaron a la residencia Everhart el día anterior, Theo no había dado señales de conciencia. Verlo abrir los ojos por fin le devolvía el alma al cuerpo.
Noah se sentía agradecido, no había deseado nada más intensamente que la recuperación de su salvador. Theo no solo lo había rescatado del bosque… también le había dado esperanza en medio de la oscuridad.
Durante la noche anterior, Noah ya le había contado todo a su familia. Les habló de cómo se había perdido en el bosque del Monte Lunar, de cómo se había lastimado tras caer por un abismo, y de cómo Theo —un alfa, aparentemente un 'viajero y cazador que pasaba por el bosque'— lo encontró casi sin vida, luchó contra un león salvaje y lo ayudó a sobrevivir.
La historia conmovió a todos. Black, su padre, recordó entonces su juramento: aquel que salvara a su hijo sería recompensado con honores y protección bajo el escudo de los Everhart. Aunque nunca pensó que ese “héroe” sería un joven misterioso de mirada antigua y modales extraños.
—¿Dónde… estoy? —susurró Theo, su voz ronca por el desgaste de energía que había fingido sufrir.
—Estás en mi casa, Theo. Has estado inconsciente desde ayer —respondió Noah, acercándose un poco más, como si temiera que el alfa volviera a desvanecerse.
—Dios… lo siento, Noah. Debí haberte causado muchos problemas… a ti y a tu familia.
—No, Theo. Todo está bien —aseguró Noah, sin soltarle la mano—. Estás a salvo ahora.
Theo lo miró por un instante antes de hablar de nuevo, su tono más serio.
—Noah…
—¿Sí?
—¿Aún recuerdas todas las restricciones?
—Por supuesto. No debo comer carne, ni cometer actos malvados, ni siquiera herir a ningún ser viviente… Debo actuar siempre con bondad y pureza —repitió Noah, como si hubiese memorizado cada palabra de aquel pacto que sellaron en el bosque.
Theo sonrió y apretó con fuerza la mano del omega. No lo hizo por emoción… sino por estrategia. Porque justo entonces, la vio.
A través de la ventana, caminando con paso firme sobre el aire, estaba ella. Hera.
Una diosa. Inmortal. Enviada del cielo.
Un humano común jamás podría verla. Pero Noah no era común. Tenía la gema sagrada incrustada en su corazón, la misma gema que Theo le había insertado para cumplir su propósito. Por eso podía percibir cosas más allá de su mundo.
Pero las reglas eran claras: una diosa no podía dañar a un humano. Por eso, Theo mantenía su contacto físico con Noah. El omega era su escudo.
Theo lo sabía. Hera había descendido a la Tierra por él. Su condena ya estaba dictada.
—Noah… —murmuró de pronto, con una expresión grave.
—¿Sí?
—¿Y si… nos casamos?
—¿Qué? ¿Qué estás diciendo? —La voz de Noah se elevó por la sorpresa. En su vida, jamás se había planteado el matrimonio. Ni siquiera había cortejado a alguien. Ser omega de linaje noble lo convertía en alguien deseado, pero él siempre evitó a los pretendientes... O más bien, su familia.
—No puedo alejarme de ti, Noah —dijo Theo, sin dejar de sostenerle la mano—. Necesito estar a tu lado y sostenerte así por la gema. Pero no quiero que tu familia piense que estoy aprovechándome de ti… ¿Entonces qué te parece si simplemente nos casamos? Así, nadie cuestionará nuestra cercanía.
Su tono era tan sincero, su mirada tan dulce… Los ojos dorados del alfa se clavaban en los de Noah con una mezcla de vulnerabilidad y deseo silencioso. Para Theo, aquello era una jugada maestra. Para Noah, eran palabras que rozaban su corazón.
—Después de los cien días que estemos juntos, puedes anular el matrimonio si así lo deseas —continuó Theo—. Porque cuando me case con un omega… quiero que sea para siempre. En cuanto al amor… podemos aprender a cultivarlo día a día.
Noah contuvo el aliento. Sus mejillas se tiñeron de un leve rosa. Esa declaración… no se parecía a una mentira. Era un ofrecimiento honesto. Un compromiso... Y, sin saberlo, el joven omega había caído en la trampa del astuto zorro.
Desde la distancia, Hera apretó los puños con fuerza, mientras Theo sonreía levemente. A los ojos de Noah, esa sonrisa parecía sincera y triste; pero para Hera, era la sonrisa de un tramposo e hipócrita que estaba engañando a un pobre humano.
Pero el omega no veía eso.
Él solo vio un alfa agotado, herido, sincero… que le pedía un matrimonio sin amor por el bien de ambos.
—Está bien… casémonos —dijo finalmente Noah, su voz temblando entre confusión y resolución.
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